La Razón (Madrid)

A 44 años de un tiempo singular

- Jorge Fernández Díaz

TalTal día como hoy, 6 de agosto de 1978, en su residencia de Castel Gandolfo fallecía el Papa, hoy San Pablo VI, el Pontífice que gobernó la Iglesia en un tiempo convulso para un mundo en plena crisis por la denominada revolución sexual, que alcanzó su punto culminante durante el «mayo francés». Fue este mayo el de 1968 en París, con manifestac­iones estudianti­les a las que se unieron posteriorm­ente reclamacio­nes sindicales, que no cambiaron el sistema político, pero sí precipitar­on una profunda transforma­ción de la moral y la práctica sexuales. Coincidió asimismo con un tiempo crítico de la Iglesia, el posterior al Concilio que había inaugurado en 1962 su predecesor Juan XXIII, y que al fallecer el 3 de junio de 1963 y ser elegido Pablo VI, tuvo que conducirlo hasta su conclusión el 8 de diciembre de 1965. Ser elegido en pleno Concilio, donde coexistían dos visiones del «aggiorname­nto» de la Iglesia («puesta al día») promovido por el papa Juan entre los padres conciliare­s, fue una tarea titánica que Pablo VI desarrolló con tacto y firmeza, y que se plasmó en los textos aprobados en continuida­d con la Doctrina, Tradición y Magisterio de la Iglesia. A ellos se opuso la minoría que después alumbrará el autodenomi­nado «espíritu conciliar» según el cual debían ser interpreta­dos esos textos en clave no de continuida­d, sino de ruptura con la bimilenari­a historia de la Iglesia. La encíclica Humane Vitae, promulgada en ese agitado 1968, definió la posición católica sobre la candente cuestión sexual sometida a tensiones de uno y otro signo tras la aparición de la píldora anticoncep­tiva, que separaba la práctica sexual de la procreació­n. Ese texto marcó un punto de inflexión en su pontificad­o, marcado desde ese momento por el creciente desapego hacia su persona y su ministerio Petrino por el sector progresist­a y modernista teológico, ya denunciado por San Pío X como «la síntesis de todas las herejías» en su encíclica «Pascendi» de 1907. El momento culminante de ese desapego se produjo el 29 de junio de 1972, fiesta de la cátedra de San Pedro y San Pablo en una homilía donde afirmó que «se esperaba una primavera para la Iglesia tras el Concilio, y ha aparecido la confusión, la división, la duda (…), todo ello tiene un nombre: se diría que por una rendija, ha penetrado el humo de Satanás en el Templo de Dios». Le sucedió Juan Pablo I que falleció a los 33 días de su elección, al que siguió el gran San Juan Pablo II. En menos de tres meses, tres Papas. Tiempo singular de la Historia.

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