Amores y otras almas perdidas
Por fin la competición de la Berlinale se agiganta, aunque sea con una película tan aparentemente pequeña como «Past Lives». La ópera prima de Celine Song explica una preciosa historia de amor platónico en tres tiempos (a los 12, a los 24 y a los 36 años). Cualquiera diría que estamos en el reino de la trilogía de Richard Linklater, concentrada en poco más de 90 minutos. La verborrea de Hawke y Delpy se diluye en favor de la melancolía de un romance virtual, primero a distancia, luego cristalizado en un reencuentro donde los silencios cuentan más que las palabras. Es una película sobre las vidas que hemos escogido vivir y las que hemos dejado atrás, y sobre el poso que deja cerrar una etapa, y sobre pensar que el amor es entender el idioma de la infancia, y creer en la predestinación para luego descubrir que el destino ha podido con nosotros. Más pequeños gigantes, en esta ocasión, en el apartado de cine de texturas y vibraciones. En «Disco Boy», Giacomo Abbruzzese recicla la obra de Claire Denis, abrazando sus temáticas más habituales –la belleza y la violencia, la fascinación por la cultura africana y la crítica al colonialismo–, con citas a «Beau Travail», y la aliña con un Franz Rogowski que podría ser el Denis Lavant de Léos Carax (no en vano su personaje se llama Alex) y un uso de la música electrónica y las cámaras térmicas propio del cine de Philippe Grandrieux. De ese cóctel surge una película enigmática, que habla de la inmigración desde una perspectiva insólita, y que culmina con un ritual de transmigración de almas. La peor cinta de la jornada fue «Ingeborg Bachmann; Journey to the Desert», el regreso de Margarethe Von Trotta a la competición de la Berlinale después de 40 años. La directora retrata a la poetisa como una víctima de sus contradicciones: apenas entendemos cómo es posible que una de las defensoras del feminismo literario sucumbiera a una relación tóxica como la que tuvo con Max Frisch. La película está tan mal contada, fragmentándose entre su viaje liberador por el desierto y el incomprensible amor que la llevó hasta la locura, que ni siquiera Vicky Krieps puede salvarla.