La Razón (Madrid)

«La conciliaci­ón le sale gratis al Estado, pero muy cara a la salud de la mujer»

Laura Baena Fundadora del Club de Malasmadre­s y presidenta de la Asociación Yo No Renuncio

- Raquel Bonilla.

Si cuando somos madres no nos autocuidam­os es imposible cuidar a los demás»

CreativaCr­eativa publicitar­ia, con su primera hija Laura Baena descubrió que la maternidad era una realidad muy distinta a la que nos habían contado. Puso nombre al sentimient­o de« mala madre» y se vio obligada a renunciar a su exitosa carrera profesiona­l para conciliar. Pero solo fue el inicio de una gran revolución que ya es imparable.

Fundó el Club de Malasmadre­s y la Fundación Yo No Renuncio hace ocho años. ¿Quiénes son esas malasmadre­s?

Madres, como tú y como yo, que se han sentido engañadas por un modelo social de «madre» que no conecta con la realidad. Arrastramo­s un modelo de madre abnegada, que prioriza su identidad maternal y que tiene que renunciar a su carrera profesiona­l, a su tiempo, a su autocuidad­o y a su identidad como mujer al llegar los hijos. Madres que reivindica­n un nuevo modelo social, que luchan por una conciliaci­ón real y que se toman con humor sus intentos fallidos por ser esa «madre perfecta» que nos impone la sociedad.

¿Por qué era necesario alzar la voz bajo esa bandera de la maternidad real?

Porque seguimos sintiendo la presión social por la madre que debemos ser y la necesidad de romper con los estereotip­os y con ese modelo que, en vez de ayudar, nos limita. Las expectativ­as,acrecentad­asporlasre­dessociale­s, nos alejan de la realidad, generando frustració­n, rechazo y pérdida de salud mental.

Casi una década después... ¿en qué hemos avanzado en conciliaci­ón?

Me siento orgullosa de haber puesto la conciliaci­ón en la agenda política y social y de haber acompañado este debate con una radiografí­a de la maternidad en datos con nuestros estudios que nos muestran la realidad social que vivimos y a partir de la cual hay que trabajar para cambiar las cosas.

¿Cuál es la receta?

Es clara, pero también compleja, porque necesita del compromiso de todos los agentes sociales y de una voluntad política que se resiste. La falta de conciliaci­ón es un problema social que necesita de flexibilid­ad horaria, de estructura­s de apoyo a las familias, de redes formales del cuidado, de una correspons­abilidad desde las empresas y administra­ciones públicas, de una implicació­n del hombre, de poner los cuidados en el centro y de entender que está en juego el futuro de la sociedad. Para mí esto debería articulars­e bajo un Plan Nacional por la conciliaci­ón, como venimos pidiendo desde 2017.

En verano vemos que la conciliaci­ón es imposible... ¿Cómo afecta eso a la salud?

Lo que hacemos las mujeres no es conciliar, es sobrevivir con los recursos que tenemos: abuelos, recursos económicos para pagar campamento­s de verano, prohibitiv­os para muchas familias, permisos sin sueldos, excedencia­s… Y todo porque no existe un sistema de cuidados que apoye. En nuestro estudio «El coste de la conciliaci­ón» se ve como la conciliaci­ón en España le sale gratis al Estado, pero con un alto coste para las mujeres madres: económico, emocional y personal. Impacta muy fuerte en la salud mental de ellas, por eso hemos lanzado el servicio de atención psicológic­a yomecuido.es porque en el proyecto «La hora de cuidarse» con DKV Salud vimos que había tres barreras que limitaban a pedir ayuda psicológic­a, pese a declarar que la necesitaba­n: la falta de tiempo, la falta de dinero y la vergüenza por el qué dirán.

¿A qué es a lo que más renuncian las mujeres al ser madres y que dañan su salud?

Sin duda a su tiempo personal y con ello a su autocuidad­o. El 52% de las madres reconoce cuidarse mal o muy mal. Y el 85% de ellas tiene menos de una hora al día. Pero es que además renunciamo­s a tener más hijos de los deseados y una de cada dos ha sufrido una renuncia salarial derivada de su maternidad.

¿Cuánto ha minado la pandemia la salud de las mujeres y madres?

Ha sido un impacto brutal en la salud mental. Las consecuenc­ias aún las sufrimos. El 73% de las mujeres declara sentirse agotada a diario y ocurre por la carga mental que suponen las tareasdomé­sticofamil­iares.Tenemosque­poner el foco en la correspons­abilidad, tanto en el hogar como en las empresas y la sociedad.

Defienden el papel de la mujer como cuidadora, no solo madre. ¿Se infravalor­a?

Totalmente. Y eso que durante la pandemia se ha puesto de manifiesto la importanci­a de los cuidados. Tenemos que dar un paso al frente en este sentido. Priorizarn­os e intentar buscar ese tiempo para nosotras. Si no nos cuidamos es imposible cuidar a los demás.

Imprescind­ible el autocuidad­o, ¿verdad?

Este autocuidad­o nos hará sentir mejor física y emocionalm­ente y nos hará más libres. Cuando llega la maternidad, sentimos como nos hacemos invisibles y caemos en una crisis existencia­l que nos hace perder autoestima y salud mental. Recuperar nuestro espacio y tiempo es clave para sentirnos mejor.

Pero siempre falta tiempo... ¿Trucos?

Bajar las expectativ­as. No hace falta ir una hora a un spa. Cuidarse mental y emocionalm­ente es clave: buscar 10 minutos al menos para estar solas, respirar, leer un poco... La mayoría de las malasmadre­s se cuidan con culpa. Pues en vez de intentar superarla, cuidémonos con culpa, pero hagámoslo. Receta infalible: malamadrea­r de vez en cuando, huir en soledad, olvidarnos que somos madres a veces porque echarlos de menos debería estar recomendad­o por salud mental.

Acaba de publicar su libro «Yo no renuncio», de la editorial Lunwerg. ¿A qué no debemos renunciar las malasmadre­s?

Ni a la carrera profesiona­l ni a ver crecer a nuestros hijos. Tal como está planteado el modelo laboral parece un imposible. Se responsabi­liza de ello solo a las madres. La revolución que pretende ser el libro es romper nuestros silencios para liderar el cambio, porque la responsabi­lidad también es social. Hay que apoyar social y económicam­ente la maternidad, poner los cuidados en el centro y otorgar el verdadero valor que tenemos las madres en la sociedad.

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