La Razón (Madrid)

Riviera Maya: de rituales de purificaci­ón a cenotes clandestin­os

Viajamos a los lugares más auténticos de la Península del Yucatán para bucear entre tortugas, ponernos en manos de un chamán y gozar el paraíso natural de Holbox

- Ángel Nieto Lorasque.

ElEl chamán Armando nos recibe en su comunidad de Kakulsaan, un pequeño poblado de poco más de 50 personas cerca de Tulum, en la Península de Yucatán, donde guía a propios y extraños en rituales de purificaci­ón para sanar el cuerpo y alma. Mientras prepara el fuego y nos «limpia» con plantas medicinale­s, pronuncia una serie de cánticos mayas. A continuaci­ón, nos dirige al temazcal, una pequeña edificació­ndepiedraq­uerepresen­ta el vientre de la madre tierra en cuyo interior, a una elevada temperatur­a y entre aromas de eucalipto y romero, llega el momento álgido de esta experienci­a catártica. Sudarán. Sentirán en su piel los efectos de esta sublimació­n emocional. Este es tan solo el inicio de un viaje a la esencia de la Riviera Maya, un enclave popular por su sol y playa, que alberga una cultura milenaria digna de vivir en primera persona.

De la mano de Soltour, el touroperad­or independie­nte líder en España y Portugal, viajamos al corazón de la Riviera Maya para descubrir los lugares y experienci­as más auténticas de este rincón del Caribe. Y es que, aunque este sea desde hace décadas un destino estrella de descanso y de «vuelta y vuelta» para coger un buen moreno, lo cierto es que merece la pena cruzar el Atlántico para ir más allá e impregnars­e de las riquezas mayas. Así que, «kóox» («vamos», en maya»), comencemos la aventura.

Y qué mejor que hacerlo, tras el momento más espiritual del temazcal, que visitando alguno de los cenotes más espectacul­ares. Acudimos a Yaaxmul, que significa monte verde, y es uno de los más de 10.000 registrado­s en la Riviera Maya. Muchos todavía continúan ocultos, clandestin­os para los turistas. Estas cuevas suponen un sistema de ríos subterráne­os infinitos, de hecho, es el laberinto de agua dulce bajo la tierra más largo del mundo. Entre ellos se comunican y ya se ha conseguido una interconex­ión de más de 500 kilómetros. Lo denominan el xibalba, que en la mitología maya significa el mundo subterráne­o regido por las divinidade­s de la enfermedad y de la muerte. Pero no teman, es un espectácul­o natural. Nadamos custodiado­s por estalactit­as y estalagmit­as que la calcita del agua ha esculpido desde hace siete millones de años, «y este es uno de los más jóvenes», apostilla nuestro guía Juan, que ha buceado durante años por este inframundo. Los coel coel peso de la historia y el silencio que se respira en su interior bien podrían convalidar­se por varias clases de yoga.

De vuelta a la superficie, acudimos a Akumal, un pueblo cercano al cenote, donde la experienci­a natural se multiplica al vernos rodeados de tortugas nadando a nuestro alrededor. Nos sumergimos en las cristalina­s aguas caribeñas para ver de cerca uno de los tipos de tortuga, la verde, más popular en la zona. Nos topamos con una de grandes dimensione­s que cuenta con más de 60 años. Snorkel en mano las seguimos, con respeto y sin agobiarla. Allí nosotros somos los invitados.

Y es que este viaje es sin duda una conexión constante con la riqueza natural que impera en la zona. Otro ejemplo y excursión indispensa­ble es la visita a la biosfera de Sian Ka´an, la mayor área protegida del Caribe mexicano. Nos montamos en una lancha para surcar manglares frondosos y avistar delfines y nuevas tortugas. También localizamo­s a algún cocodrilo, pero no a su gran estrella «Pancho», un ejemplo de tres metros de largo, que hoy prefiere permanecer escondido. Hacemos una parada en la isla de los pájaros donde las fragatas sobrevuela­n el peñón. Y seguimos navegando por esta reserva cuyo nombre traducido al castellano quiere decir «lugar donde comienlore­s, za el cielo», para desembarca­r en una piscina natural done darnos un chapuzón rodeados por el segundo arrecife de coral más grande del mundo, el mesoameric­ano, con más de 1.000 km de longitud. Es el momento de sacar la cámara e inmortaliz­ar el agua turquesa y la arena blanca del lugar antes de embarcar embarcar de nuevo para tomar un tentempié en Punta Allen, una aldea en medio de la biosfera donde el reloj marca su propio tempo. Donde los minutos duran más de 60 segundos. Donde la calma impera y el tiempo se detiene.

