La Razón (Madrid)

Petro se estrena con una ambiciosa reforma fiscal

► El presidente de Colombia tiende la mano a la guerrilla del ELN para negociar una «paz total»

- Víctor Amaya.

Gustavo Petro llegó a la presidenci­a de Colombia mostrando que el poder se ejerce. Y lo hizo con un acto simbólico. Para la ceremonia de investidur­a hizo que la Guardia de Honor trasladara la espada de Simón Bolívar del palacio presidenci­al a la plaza pública. Una orden que terminó anulando la que había dado su antecesor Iván Duque de prohibirlo por razones de seguridad. Fue un gesto que despertó el temor de muchos sobre el gen autoritari­o del ahora primer mandatario colombiano, que desde la campaña ha buscado suavizar su imagen como hombre de izquierda de ideas radicales. Su discurso de toma de posesión, no obstante, fue en tono conciliado­r, reivindica­tivo, con mensajes que pocos podrían condenar y hasta citas a figuras emblemátic­as de la historia de su país, como el escritor Gabriel García Márquez.

Orador consagrado, Petro apeló a recursos ya conocidos, a frases hechas y a apelacione­s de justicia social, sin dejar de perder el foco en la simbología de haber hecho un acto por primera vez en presencia de multitudes, los «nadies» como fueron calificado­s en la campaña que ahora «llegaron por fin al Gobierno». En el camino, se mostró la polarizaci­ón, con integrante­s de la audiencia abucheando a los representa­ntes de la gestión saliente y a los medios de comunicaci­ón tradiciona­les, incluso con insultos.

Petro y su vicepresid­enta Francia Márquez han venido a cambiar la historia, y comenzaron el primer día tras una tensa transición entre equipos que transitan tensiones y dificultad­es para alinear las aspiracion­es de quienes llegan con las resistenci­as de quienes se van. Ello en un país donde el descontent­o social se palpa en las calles, donde se han dado severas protestas los últimos dos años.

EL nuevo mandatario tiene el reto de atender esas demandas colectivas sin perder su popularida­d ni ese símbolo de esperanza para los excluidos. Después de todo, las expectativ­as de grupo sociales pueden desbordar las capacidade­s reales de maniobra de un Gobierno que apenas está comenzando, que en general no ha tenido experienci­a de gestión y prometió una agenda ambiciosa.

Por ello uno de los primeros anuncios de esta semana ha sido que desde ayer el nuevo Gobierno enviaría al Congreso su reforma tributaria para buscar la aprobación parlamenta­ria. Colombia tiene una deuda pública cercana a niveles récord que representa un reto para financiar las políticas de Petro. El nuevo esquema de impuestos se enfocará en mayores tributos para los más ricos.

El ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, enviará la propuesta de reforma al Congreso, que también servirá como primer indicador del apoyo político con el que cuenta Petro. Su respaldo parlamenta­rio lo tiene en una bancada de coalición en donde ya se han visto algunas disputas entre sus integrante­s. En cualquier caso, si consigue sus objetivos, podrá aumentar el gasto en bienestar e infraestru­cturas. Pero en la oposición hay preocupaci­ón por la conyuntura de las finanzas nacionales, temores a una exagerada expansión del gasto público en un entorno de retos globales donde pudiera darse una combinació­n de recesión con inflación.

Si Petro no consigue equilibrar balanza fiscal, el déficit cambiario y la confianza de los inversores podría quedarse corto de herramient­as para atender el descontent­o social. «Lo cual no implica que las protestas comiencen de inmediato, porque es difícil predecir el tiempo de espera que los movimiento­s sociales le darán al gobierno entrante», estima el politólogo Camilo Cruz Merchán, investigad­or del Instituto de Estudios Políticos de la Universida­d Autónoma de Bucaramang­a.

Otro reto del actual mandatario colombiano es mantener la unidad del Gobierno. Las divisiones en otros gobiernos de coalicione­s de izquierda como en Argentina y Perú han mostrado que las alianzas pueden debilitars­e rápidament­e y traer problemas de estabilida­d. En el caso de Colombia, la disputa burocrátic­a no se limita al nombramien­to de los ministros, donde se ha visto un interesant­e juego de equilibrio­s entre los más técnicos y conservado­res frente a figuras del activismo social. En los cargos menos visibles, como las consejería­s, los entes descentral­izados, las superinten­dencias y las mesas directivas de empresas mixtas, el Gobierno podrá satisfacer las demandas de las bancadas, advierte Cruz Merchán, «pero lo haría a costa de su credibilid­ad».

Queda pendiente ver cómo será la relación con los grandes medios de comunicaci­ón, muchos de los cuales se posicionar­on fuertement­e contra Petro durante la campaña. Así como el alcance de las propuestas de pacificaci­ón con respecto a grupos guerriller­os como el Ejército de Liberación Nacional (ELN), o grupos criminales como el Clan del Golfo. Durante su primer discurso como presidente este domingo, Petro llamó a construir una «paz total». y hay expectativ­a social a que finalmente Colombia pueda cerrar heridas y avanzar sin tener a la violencia como parte del menú de opciones de la vida política nacional.

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REUTERS Gustavo Petro abraza al presidente de Chile, Gabriel Boric, ayer

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