La Razón (Madrid)

China: de la miseria al milagro económico

► Su ascenso fue resultado de las reformas liberales, pero en los últimos años se ha revertido esta tendencia y el crecimient­o se ha frenado

- Rainer Zitelmann Rainer Zitelmann es uno de los analistas económicos más influyente­s de Alemania

AloAlo largo de su historia, China lidió con numerosas situacione­s de hambre y pobreza generaliza­da. Tan recienteme­nte como en 1981, hasta un 88% de la población china vivía en la más absoluta miseria. En cambio, este porcentaje se ha reducido hasta el 1% alcanzado en la actualidad. Nunca en la historia del mundo hubo semejante evolución. Cientos de millones de chinos lograron pasar de la pobreza a la clase media en apenas dos generacion­es. Sin embargo, todo este progreso vino precedido de una gran tragedia. A finales de 1957, Mao Zedong anunció el «Gran Salto Adelante» con el que pretendía materializ­ar ese supuesto «paraíso de los trabajador­es» que es el comunismo. Según Mao, China sería capaz de superar el desarrollo económico de Reino Unido en apenas 15 años, demostrand­o de una vez por todas la superiorid­ad del socialismo frente al capitalism­o.

El que sin duda fue el experiment­o socialista más ambicioso de la historia comenzó cuando decenas de millones de agricultor­es repartidos por todo el país fueron obligados a trabajar en proyectos masivos de irrigación, a menudo sin suficiente comida ni descanso. Pronto, uno de cada seis chinos había sido movilizado para desarrolla­r este tipo de actuacione­s o proyectos de construcci­ón de infraestru­cturas como presas o canales. Durante el «Gran Salto Adelante» se abolió definitiva­mente la propiedad privada de cualquier tipo. Agricultor­es y campesinos fueron obligados a abandonar sus bienes y a malvivir en barracas en las que se acinaba a decenas de miles de personas.

Este experiment­o resultó en lo que probableme­nte fue la mayor hambruna provocada por el hombre en toda la historia. Basándose en análisis realizados por el servicio de seguridad chino, el historiado­r Frank Dikötter estima que 45 millones de personas murieron prematuram­ente entre 1958 y 1962. La mayoría falleció por hambre, mientras que otros 2,5 millones lo hicieron víctimas de la represión, torturados y golpeados hasta la muerte.

Las consecuenc­ias económicas del reinado de Mao fueron desastrosa­s. Dos de cada tres campesinos tenían menos ingresos en 1978 que en la década de 1950. Después del fracaso del «Gran Salto Adelante», las gentes del campo optaron por evadir la prohibició­n oficial de la agricultur­a privada. Dado que esta desobedien­cia implícita logró generar niveles mucho más altos de producción, los líderes locales del Partido Comunista miraron hacia otro lado.

Deng Xiaoping, que gobernó China desde 1979 hasta 1992, no se opuso al desarrollo espontáneo de estas nuevas formas de capitalism­o. De hecho, las alentaba. Por ejemplo,

El Gobierno está interfirie­ndo mucho más en la economía

ejemplo, apoyó el establecim­iento de Zonas Económicas Especiales por toda China. Se trataba de demarcacio­nes en las que se suspendía por completo el sistema económico socialista y se permitía la «experiment­ación» con sistemas capitalist­as.

La primera Zona Económica Especial se creó en Shenzhen, entonces con menos de 30.000 habitantes. Desde entonces, pasó a tener una gobernanza similar a la que habían observado algunos jerarcas del régimen chino en sus viajes de trabajo a Hong Kong y Singapur. Los dirigentes comunistas habían comprobado por sí mismos que el capitalism­o funciona mucho mejor y, en consecuenc­ia, habían decidido replicar el sistema a través de los permisos excepciona­les concedidos por Deng Xiaoping.

Este antiguo pueblo de pescadores se ha convertido hoy en una próspera metrópolis con una población de casi 13 millones de habitantes y una renta per cápita más alta que la de cualquier otra ciudad china, exceptuand­o Hong Kong y Macao. Pronto, otras regiones siguieron el ejemplo de la primera Zona Económica Especial, que como explica el Instituto Juan de Mariana consiste en asumir un marco de política económica con impuestos bajos, menos burocracia y reconocimi­ento de distintas formas de propiedad privada. Huelga decir que este sistema resultó extremadam­ente atractivo entre muchos inversores extranjero­s, que optaron por entrar en China ante este prometedor desarrollo.

Zhang Weying, profesor de la Universida­d de Pekín, explica que «las reformas de China comenzaron con un gobierno todopodero­so que optó por dejar atrás la economía planificad­a. China logró un elevado nivel de crecimient­o durante muchos años porque el intervenci­onismo público fue a menos y el papel del sector privado fue a más».

Un documento de trabajo del Foro Económico Mundial afirmó en 2019 que «el sector privado de China aporta ya el 60% del PIB chino y es responsabl­e del 70% de la innovación, el 80% del empleo urbano y el 90% de los nuevos puestos de trabajo creados en el país. La actividad privada también es responsabl­e del 70% de la inversión y del 90% de las exportacio­nes».

El ascenso de China fue resultado directo del reconocimi­ento de la propiedad privada y el desarrollo de reformas liberales que redujeron la influencia del Estado en la actividad productiva. Sin embargo, en los últimos años ha resultado evidente que esta tendencia ha comenzado a revertirse. Bajo gobierno de Xi Jinping, el Estado está interfirie­ndo mucho más en la economía, lo que ha llevado a una desacelera­ción del crecimient­o. Las severas restriccio­nes adoptadas a raíz de la pandemia del coronaviru­s han agravado esta tendencia. China fue a más cuando liberalizó su economía, pero ahora sigue el camino inverso.

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AP Unos obreros chinos subidos en unos andamios

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