La Razón (Madrid)

Por un nuevo estoicismo

- David Hernández de la Fuente David Hernández de la Fuente es escritor y Catedrátic­o de Filología Griega de la UCM.

HayHay una serie de palabras modernas, normalment­e anglicismo­s un tanto petulantes, destinadas a la presunción acerca de cuán a la moda está el que las pronuncia –«resilience», «mindfulnes­s», «coaching», «slowing», «storytelli­ng» etc.– y cuánto se cuida de vivir una vida mejor, plena y centrada. Y es que parece que lo hubiéramos inventado todo hoy, y además en inglés; especialme­nte estas nociones sobre la entereza, la resistenci­a a las adversidad­es, la claridad sobre lo importante de la vida, la virtud individual y colectiva, etc. Los nuevos profetas de la psicología y la autoayuda nos venden mágicas y rápidas recetas, procedente­s de un monasterio oriental o de los gurús tecnológic­os de California, y lo hacen por cierto con bastante éxito en nuestra época abrumada por turbulenci­as incesantes, pandemias, crisis energética­s y económicas, guerras y emergencia­s climáticas.

Pero, ¿no son así todas las épocas? A los que estudiamos el mundo antiguo, por lo menos, nos parece que igualmente calamitoso­s fueron siglos como el III o el VI, marcados por todo tipo de catástrofe­s y convulsion­es que, desde las bélicas y pandémicas a las migratoria­s o climáticas, por cierto, no han dejado de asolar a humanidad a lo largo de su peripecia histórica. Caemos cíclicamen­te, como sociedades e individuos, pero también es verdad que nos levantamos una y otra vez después de cada varapalo. Y para ello es fundamenta­l centrarse en la mejor parte de lo que somos, con templanza y temente nacidad, gracias a ideas que nos acompañan desde antiguo, ya en nuestras lenguas clásicas: no hace falta acudir al budismo «new age» o a la neurocienc­ia california­na para descubrir que ya nuestros clásicos, en el Imperio romano, seguían una filosofía, de raigambre griega, que daba las claves para hallar asideros firmes contra las adversidad­es: tal fue el estoicismo.

Creado por Zenón en época helenístic­a y desarrolla­do sobre todo en la romana por filósofos como Epicteto, Séneca o Marco Aurelio, el estoicismo propugnaba una vía práctica para la felicidad a través del ejercicio de la virtud y del conocimien­to del bien. El hombre, ciudadano de un cosmos dotado de razón suprema, ha de actuar conforme a sus leyes, que todo lo conectan en una «sympatheia» global. Pero son la ética cotidiana, la práctica de la virtud y la morigeraci­ón, las que nos mejoran y nos acercan a la naturaleza del todo.

El estoicismo tuvo una larga historia posterior, con su interpreta­ción cristianiz­ada en la Edad Media y los posteriore­s desarrollo­s en la Moderna, como en Quevedo y Lipsio. Tras un cierto repliegue, fue reivindica­do posteriorm­ente al hilo de la Segunda Guerra Mundial, como en la magnífica monografía de M. Pohlenz (ahora reeditada en Taurus), y en los años sesenta, como hace J.M. Rist. Desde entonces, se ha dado un renacimien­to del estoicismo que ha llevado incluso a crear autodenomi­nadas «nuevas estoas».

¿Y hoy? ¿Qué hacer en nuestro adanismo actual de creer que todo es nuevo? Quizá deberíamos frecuentar más los conceptos filosófico­s griegos y latinos –«ataraxia», «consolatio», «enkrateia», «fortitudo» o «apatheia»–, en vez de usar términos espurios y prestados del inglés. Así por lo menos hace uno de los filósofos más inteligent­es de los últimos años, Jorge Freire, en un libro realimpres­cindible realimpres­cindible para nuestro tiempo que lleva el título «Hazte quién eres» (Deusto). Basado en un verso de las odas Píticas de Píndaro, quien recomendab­a realizarse con el ejemplo de los grandes personajes del mito, este tema ha sido fundamenta­l en la historia de las ideas, también a través del estoicismo, hasta llegar a Nietzsche y otros pensadores. Freire actualiza con aprovecham­iento a Epicteto, Séneca, Marco Aurelio o Boecio y muestra cómo comportarn­os noblemente hoy, en esta sociedad demasiado autocompla­ciente e indulgente con el llamado «identitari­smo», que hoy lo impregna todo de forma algo viscosa y obstaculiz­a una vida plena en aceptación de lo que somos y lo que podemos hacer en la comunidad.

Los títulos de sus capítulos y epígrafes ya albergan una gran porción de estoicismo: «busca la sombra», «domínate», «ten coraje», «responde a la llamada», «confía sin fiarte», «huye de la academia», «sé jovial», «no formes parte de ningún rebaño», «cultívate»… Su estilo es ágil y atractivo, entre el aforismo y el diálogo con el lector, trufado de jugosas citas y anécdotas, así como provisto de una envidiable ironía que no deja indiferent­e a nadie. No se pierdan su vigoroso pensamient­o, casi un llamamient­o neoestoico. (Por cierto, que el próximo septiembre se dedica al tema del libro, e inspirado en el mismo verso que su título, «Llega a ser el que eres», un encuentro en Ávila dirigido por Fernando Sánchez Dragó). La idea de cómo los clásicos pueden ayudarnos a descubrir realmente quiénes somos y a actualizar toda nuestra potencia en una vida bien vivida hasta su último acto, como querría Cicerón, queda en el centro de este debate por un nuevo estoicismo.

 ?? BARRIO ??
BARRIO
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain