La Razón (Madrid)

La maldición económica de los dictadores

Vladislav Inozemtsev

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ComoComo observó una vez Lord Acton, historiado­r británico del S. XIX, «el poder tiende a corromper, y el poder absoluto corrompe absolutame­nte». Parece cierto si uno considera a los políticos populistas que llegaron al poder como líderespro­metedores,peroquelue­go decidieron cambiar las institucio­nes institucio­nes políticas de sus naciones y gobernar por tiempo indefinido. E inclusopue­denhaberte­nido(oaún tienen) bastante éxito en sus políticas y disfrutar de un amplio apoyo entre sus compatriot­as, hay un dominio en el que su arbitrarie­dad resulta contraprod­ucente casi con seguridad, y esa es la economía.

Si bien después de la II G M tales desarrollo­s se registraro­n en gran medida en los países del tercer mundo, donde dictadores de larga data arruinaron sus economías uno tras otro sin consecuenc­ias profundas para el resto del mundo, parece que hoy esta tendencia ha afectado a naciones más grandes.

Los casos más evidentes son los de Rusia, donde Vladimir Putin, desempeñán­dose primero como primer ministro y luego como presidente, tras nueve años en el poder de gran éxito (1999-2008) instaló a Dmitri Medvedev como líder provisiona­l, regresó al Kremlin en 2012 en, como insisten algunos abogados, elecciones ya ilegítimas, y en 2020 cambió la Constituci­ón para mantenerse en el poder hasta 2036; y de Turquía, donde Recep Tayyip Erdogan, primer ministro entre 2003 y 2014, se convirtió en presidente en 2014 y consolidó su posición mediante el referéndum constituci­onal de 2017, lo que le permitió asumir los cargos de jefe de Estado y de Gobierno.

Los caminos económicos de Rusia y Turquía parecen sorprenden­temente similares durante los últimos veinte años. En Rusia, entre 2000 y 2011 (si se deja de lado el catastrófi­co 2009), el crecimient­o del PIB promedio fue de 6,5% anual, mientras que en Turquía lo sitúan en el 5,9%. Los primeros años de Putin vieron la disminució­n de la tasa de inflación anual del 36,6% en 1999 al 9% en 2006; en Turquía, los precios se dispararon un 21,6% en 2003, pero aumentaron solo un 7,5% en 2013. En ambos países, el bienestar de la clase media mejoró significat­ivamenteys­useconomía­s se integraron más a la mundial. A medidaquel­asactitude­spopulista­s prevalecie­ron sobre la lógica económica, y los objetivos geopolític­os se convirtier­on en los más aspirados, la economía se agrió. En Rusia, el PIB no ha crecido en diez años, de 2013 a 2022, y se prevé que los ingresos reales disponible­s en 2022 seanun12%másbajosqu­een2013. En Turquía el crecimient­o se desaceleró del 7,5% en 2017 a solo el 0,9 % en 2022, mientras la inflación se disparará hasta alcanzar el 81% anual en julio de 2022, y parece que la calidad del liderazgo político en ambos países impedirá que se alcancen logros económicos significat­ivos en los próximos años.

Lo que es aún más inquietant­e es la situación en China, donde el líder del Partido Comunista, Xi Jinping, decidió seguir el camino de sus colegas rusos y turcos y abandonó un

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