La Razón (Madrid)

De los incendios a un polvorín

- Pilar Ferrer

SuSu nombramien­to estuvo rodeado de polémica desde el principio. De hecho, los vocales conservado­res del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) vetaron su acceso al frente del Ministerio Público. «Es un apéndice de Dolores Delgado», aseguran sectores de la carrera en relación a quien fue mano derecha y gran mentora, Lola Delgado. Álvaro García Ortiz, llega al cargo de una manera atípica, incluso en su toma de posesión, que tuvo lugar excepciona­lmente en el Palacio de la Almudaina, residencia oficial del Jefe del Estado en las Islas Baleares. Ante el Rey Felipe VI, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la ministra de Justicia, Pilar Llop, prometió su cargo tras una tormentosa sesión de control en la Comisión de Justicia del Congreso, donde el PP y Vox cuestionar­on su independen­cia por haber asistido a varios actos públicos del PSOE y su cercanía a la propia Delgado. En la Cámara de diputados resonaban aquellas palabras de Pedro Sánchez en una entrevista televisiva: «¿De quién depende la Fiscalía del Estado? Del Gobierno, pues eso». Alto y claro.

Y una vez más, el Ministerio Fiscal está en el centro de la polémica desde que Dolores Delgado llevara a la institució­n a unos límites de descrédito y falta de neutralida­d sin precedente­s. Su sustituto, García Ortiz, mantuvo una sesión bronca, un auténtico cuerpo a cuerpo con los partidos de la oposición en el Congreso en el que tuvo que zafarse ante preguntas muy duras, precedidas por el voto particular que siete vocales del Consejo General del Poder Judicial emitieron en su contra, basados en la sospecha de su presunta cercanía al PSOE por haber participad­o en diciembre de 2019 en un acto de los socialista­s gallegos, algo que él defiende porque no era un mitin electoral y fue autorizado por la inspección de la Fiscalía General del Estado. Sin embargo, para el PP, los vocales críticos del CGPJ y de amplios sectores de la Carrera fiscal, su cercanía al PSOE, al Gobierno y a Dolores Delgado es un claro impediment­o para poder ejercer la máxima responsabi­lidad al frente del Ministerio Público.

En su comparecen­cia en el Congreso, García Ortiz se alineó claramente con las tesis legisla ti Santiago vas del Gobierno de Pedro Sánchez. Ensalzó la figura de su antecesora y amiga personal Dolores Delgado y anunció que convocará la junta de fiscales de Sala para fijar una postura conjunta sobre la polémica en torno a la prescripci­ón en la investigac­ión del asesinato por ETA del concejal del PP Miguel Ángel Blanco. Una, de sus grandes polémicas nada más llegar al cargo. Su acción en el «caso Stampa» y la investigac­ión abierta por el asalto a la valla de Melilla fueron otras cuestiones conflictiv­as, así como su papel al frente de la Secretaría General Técnica y mano derecha de Dolores Delgado en la Fiscalía General del Estado. García Ortiz afrontó con enorme frialdad y desdén los ataques de la oposición y defendió, por ejemplo, su papel como fiscal en el caso del Prestige en Galicia. Destacó, alardeando de su imparciali­dad en la Unión Progresist­a de Fiscales: «Yo no soy un clon de Lola Delgado».

Álvaro García Ortiz nació en Salamanca y es padre de dos hijos con su pareja, la también fiscal especializ­ada en violencia de género, Pilar Fernández. Ingresó en la carrera fiscal en 1988, tras licenciars­e en Derecho en la Universida­d de Valladolid, donde algunos compañeros de aquella época recuerdan que era estudioso y muy conciencia­do con la naturaleza y la preservaci­ón del medio ambiente.

Su primer destino fue en la Fiscalía menorquina de Mahón, para pasar después a Galicia, en de Compostela, donde fue nombrado fiscal especial coordinado­r de incendios en la Comunidad Autónoma Gallega. Allí estuvo a cargo de la investigac­ión de los incendios forestales que arrasaron la región, aunque su papel más mediático fue el caso del Prestige, el desastre medioambie­ntal provocado por el vertido del petrolero que generó un complicado proceso judicial que se prolongó durante ocho años y que terminó con la condena del capitán del barco a dos años de cárcel. Durante la larga instrucció­n, García Ortiz manifestab­a «una gran impotencia ante la magnitud de la catástrofe». Una tragedia que en su momento fue utilizada para atacar políticame­nte a los miembros del PP en la Xunta de Galicia y en el Palacio de La Moncloa.

Aunque nacido en Salamanca, Álvaro García Ortiz ha ejercido su profesión en Galicia durante dieciocho años, obsesionad­o en su

«Es un apéndice de Dolores Delgado», apuntan desde algunos sectores de la carrera judicial

trayectori­a por las investigac­iones sobre incendios y delitos forestales. Asegura sentirse muy molesto con la actitud de los vocales del CGPJ que emitieron un voto particular contra su idoneidad para tan alto nombramien­to. «Me he sometido a un injusto tribunal de honor», se lamenta el nuevo fiscal general del Estado. También rechaza las acusacione­s que le vierten sobre su actuación en el «caso Tándem» como número dos de Dolores Delgado y defiende los proyectos legislativ­os del Gobierno, como las leyes de violencia de género, la ley trans y el decreto ley de ahorro energético.

Para sus detractore­s será un fiscal obediente a las directrice­s del actual Ejecutivo, mientras que para los sectores progresist­as, impulsará un cierto cambio, donde ahora se le ha aceptado con muchos recelos. Dado que se avecina un otoño frío y a oscuras, está por ver que Álvaro García Ortiz, como nuevo fiscal general del Estado, gran experto en juzgar a pirómanos, sepa sofocar el polvorín que actualment­e es el Ministerio Público.

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