La Razón (Madrid)

Los delirios de Alejandro Magno

- Mario Agudo Villanueva

El excelente yacimiento arqueológi­co del palacio real de Egas, actual Vergina, se ha convertido en uno de los mayores reclamos turísticos de Grecia desde su reciente apertura al público a comienzos de este año. Sin embargo, en lugar de situar el monumento en su contexto histórico y artístico, los derroteros informativ­os parecen derivar hacia el sensaciona­lismo y la frivolidad, excelentes caladeros en los que incrementa­r la audiencia en una sociedad sometida a una incesante lluvia de contenidos.

El «Daily Mail» se hizo eco esta semana del hallazgo de la palestra y de un baño anejos al recinto palaciego de Vergina. Lo sorprenden­te del caso no es el anuncio, sino su interpreta­ción. Según el medio, aquel lugar era donde «Alejandro se bañaba desnudo con su compañero de la infancia, su posible amante y futuro lugartenie­nte, Hefestión». El origen de semejante afirmación está en el último episodio de la serie «Tesoros del Mundo», presentada por la historiado­ra Bettany Hugues en Channel 4, quien fabulaba imaginando en aquel recinto a unos jóvenes sudorosos y extenuados que, tras duros ejercicios de caza, se entregaban con frenesí a relaciones homoerótic­as.

El

La publicació­n ha provocado una cascada de traduccion­es de la noticia que ha llegado, cómo no, a nuestro país. Es evidente que semejante delirio histórico, cuyo única fuente es la más espuria especulaci­ón, es un filón con el que engordar los datos de una audiencia cada vez más embrutecid­a, adormilada y acrítica, pero con semejantes afirmacion­es se hace un daño irreparabl­e a la ciencia histórica, que no se construye sobre la evocación de lo que pudo ser sino sobre hipótesis serias basadas en restos materiales y testimonio­s escritos.

Las relaciones homoerótic­as en el mundo griego están fuera de toda duda. Fuentes históricas e iconográfi­cas nos permiten saber que a lo largo del proceso de formación de los jóvenes helenos existía cierta proximidad entre un varón adulto (erastés) y un efebo (erómenos), que llegaban, en muchas ocasiones, al encuentro sexual. Sin embargo, estamos hablando de un tipo de relación especial, pues, en la mayoría de los casos, los amantes tenían sus propias relaciones con mujeres. Es sabido que Alejandro mantuvo relaciones con un tal Euxenipo y con Bagoas, eunuco de la corte de Darío, como también está constatado que tuvo un romance con Barsine, de la que nació su hijo Heracles, y que estuvo casado con Roxana, con la que concibió a Alejandro. El palacio real de la antigua Egas, sede de la casa argéada, el linaje al que pertenecía­n Filipo II y Alejandro Magno, es sumamente interesant­e, no solo por su valor artístico, sino también porque simboliza la relación de los monarcas macedonios con su pueblo. Es el epítome arquitectó­nico de lo que los reyes representa­ban para sus súbditos. La palestra y el baño pondrían de manifiesto que el conjunto palaciego representa­ba los valores más arraigados del reino. Pero para qué vamos a andar buscando razones históricas cuando es más rentable delirar.

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AFP Alejandro Magno, nacido en el año 356 a.C., formó uno de los más grandes imperios de la historia
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Palacio de Egas se encuentra a las afueras de Vergina

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