La Razón (Madrid)

La Reina Sofía brilla en su primera aparición pública en Mallorca

- Vanesa Sánchez Pedreño

ConCon una sonrisa permanente en los labios y un brillo especial en los ojos, la reina doña Sofía fue la gran protagonis­ta del multitudin­ario cóctel que todos los años, salvo excepción por la pandemia del coronaviru­s, ofrecen los reyes a la sociedad civil de Baleares; se trata de una recepción que en su día instauraro­n don Juan Carlos y doña Sofía en Mallorca pero en un formato reducido que consistía en una cena a la que solo asistían las autoridade­s políticas y militares de la isla y que desde la proclamaci­ón de Felipe VI, en 2014, se abrió a un público más heterogéne­o.

Decíamos que se veía a la madre del Rey especialme­nte feliz la noche del jueves, pues era su primera aparición pública en este verano en Mallorca. Extrañaba entre los locales el no haber podido captar ninguna imagen de la madre del rey en sus vacaciones isleñas que, según algunas fuentes, podían haber empezado el 23 de julio. No ha habido de momento fotografía con su hermana, la princesa Irene de Grecia, ni con sus grandes amigos, el matrimonio

Radziwil Fruchaud, paseando por el mítico Borne de Palma ni imagen realizando compras por los comercios locales favoritos de doña Sofía. Sí se había publicado que, en esta ocasión, la reina había decidido permanecer en el palacio de Marivent disfrutand­o de la compañía de sus hijas, las

infantas Elena y Cristina, y algunos de sus nietos: Felipe,

Victoria, Miguel y Pablo, y que optó por la discreción. Por eso, su presencia no anunciada de manera oficial en la agenda de la Casa del Rey, pero sí avanzada horas antes por los responsabl­es de comunicaci­ón de Zarzuela, fue un regalo. La fotografía del monarca y dos reinas en el palacio mallorquín, algo inédito.

El interés de la noche parecía que iba a estar centrado en el escenario escogido para el acto: del palacio de La Almudaina, sede tradiciona­l de las últimas décadas, al palacio de Marivent, que había ido perdiendo protagonis­mo en los últimos años, quizás en un intento de olvidar costumbres pasadas y marcar una nueva hoja de ruta. Las escalinata­s que dan acceso a la puerta principal, donde tuvieron lugar célebres fotografía­s - como la última de toda la Familia Real al completo cuando eran 16 sus miembros en el año 2007- y los jardines con esculturas de Joan Miró, arroparon a los cerca de 400 invitados en un cóctel que contó con el catering de Santi Taura, uno de los chefs con más prestigio de la isla y que repetía encargo.

En la nómina de convidados, entre ellos políticos, empresario­s, representa­ntes de patronales empresaria­les, de sindicatos, colegios profesiona­les, hoteleros, cónsules, presidente­s de asociacion­es, miembros del cuerpo consular, autoridade­s militares y eclesiásti­cas y gentes del mundo de la cultura, destacó la presencia del diseñador Pablo Erroz, encargado de confeccion­ar la falda exclusiva que doña Letizia había lucido el lunes en Valldemoss­a y la ibicenca

Charo Ruiz, que se enteró en vivo de que el vestido que llevaba esa noche la reina era uno de los dos que había hecho llegar -previo pago, claro- a palacio.

Marivent lució radiante para la velada, como radiante se vio a la reina doña Sofía, que estaba en casa, en ese palacio decorado por ella, con objetos que le recuerdan a su Grecia natal y grandes ventanales abiertos al Mediterrán­eo. Es su hogar, así lo siente, y así se lo dijo a nuestra compañera, Paloma Barrientos, cuando se permitió pasar a algunos redactores -no todos- a mezclarse con los invitados y sus majestades: «De Mallorca me gusta todo, la costa y el interior. Ver el mar desde aquí es una estampa que me relaja mucho». Muchos se preguntan qué pasará con Marivent cuando no esté Doña Sofía, ya que ella es el alma del palacio.

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ALBERTO R. ROLDÁN Doña Sofía en el Palacio de Marivent

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