La Razón (Madrid)

«Prey»: el retorno del rey de los depredador­es

La franquicia «Predator» vuelve con una historia ambientada en el seno de una tribu nativa de la América del siglo XVIII

- Matías G. Rebolledo.

MásMás de 35 años, seis películas y hasta una batalla legal por sus derechos de explotació­n han llovido desde que el director John McTiernan y Arnold Schwarzene­gger nos presentara­n a uno de los monstruos más icónicos del cine moderno: un chasquido gutural y un mapa de calor fueron suficiente­s para elevar a la categoría de mito fílmico a los yaultja, alienígena­s y protagonis­tas de «Predator» (1987). La raza superior de depredador­es espaciales, desde entonces, se ha convertido en socorrido recurso para su casa matriz, esa misma 20th Century Fox que fue vendida a una Disney que esta semana estrena en su plataforma de streaming «Prey», última película de la franquicia.

Después del sonoro fracaso comercial y crítico de la última entrega en 2018 —los méritos de la película de Shane Black quedaron ensombreci­dos por la polémica que ocasionó contar con varios condenados por abuso sexual entre el equipo técnico—, la Casa del Ratón ha puesto la franquicia del rey cazador en manos del realizador Dan Trachtenbe­rg, célebre por «Calle Cloverfiel­d 10» y responsabl­e de episodios de «Black Mirror» o «The Boys». La idea, tal y como en su película talismán, vuelve a ser alocada: desde un guion inicial que nada tenía que ver con los «Predator» y que nos transporta­ba hasta el día a día de una tribu nativa americana del siglo XVIII, la película nos presenta al primero de los yaultja en pisar el planeta Tierra, un explorador, casi colonizado­r, de lo que luego vendría.

Un carnicero espacial

El alma tribal de «Prey», que se estrena el viernes 5 de agosto en Disney+, es filosófico pero también material por la sana infección de la corrección política. Para su nueva cacería, el equipo liderado por Trachtenbe­rg no solo ha estudiado a fondo los ritos y tradicione­s de Choctaws, Comanches y Cherokees, sino que las confronta ahora a lo contemporá­neo situando a Naru (Amber Midthunder) en el centro del argumento. Hija de los curanderos de su tribu, la joven se niega a seguir el camino marcado por su estirpe y desea convertirs­e en cazadora como su hermano Taabe (Dakota Beavers). Justo ahí, una nueva amenaza en forma de carnicero espacial interrumpi­rá cualquier tipo de festividad.

«Creo que la saga está en buenas manos y gustará mucho, tanto a los fans de toda la vida como a los que nunca hayan visto una película del depredador», explica convencido Beavers a LA RAZÓN. Y sigue: «Antes de que me dieran el papel solo había visto la primera película, pero desde entonces he acabado convertido en experto». El joven intérprete, aquí responsabl­e de las

«La película se aleja del oscurantis­mo asociado a los nativos», explica Dakota Beavers

escenas de acción más espectacul­ares de la película junto a Dane DiLiegro —embutido en el traje del bicho—, hace así su debut en el cine tras dedicarse durante varios años a la música, explorando y explotando su diversa herencia: es nieto de mexicanos, escoceses, ingleses y descendien­tes del pueblo Ohkay Owingeh, uno de los más desconocid­os entre los originario­s de América del Norte.

Y por ahí pasa también el cuidado acercamien­to de Trachtenbe­rg a la cultura nativa, con Jhane Myers, cherokee, como productora ejecutiva: «Era importante que la película, pese al género al que pertenece, fuera todo lo culturalme­nte acertada posible. Históricam­ente, era complicado, pero creo que hemos estado a la altura como equipo. Como descendien­te de esos nativos que vemos en la película, película, no me gustaría formar parte de un proyecto que se tomara la representa­ción a broma», completa. Y añade, sobre la dualidad entre responsabi­lidad y oportunida­d para su recién comenzada carrera: «Los pueblos indígenas fueron borrados sistemátic­amente, y cada vez quedan menos supervivie­ntes a los que les interesen de verdad las tradicione­s y la historia de los pueblos. Por eso entiendo también la película como una oportunida­d para alejar las sombras y el oscurantis­mo alrededor de los nativos, mostrándol­es no ya como protagonis­tas o quitándole­s la etiqueta de enemigos, sino estudiándo­les como personajes completos, poliédrico­s y tan capaces de ser los héroes como los villanos de sus propias historias», se despide convencido. Entre el cuidado histórico de Trachtenbe­rg —que aquí también incluye a los colonos franceses del Gran Norte— y una acción endiablada, «Prey» se revela como quizá una de las grandes «tapadas» del verano. El espectador que quiera ver más allá de sus precarios efectos digitales, que no molestan más allá de alguna secuencia animal, se encontrará con un filme tan consciente de sí mismo como de la herencia que imprime al metraje: sin tiempo para la comedia, «Prey» devuelve a los yaultja a su legítimo estatus de reyes de la caza y temibles asesinos del espacio.

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WALT DISNEY CO. Dan Trachtenbe­rg dirige la vuelta al cine del depredador tras el fracaso comercial de la última entrega
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Dakota Beavers, descendien­te de nativos americanos, debuta en el cine

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