La Razón (Madrid)

Restos de italianos en la Pirámide del Puerto del Escudo

► Un joven encontró y enterró en 2016 huesos de combatient­es de Mussolini tras ofrecerlos a un vicecónsul transalpin­o

- Andrés Bartolomé.

Después de Abisinia, el «Segundo Imperio Romano» de Benito Mussolini actuó en España como aliado de Franco durante la Guerra Civil. Envalenton­ados tras la toma de Málaga, en marzo de 1937 miles de combatient­es enviados por el Duce sufren una sonora derrota en Guadalajar­a. Las maltrechas tropas del Corpo di Truppe Volontarie (CTV) pasan tres meses en los alrededore­s de Santander recuperand­o fuerzas, hasta entrar de nuevo en lucha. En torno al Puerto del Escudo sufren 384 bajas del total de 2.000 en los combates que acaban con la toma de la capital cántabra por el CTV. Esta sangría entre sus aliados mueve a Franco a dedicarles un mausoleo que levanta dos años después entre los actuales límites entre las comunidade­s de Cantabria y Castilla y León, una pirámide que evoca las reminiscen­cias de la Roma clásica tan del gusto de Mussolini, en este caso la pirámide de Cayo Cestio.

Señalada en rojo por la Ley de Memoria Democrátic­a, su pervivenci­a ha sido reclamada la semana pasada por Roberto Menia, senador de Fratelli d’Italia, que interrogó a los ministros de Cultura y Defensa para saber qué pretende hacer el Gobierno para salvaguard­ar el mausoleo. Según Menia, ante la cruzada de Compromís para que sea demolido y «aunque ya no albergue restos de italianos, representa un monumento de testimonio funerario y de piedad, que merece el respeto sin importar las connotacio­nes políticas o nacionales de los caídos a quienes fue dedicado». Pero en su interior quedaron restos que todo apunta pertenecen a los hombres del CTV. Hace una semana, miembros de la Asociación por la Reconcilia­ción y Verdad Histórica visitaron el túmulo en compañía de un lugareño que estuvo presente en las exhumacion­es de 1975. El grupo bajó a la cripta donde se enterró a doce oficiales. «Entre el montón de escombro, alguien metió una mano y sacó una estrella de capitán», y después «siete u ocho trozos de pequeños huesos, además de una lápida de las del piso superior» [que cubrían los 372 columbario­s], cuenta Javier Campal, presidente de la asociación, defensor de la declaració­n BIC del enclave, y que no sale de su asombro: «Es una vergüenza».

En mayo de 1971, tras un accidua dente de autobús –con un saldo de 11 muertos– en el que iban excombatie­ntes del CTV a visitar a sus compañeros, el Gobierno de Italia decide trasladar los cuerpos de la pirámide, aunque la tarea se retrasa cuatro años. A petición de sus familias, 268 son enviados a su país y el resto (104) a la iglesia de San Antonio de Pade Pade Zaragoza, donde reposan 2.788 transalpin­os en la anexa Torre de los Italianos.

David González, de 64 años, es quien presenció en 1975 el desmantela­miento del singular cementerio. «Trabajaba en un taller con una grúa con mi jefe», al que encargaron cargar en camiones «una Virgen y unos monolitos» que había en el exterior. Mientras tanto «veía cómo echaban los restos humanos en un carretillo y dos soldadores se encargaban de sellar las cajas de zinc, donde metían un cráneo y una palada de huesos en cada una. De quien fuesen». Ocurrió «el día del Pilar de 1975», con «mucho frío y nieve» y recuerda que «salió un cuerpo entero», que «tumbaron encima de la acera, porque decían que se deshacía, y al final tuvieron que traer una caja de pino... parece que no se descompuso por el mineral de la tierra». En «dos días acabaron la tarea», apunta.

El relato lo completa David Santamaría (39 años), miembro del colectivo Frente de Santander, aficionado a la Guerra Civil al que gustaba «parar en ese lugar». La entrada estuvo tapiada «hasta hace 10 o 15 años, que alguien picó y lo volvió a abrir», por lo que accedió al interior, y en una de sus visitas observó que dentro de los nichos «se veía alguna falange de un dedo, dientes... y un día me encontré un huesecillo en el suelo», por lo que con un amigo decidió hacer algo. Vaciaron los columbario­s y metieron el contenido en una caja metálica, «solo una pequeña parte, teniendo en cuenta el número de sepulturas». El exvicecóns­ul italiano en Burgos, al que contactó a través de Giampaolo Sorba, sobrino-nieto de un combatient­e del CTV, dijo que «la propiedad revirtió a la hermandad de pastores que había cedido el terreno para la construcci­ón y ya no era de Italia, que se desentendí­an de unos huesos mínimos». Aun así, escribió y mandó fotos a Zaragoza, e incluso se ofreció a llevarlos «en persona a la Torre de los Italianos». No le dieron respuesta y los dos amigos decidieron «enterrar los restos junto a la pirámide», dentro de «una caja metálica». Se hizo en «un sitio discreto, en el camino de acceso», del que guardan las coordenada­s.

Los dos David se conocen y comparten informació­n y rutas donde los legionario­s de Mussolini «dejaron mucha iconografí­a fascista». Ambos están al tanto de los enterramie­ntos de Cuelgamuro­s. «Cuando dicen que en el Valle de los Caídos están todos los huesos mezclados me parece normal, yo ya lo vi aquí», incide el más veterano, que recuerda cómo «hasta que rompieron la puerta, en la cripta de los oficiales había botas y los huesos de los pies dentro». Apuestan por la conservaci­ón. «Queríamos un centro de interpreta­ción», dice González. «Depende de la Junta; si lo declara BIC está a salvo, no sé qué están esperando», tercia Santamaría, que constata el «atractivo turístico: cualquier día esto está lleno de coches para ver la pirámide».

Hace una semana localizaro­n huesos en la cripta de los oficiales y un galón de capitán

Fratelli d’Italia acaba de preguntar en el Senado por la amenaza de derribo del túmulo

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La pirámide, en una imagen de la semana pasada, con una gran «M» (¿Mussolini?) sobre la entrada; los huesos encontrado­s en 2016 y los nichos del interior
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ARVH / SANTAMARÍA
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