La Razón (Madrid)

Juan Ortega asalta el trono de Sevilla

El sevillano corta dos trofeos y Daniel Luque, uno en una importante faena en la Feria de Abril

- Patricia Navarro.

HayHay lunes y lunes y este no era uno cualquiera. El AVE y derivados que nos han dado la vida bullía de ida y vuelta y el Real ya no era tan buen lugar para quedarse a partir de las seis de la tarde si en la Maestranza se dirimía el verdadero trono de Sevilla que la empresa Pagés había anunciado meses antes en su campaña publicitar­ia. Eran Morante, Daniel Luque y Juan Ortega quienes toreaban la corrida de Domingo Hernández. Morante pisaba Sevilla por tercera vez. Luque venía de abrir la Puerta del Príncipe con una puesta en escena soberbia y Juan Ortega se estrenaba en el 2024. Palabras mayores para los amantes del arte. De ahí que no hubiera una entrada y la expectació­n fuera máxima. Solazo. Calor. Sevilla en estado puro.

La corrida no iba del todo bien, Morante había pasado descafeina­do con una corrida de Domingo Hernández, que tampoco se la recordará. Pero el quinto y el sexto vinieron a cambiarnos el rumbo rumbo para transitar a planetas distintos.

Luque nos abrió en canal con el quinto. Fue toro complicado, de tener que apostar, primero porque tenía el fuelle contenido, las emociones justas y segundo porque se lo tenía todo guardado por el pitón zurdo y había que lanzar la moneda. A nadie le cabe duda a estas alturas que lo hizo. Emocionant­e. La solidez de Luque es indiscutib­le y arrollador­a. Tiene el toreo metido en la cabeza. La faena fue toda una lección. De principio a fin. Maestría, fe y mucho valor para lograr sacar al toro una faena tremenda de matices, de hacer lo estrictame­nte necesario y en el instante idóneo para que todo ocurriera con milimétric­a precisión. Al alcance de muy pocos. Está para no perdérselo.

Lo de Juan Ortega fue otra cosa. Como lo había sido el quite, esta vez no a la verónica, que hizo al primero de Luque. Ortega torea en otra dimensión de tiempo y espacio, sobre todo de tiempo donde las cosas ocurren en frecuencia­s distintas. Solo así se entiende que sea capaz de ralentizar las embestidas de esa manera tan brutal. Y ver el toreo reducido de esa manera es morir, es que te estrujen, es un arrebato en un puñetero choque de trenes. Ocurrió con su faena de muleta al quinto, noble y con buen ritmo. Palabras mágicas. A dos manos el comienzo de Ortega, qué maravilla. Los remates son muerte lenta. Creo que el ojo humano no está preparado para esos tiempos. (Se seca). ¿Se puede llegar a sufrir? Se puede. Despaciosi­dad en los derechazos, belleza infinita al natural. Abandono. ¿De Juan? ¿De nosotros? La mujer de mi izquierda se pone en pie. Es su primera vez en la plaza, me cuenta el marido. No entiende, dice. Es la mejor explicació­n de que el toreo no se entiende, se siente. Lo mejor está por llegar: Esos muletazos por bajo de cierre de faena son estratosfé­ricos para los sentidos. La espada, el doble premio... Todo del tirón.

Poco había podido hacer con su primero, ni Luque. Y Morante anduvo discreto. La tarde nos tenía guardado un sofocón para el final.

Juan Ortega asalta el trono de Sevilla. No es cualquier cosa.

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EFE Juan Ortega, en un soberbio muletazo por bajo, en Sevilla
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Importante faena de Daniel Luque en el quinto

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