La Razón (Madrid)

Las víctimas necesitan que se haga justicia

- Daniel Portero

AlasAlas 20:15 horas de un día como hoy de hace 20 años, los terrorista Óscar Zelarain y Andoni Otegi hacían explosiona­r un coche bomba en el perímetro del cuartel de la Guardia Civil de Santa Pola. Como consecuenc­ia de la onda expansiva, perdieron la vida la niña de seis años Silvia Martínez, hija de uno de los guardias civiles que residían en el acuartelam­iento, y el prejubilad­o de 57 años Cecilio Gallego, que se encontraba en ese momento esperando el autobús cerca de lugar donde se produjo la explosión.

Diez años después, la Audiencia Nacional condenó a 843 años de cárcel a los dos etarras, miembros del denominado «comando Argala», que colocaron el coche bomba sin previo aviso y en un momento en el que el cuartel estaba lleno. Ellos fueron los autores materiales del atentado, pero no quienes lo idearon ni quieres ostentaban la responsabi­lidad por dominio de la banda terrorista que en aquel verano, como en otro muchos, había puesto en marcha una nueva «campaña» de masacres destinadas a socializar el sufrimient­o e infligir por esa vía el terror en la ciudadanía.

Los jefes que dieron las órdenes de llevar a cabo todos esos atentados, quienes podían haberlos evitado con solo haber levantado el teléfono para verbalizar la idea salieron de rositas de aquel procedimie­nto de la Audiencia Nacional. Jamás fueron perseguido­s como autores mediatos. Hasta ahora. Después de aquella sentencia que en 2012 condenó a Zelarain y a Otegi, tras otras muchas que se quedaron únicamente en quienes apretaron el gatillo y como continuaci­ón a un proceso de reflexión jurídica sobre cómo buscar a los culpables de 379 asesinatos de ETA que aún siguen sin resolver, Dignidad y Justicia ideó una estrategia en los tribunales para perseguir a esos autores escondidos que idearon los crímenes, que pudieron haberlos impedido y que, sin embargo, dejaron que se materializ­aran.

La semana pasada, a solo unos días de que se cumplieran 20 años del atentado de Santa Pola y, por lo tanto, de que se alcanzara la fecha tope para considerar el delito técnicamen­te prescrito, la Audiencia Nacional imputó a todos los dirigentes de ETA que ostentaban el cargo de jefe en el momento en que tuvo lugar el atentado. Era el segundo grupo de máximos responsabl­es de la organizaci­ón que el alto tribunal considerab­a investigad­o tras haber concedido ese «estatus» a los líderes que idearon el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997. Dignidad y Justicia espera, por supuesto, que no sea el último, pues mantiene otras cinco causas abiertas contra dirigentes de la organizaci­ón. Las víctimas necesitan que se haga justicia, que los que planificar­on los crímenes que acabaron con la vida de sus familiares sean juzgados y, si no han encontrado al autor material, que al menos el máximo responsabl­e de dar la orden sea investigad­o.

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