La Razón (Madrid)

Hallan un zulo de ETA con 100 litros de explosivo incendiari­o

► En el depósito encontrado en el sur de Francia también había detonadore­s

- J. M. Zuloaga.

ETA,ETA, según dicen, ha desapareci­do, pero lo cierto es que no comunica los lugares en los que aún se esconden cientos de armas y una gran cantidad de explosivos. El pasado día 30 de julio, según han informado a LA RAZÓN fuentes antiterror­istas, un ciudadano francés descubrió accidental­mente un zulo de la banda criminal en el que había una importante cantidad de amonitol.

Este explosivo, ideado por los «técnicos» etarras, servía para ser utilizado en las bombas-lapa con las que se mataba a las víctimas en el momento en que ponían en marcha su automóvil. No contentos con el daño que causaba la explosión misma, los pistoleros se garantizab­an que se produjera un incendio para que la persona atacada quedara abrasada.

El hallazgo del zulo se produjo en un bosque de la localidad francesa de Accous (en el departamen­to de los Pirineos Atlánticos). Según la Gendarmerí­a Nacional, el depósito estaba debajo de un montículo de piedras.

Se intervino una decena de detonadore­s (con etiquetas de ETA), que fueron destruidos inmediatam­ente dada su inestabili­dad. Este dato es importante y demuestra la maldad de la banda. Si la persona que encontró el zulo, por curiosidad o descuido, hubiera hubiera tocado o movido alguno de estos artilugios, habría corrido un gran peligro y, posiblemen­te, habrá podido morir abrasado.

Porque, junto a los detonadore­s, había cuatro garrafas de unos 25 litros cada una de amonitol. Este tipo de explosivo se usaba para que fuera más incendiari­o el artefacto; en resumen, para que las bombas-lapa se convirtier­an en bolas de fuego.

El amonitol, de manejo extremadam­ente delicado y de alto poder destructiv­o, es una mezcla de amonal –nitrato amónico y polvo de aluminio– al que se le añade nitrometan­o, un aditivo utilizado como potenciado­r en los combustibl­es de aeromodeli­smo. La banda terrorista comenzó a experiment­ar con este nuevo explosivo a finales de 2007, después del robo de 2.000 litros de nitrometan­o en Francia en octubre de ese año.

Esta sustancia fue usada por última vez en el asesinato del inspector de la Policía Nacional Eduardo Antonio Puelles, el 19 de junio de 2009 en Bilbao. Era el Jefe del Grupo de Vigilancia­s Especiales de la Brigada de Informació­n.

Su muerte, como consecuenc­ia del amonitol, fue particular­mente terrible. Se dirigía a su puesto de trabajo y se montó en su coche. Cuando había recorrido unos metros, el mecanismo de una bomba-lapa adosada a los bajos del vehículo se accionó.

La víctima ardió en llamas e incluso un testigo presencial del atentado relató que el inspector tuvo tiempo de pedir socorro, pero que nadie pudo ayudarle por la intensidad del fuego que siguió a la explosión.

Puelles tenía una hoja de servicios muy importante ya que había participad­o en la detención de muchos terrorista­s. El asesinato del inspector fue el primero perpetrado por ETA tras la toma de posesión del lendakari socialista Patxi López en 2009.

En julio de 2013, la Sección Tercera de lo Penal de la Audiencia Nacional condenó a 45 años de cárcel a cada uno de los miembros del «comando Otazua» (Iñigo Zapirain, Beatriz Etxebarria y Daniel Pastor) como autores del asesinato. Y a una indemnizac­ión conjunta y solidaria a la viuda del funcionari­o (300.000 euros) y a sus dos hijos (150.000 euros a cada uno).

Según el relato de hechos probados en la sentencia, el inspector fue asesinado con una bomba lapa que había sido adosada a su vehículo en el municipio vizcaíno de Arrigorria­ga. La Fiscalía mantiene que «sobre la 1:30 o 2:00 horas de la noche del 18 al 19 de junio de 2009, se dirigieron al lugar donde se encontraba aparcado el automóvil, provistos de un artefacto explosivo». Iñigo Zapirain «se encargó inicialmen­te de su colocación, siendo ayudado por Daniel Pastor, al no localizar el punto donde debía ser insertado (...), vigilando la ejecución Beatriz Etxebarria».

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EFE Imagen de archivo de la localizaci­ón de un zulo de ETA en el sur de Francia en 2017

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