Boesch, canto del cisne
Schubert, con 31 años pero a punto de morir, dijo adiós con «El canto del cisne», el ciclo de trece canciones que escribió en 1828 sobre versos de Ludwig Rellstab y Heinrich Heine. Si bien la edición respeta el orden del manuscrito de Schubert, la propuesta presente ofrece otro itinerario de lectura, con los siete textos de Rellstab primero, los seis de Heine luego y, como propina, el añadido de Seidl. A lo largo de estas catorce canciones nos paseamos por el dolor y la ilusión, la nostalgia, la desazón y el temor, a los que se unen en ocasiones una inesperada luminosidad y felicidad. Boesch es un barítono más bien lírico, de variado color y timbre agradable, con el centro y la zona grave mejor que la aguda, un punto fina y abierta. Su arte le viene de familia: su abuela fue la soprano ligera-ligera Ruthilde Boesch y su padre el barítono Christian Boesch. En Madrid supo emocionarse y emocionar, porque cada sílaba y cada palabra, cada nota y cada modulación, adquirían sentido y relieve. Ello compensa la falta de mayor redondez, de plenitud baritonal, pero al paso del tiempo ha ido ganando en expresividad, y comunicatividad, matizando al interpretar actoralmente cada lied. No duda en utilizar el falsete y el «falsettone», como en «Ständchen», al que quizá le faltó algo de vuelo entre tanto detallismo. Donde más se lució y transmitió fue en los pasajes dramáticos, empezando por «In der Ferne» y ya siguiendo en la desesperación de «Aufenthalt» o en los presentimientos del guerrero en «Kriegers Ahnung», para el colofón de «Der Doppelgänger» y el dramático comienzo y final de «El Atlas», siempre magistralmente acompañado por Malcolm Martinou, antes de la propina de «La paloma mensajera».