El relato del Gobierno
Tomás Gómez
Sánchez no ha conseguido zafarse de los problemas que le generan sus socios de gobierno. Después de la Ley del «sí es solo sí» y de la batalla interna con la ley de protección animal, ha sido noticia la quiebra interna dentro del PSOE en torno a la Ley Trans. Los socialistas tienen dos grandes problemas de difícil solución. El primero es la imagen de persona fría y distante que proyecta el presidente. En un intento de «humanizar» a Sánchez, Moncloa ha inventado una campaña de encuentros con ciudadanos comunes, tan chapuceramente construida que la noticia ha terminado siendo que los ciudadanos eran militantes socialistas. El segundo problema, mucho más importante, consiste en la dificultad para hacer un relato de la acción de gobierno.
Se percibe a Ayuso como el verso suelto en un PP que se esfuerza en moderar sus posiciones bajo la batuta de Feijóo, Arrimadas es identificada como el desastre y Abascal encarna el franquismo. Sánchez ha intentado construir el suyo identificándolo con una gestión social de la crisis, con medidas como la subida de pensiones, de los sueldos a los funcionarios, la bajada de los precios energéticos o la subida del salario mínimo. Sin embargo, no son percibidas como una estrategia planificada y coherente, sino como una amalgama de improvisaciones en función de sus intereses electorales.
Las cesiones al independentismo y mantener a los ministros morados contra viento y marea proyectan a un Sánchez que antepone su permanencia en el sillón ante todo lo demás. Es lo peor que le puede pasar al PSOE, porque para los votantes, el líder y el partido político vienen a ser lo mismo. Faltan poco más de tres meses para las elecciones y, aunque los candidatos se esforzarán en campañas en clave local y personal, el deterioro a nivel nacional les afectará. La medida en que sufrirán las consecuencias de los virajes de Sánchez, se verá en el recuento de la noche electoral.