Y es que, la gastronomí­a es otra de las experienci­as que deben degustarse a fondo en la tierra de los mayas. Lo que la cocina mexicana ofrece es una delicatese­n. De hecho, en una de nuestras excursione­s visitamos el restaurant­e Las Campanas, en Valladolid, la ciudad del gavilán blanco, un lugar auténtico conocido por su buena mano en los fogones a la hora de preparar comida casera. Probamos los nachos y los burritos de pastor, los chilaquile­s verdes y yucaqueso. No teman por el picante, que allí saben que su nivel de aguante no es el mismo que el de los visitantes. Eso sí, avisen al camarero porque el ardor en la boca puede llegar en cualquier momento si no hay alerta previa.

Ya que estamos en Valladolid, caminamosp­orestapint­orescaciu

dad donde sobresale la catedral de San Servasio, construida con los restos de una pirámide de una antigua ciudad maya de la que ya no quedan restos. Secuelas de la colonizaci­ón, ya saben. Sin embargo, sí guarda aún la esencia de antaño en las calles y sus mercados.

Antes de emprender la ruta por los lugares más genuinos os de la Rivera Maya hacemos un receso en uno de los hoteles más zen, el Bahía Príncipe Grand Tulum, inspirado en la naturaleza, raíces y orígenes de toda la magia de Tulum. No será extraño que se cruce con diversos animalesco­momapaches­ocoatíes en sus instalacio­nes. Además, allí mismo puede visitarse la Fundación Eco-Bahía, un proyecto desarrolla­do por el Grupo Piñero centrado en la conservaci­ón de la naturaleza alrededor de sus propiedade­s en México. Un recorrido por las especies animales y vegetales endémicas que ayudará a comprender la necesidad de un turismo sostenible.

De perfil familiar, este resort es una opción segura, aunque si prefieren uno solo para adultos pueden reservar en el Secrets Moxché Playa del Carmen, una oda al descanso y el lujo. En el pack que ofrece Soltour para esta aventura inmersiva y que puede comprarse a través de agencias de viajes, alojarse una semana en el Bahía Príncipe GrandTulum,rondalos1.378euros y en el Secrets Moxché los 2.696, siempre con el servicio de todo incluido, vuelos y traslados.

Con un nuevo amanecer, emprendemo­s la marcha rumbo a la onírica isla de Holbox, un «must» de los amantes de lo exclusivo y lo auténtico. Antes de desembarca­r dense un baño y reposen en las lenguas de arena blanca dignas de postal que custodian la isla. Se sentirán privilegia­dos. Ya en el pueblo, descubrirá­n que incluso en los destinos más turísticos aún quedan rincones vírgenes. En Holbox las calles son de arena, se puede ir descalzo como si la playa no terminara nunca. Un lugar idílico donde hacer una desconexió­n total del mundanal ruido.

Y si lo suyo es la historia, por supuesto, no pueden dejar pasar una visita a las ruinas de la majestuosa ciudad de Tulum, asomadas al mar del Caribe. Esta ciudad, cuyo nombre significa «muralla», se convirtió en un centro de veneración de la deidad conocida como «dios descendent­e». Aunque si de legado maya se trata, resulta inevitable no visitar el Chichén Itzá, ciudad que fue «descubiert­a» en 1842 y que al filo del año 900 d.C se consolidó como principal centro de poder en la península yucateca. La mítica pirámide (que esconde otras dos estructura­s en su interior y supone una obra maestra de sabiduría matemática convertida en calendario solar) no es la más grande de la ciudad, pronto verán la luz nuevos tesoros mayas que permanecen ocultos bajo la frondosa selva.

Y es que en esta tierra de tradición, riqueza cultural y naturaleza siempre hay secretos por descubrir. Disfruten de cada aventura y abran sus sentidos para dejarse llevar por el espíritu maya. Ah, y no se olviden de dar un trago de buen tequila.

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El pueblo pesquero de Punta Allen
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OCEAN TOURS MÉXICO El impresiona­nte cenote Yaaxmul, que data de hace siete millones de años
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