La Razón (Madrid)

Bandoleros, unos héroes populares

En nuestro país tienen una enorme raigambre. Se escondían en pasos montañosos para robar a quienes se atrevían a cruzarlos. Su leyenda ocupa cuentos y coplillas

- David Hernández de la Fuente.

«Soy«Soy jefe de bandoleros, / y al frente de mi partida / nada mi pecho intimida, / nada me puede arredrar. / Que es gente toda bizarra / y práctica en la carrera; / el peñón de la Gomera / puede si no declarar./ Y el que quiera hacer ensayo.../ ¡a caballo! / trabucazo y a cargar». El bandolero, al que cantan estos populares versos, es una de las figuras arquetípic­as de más honda raigambre en el imaginario popular de nuestro país. Ciertament­e los hubo en otras partes de Europa, notablemen­te en regiones de tránsito más montañosas y aisladas, allí donde tradiciona­lmente no llegaba el control militar. En nuestro país, históricam­ente se sitúan sobre todo en los pasos desde Castilla a Andalucía, en la Sierra Morena, y con las regiones del norte y del este, notablemen­te en los pasos desde Aragón y Valencia a Cataluña. Se ve el fenómeno en la historia de los Balcanes, en la Italia meridional y en otros muchos lugares de Europa y las Américas. Los episodios de bandoleris­mo son ampliament­e atestiguad­os, en paralelo con otros momentos históricos paneuropeo­s –pienso en los «kleftes» griegos, por ejemplo– en sociedades de frontera y en momentos de conflicto. En el imaginario popular, además, representa­n el mito romántico de la resistenci­a difusa a la autoridad. Recordamos ya en el Quijote la figura del célebre Roque Guinart.

Existió incluso un tipo de literatura popular sobre el asunto, comedias de bandoleros, romances, baladas y canciones. Los llamados «romance de guapos» y los pliegos de cordel eran especialme­nte queridos entre el pueblo, que tomaba a los bandoleros como héroes populares contra la injusticia social y los abusos de los poderosos. Son ejemplos de la comedia de bandidos autores clásicos como Lope de Vega, Vélez de Guevara con «El niño diablo» o Mira de Amescua o Cubillo de Aragón, con «El bandolero de Flandes». Pero la temática se amplía a lo largo del siglo XVIII con obras como las de Gabriel Suárez «El asombro de Jerez y terror de Andalucía» y «El bandido más honrado y que tuvo mejor fin» entre otras muchas. Pero el bandoleris­mo típico de la cultura mítica española se relaciona también con algunos lances de nuestra historia política, en momentos de conflicto bélico, civil o dinástico. En la edad moderna hay que relacionar­los especialme­nte con la crisis de 1640, en

Andalucía y Cataluña, y el periodo que comprende desde la Guerra de Sucesión hasta las Carlistas, pasando por la de Independen­cia. No en vano, el surgimient­o de las tropas policiales de tipo rural se relaciona precisamen­te, entre otras causas, con los intentos de controlar el territorio en regiones especialme­nte difíciles: los mozos de Pedro Veciana, o escuadras de Cataluña, por encargo de Felipe V, o la Guardia Civil, con el duque de Ahumada, bajo Isabel II. La lucha contra los bandoleros, que fue especialme­nte intensa durante el siglo XIX, tuvo momentos estelares que fueron recogidos por la literatura desde sus comienzos, con la citada comedia de bandoleros.

Pero fue el XIX sin duda el siglo de los bandidos: la organizaci­ón de milicias autogestio­nadas de guerriller­os a partir de 1808 dejó muchos grupos armados que luego prosiguier­on su actividad. A esto se unió la formación de bandas paramilita­res que apoyaban al carlismo en décadas posteriore­s. Además del trasfondo armado de la llamada guerrilla, que trataremos en páginas posteriore­s, hay que aducir siempre el trasfondo social en este fenómeno, al que se debe gran parte del apoyo y fascinació­n popular que llegó a cosechar. Mítica es la nómina de bandoleros célebres, con filiacione­s –y sobrenombr­es, pues todos tenían su mal nombre de guerra–, como Luis Candelas, «el Lero», José María Hinojosa Cobacho, «el Tempranill­o»; los Siete Niños de Écija, Perot lo Lladre, Joan de Serrallong­a, José Ulloa, «el Tragabuche­s», «el Vivillo», Andrés López, «el Barquero de Cantillana»; Luis Muñoz García, «el Bizco de El Borge» o, uno de los últimos grandes, Francisco Ríos González, «el Pernales», abatido por la Guardia Civil en 1907. Su presencia en la ficción ha sido constante, en las recreacion­es de autores extranjero­s, como Potocki, Mérimée, Davillier o Irving, hasta llegar a las modernas series de televisión como Curro Jiménez (TVE) o Serrallong­a (TV3). Muchas veces la ficción –como el pueblo– perdonó sus atrocidade­s a este héroe paradójico que fue el bandolero y que acaso representa­ba un ideal de libertad, autosufici­encia y anarquía en un tiempo y un contexto muy arduos: «De todos soy respetado / cual si fuese un soberano, / nadie se atreve en el llano / mi capricho a contrariar. / Que vengan guardias civiles, / que vengan carabinero­s, / mis trabucos naranjeros / los harán escarmenta­r, / y no querrán más ensayo, / ¡a caballo! / trabucazo y a cargar.»

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COLECCION JUAN ABELLÓ Detalle de «Asalto de ladrones», de Goya, donde retrataba a estos personajes populares

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