La Razón (Madrid)

Un cuento de unidad y diversidad

- Enrique López

rase una vez, en un mar vasto y desafiante, una gran nave llamada España. Esta no era una nave ordinaria, su estructura era única, estaba formada por varios compartimi­entos interconec­tados, se llamaban comunidade­s autónomas. Desde Galicia en el noroeste hasta Cataluña en el noreste, cada compartimi­ento mantenía sus propias competenci­as como la educación, la sanidad y los servicios sociales; desde el puente de mando se dirigían las comunes. En los pasillos de la nave resonaban los ecos de una gestión cuidadosa, donde cada comunidad se esforzaba por mantener su sección en el mejor estado posible. Las paredes estaban pulidas y los motores funcionaba­n sin cesar, garantizan­do que todos los que vivían dentro de la nave disfrutara­n de la prosperida­d y el bienestar.

Sin embargo, en el compartime­nto de Cataluña, el ambiente era diferente, la convivenci­a y el orden se iban degradando y había un sentimient­o creciente de que no todo iba en la dirección correcta. El desacuerdo con el puesto de mando de la nave creaba una tensión que se podía sentir más allá de sus fronteras.

A lo largo de la nave, se sentía una necesidad urgente de definir un rumbo claro. Era esencial no solo mantener las partes internas, sino también marcar un curso firme en economía, relaciones internacio­nales y defensa de las institucio­nes. Todo esto requería de un consenso, de un esfuerzo conjunto que evitara la polarizaci­ón y división que tanto daño podría hacer.

Los sabios de la nave a menudo citaban a

Platón, quien dijo: « La necesidad es la madre de la invención». En este caso, la necesidad de unificar esfuerzos y remar juntos en la misma dirección se hacía más evidente que nunca. La nave España no solo debía ser fuerte por dentro, sino también poderosa y decidida en su curso por las aguas internacio­nales.

Así, mientras la nave seguía su travesía, cada compartimi­ento trabajaba en su autogobier­no y en contribuir al bien común; pero uno persistía en su desconexió­n; en un pasado reciente se tenía claro que el objetivo común de mantener la nave sólida y en ruta correcta debía resolver las discusione­s. En este inmenso mar de posibilida­des, la nave España, con todas sus diversidad­es y desafíos internos, navegaba buscando siempre aquellas estrellas de guía que podrían llevarla hacia un futuro próspero y unido. Pero en un momento dado la nave España comenzó a flotar a veces sin dirección y con el timón girando al capricho de interesada­s corrientes, generándos­e desconcier­to y cierto desgobiern­o, donde la algarabía del compartime­nto díscolo escaló al puesto de mando asumiendo la división, la polarizaci­ón y la deslegitim­ación de las institucio­nes, ante lo cual nunca como ahora se imponía un cambio de rumbo.

Solo a través del consenso y el respeto mutuo se puede asegurar que no solo se mantendría a flote, sino que también avanzaría decididame­nte hacia adelante. En este consenso los díscolos son débiles. Hace falta afrontar un nuevo rumbo de colaboraci­ón, desafíos y búsqueda constante de un destino común, recordando que la unidad en la diversidad es la verdadera fuerza de cualquier gran empresa.

La unidad en la diversidad es la verdadera fuerza de cualquier gran empresa

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