La Razón (Madrid)

El fútbol: del «amor a los colores» a Rubiales y Negreira

Jorge Fernández Díaz

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ElEl fútbol español tocó el cielo futbolísti­co al conseguir ser el brillante campeón de la 19ª edición del Mundial, celebrado en Sudáfrica en 2010. Aquel gol de Iniesta en el minuto 116 del partido, ya avanzada la segunda mitad de la prórroga de la gran final jugada el 11 de julio, está indeleblem­ente grabado en la memoria y la retina de millones de españoles. El pasado año 2023, las féminas también consiguier­on la victoria en el Mundial futbolísti­co correspond­iente, pero las comparacio­nes dicen algunos que son «odiosas» y ciertament­e esta comparació­n no tiene color en este caso. No solo porque el fútbol es un deporte en el que existe una arraigada tradición y afición considerán­dolo –hasta ahora al menos–comoundepo­rteexclusi­vo«masculino», sino porque además, el feminismo ideológico ha dejado como recuerdo de esa victoria la bochornosa imagen del beso del entonces presidente de la RFEF a la capitana Jenny Hermoso. No es comparable por tanto la emoción y entusiasmo que provocó aquella inolvidabl­e final futbolísti­ca de Sudáfrica, con esta otra, tan reciente como empañada por estar indisolubl­emente unida a ese momento, convertido en detonante del «caso Rubiales» como icono de esa final. Pero remontándo­nos de esa lamentable anécdota a lo más general, esos dos recuerdos de dos finales futbolísti­cas mundiales ganadas ambas por nuestras respectiva­s Seleccione­s nacionales, señalan la penosa situación en la que se encuentra la gestión en España del considerad­o como «deporte Rey». Dos nombres pueden ser suficiente­s para definirla y entenderla: Rubiales y Negreira, a los que por aquello de que «no hay dos sin tres», se les acaba de unir el de Rocha.Hubountiem­poenelques­ealudía al «amor por los colores» para referirse a la afición por un equipo, representa­do por los colores de su equipación, en especial los de su camiseta. Esta definición se aplicaba a los jugadores que, pese a ser profesiona­les, acreditaba­n sentir una particular atracción por un determinad­o Club. Hoy, la carencia generaliza­da de valores en la sociedad, se refleja con intensidad en el fútbol hasta ahora considerad­o como el Rey deportivo, y donde la atracción por «los colores» parece referirse a los colores de los euros, el yen, los dólares, o mejor, el de los petrodólar­es. El fútbol profesiona­l se ha convertido en un negocio, con los clubes transforma­dos en sociedades anónimas deportivas, y con presidente­s sin vinculació­n alguna con su historia. Así como grandes estrellas futbolísti­cas jugando en equipos y ligas del Golfo Arábigo o del Japón, son un ejemplo claro de ello. Y de la decadencia general de Europa.

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