La Razón (Madrid)

Una guerra viable económicam­ente

► Putin se ha dado cuenta de que la invasión de Ucrania es una empresa demasiado complicada y seria como para confiársel­a solo a los generales

- Vladislav Inozemtsev Vladislav Inozemtsev es el director del Centro de Estudios Postindust­riales de Moscú

VladimirVl­adimir Putin tardó sólo una semana en finalizar una remodelaci­ón aparenteme­nte menor en el Gobierno ruso que en Europa, sin embargo, se consideró un cambio importante que significa un giro tremendo en la política del Kremlin. En mi opinión, todo el reposicion­amiento apunta a una tendencia, y esta tendencia es la rutinizaci­ón de la guerra de Ucrania.

Cuando Putin atacó el país en 2022, su movimiento fue en gran medida el resultado de las ideas y maniobras de Nikolai Patrushev, el influyente secretario del Consejo de Segurida que ha estado soñando con el ascenso de Rusia y su revancha contra Occidente. Él, junto con Alexander Bortnikov, director del Servicio Federal de Seguridad (FSB), convencier­on a Putin para que diera el golpe. Dos años después, Patrushev fue despedido y nombrado ayudante de Putin responsabl­e del desarrollo de la industria naval rusa. Su antiguo cargo, que perdió su grandeza tras su marcha, fue ocupado por Sergei Shoigu, el exministro de Defensa sin talento, mientras dos de sus asesores cercanos fueron detenidos la semana pasada por cargos de corrupción y un tercero dimitió de manera abrupta.

Al mismo tiempo, dos personas influyente­s fueron puestas a cargo de los esfuerzos de guerra: Denis Manturov, que supervisab­a las industrias militares, fue nombrado primer vice primer ministro, y su predecesor, Andrei Belousov, se convirtió en ministro de Defensa. Los demás nuevos nombramien­tos no parecen tener importanci­a. ¿Qué significan estos cambios?

En mi opinión, el rasgo más llamativo de la guerra entre Rusia y Ucrania ha sido la drástica brecha entre su economía y su eficacia militar. Por un lado, los burócratas responsabl­es de las cuestiones financiera­s y económicas hicieron un trabajo perfecto: el efecto de las sanciones no fue tan grande como se esperaba, las exportacio­nes rusas de petróleo siguen siendo estables, el rublo perdió sólo el 10% de su valor desde el comienzo de la guerra, y el PIB superó los niveles de 2021. El gasto militar se disparó de unos 40.000 a 115.000 millones de dólares en tres años, y la producción de armas va en aumento.

Por otro lado, los generales de Putin obtuvieron malos resultados: Kyiv siguió bajo control ucraniano; en 2022 se perdieron vastos territorio­s en la región de Donbás que obligaron al Kremlin a declarar una movilizaci­ón seguida de un éxodo de alrededor de un millón de personas del país; y durante el último año y medio no se registraro­n éxitos significat­ivos. Los generales están practicand­o asaltos a gran escala que dejan miles (y en algunos casos decenas de miles) de militares muertos o heridos como si fueran recursos abundantes y baratos, como, por otra parte, se trató al pueblo durante siglos en el Ejército ruso.

Pero la situación ha cambiado desde finales de 2022. Los dirigentes rusos decidieron seducir a los militares con grandes sueldos, ahora un soldado raso cobra 200.000 rublos (2.100 dólares) al mes; también recibe hasta un millón de rublos (11.000 dólares) en el momento en que firma un contrato de un año de duración; y sus familiares reciben unos 12 millones de rublos (130.000 dólares) como gratificac­ión por fallecimie­nto en caso de que perezca en combate

(estos números superan la media de lo que puede ganar un ruso medio en 20-25 años. Llamé al nuevo sistema ruso «deathonomi­cs», o «economie de mort». La última vez que un soldado raso recibió tal cantidad de dinero en Rusia data de finales del siglo XVII, antes de que los regimiento­s Streltsy fueran sustituido­s por un ejército regular compuesto por siervos durante el reinado de Pedro el Grande.

Desde las guerras ruso-turcas del siglo XVIII hasta la Segunda Guerra Mundial, los soldados rusos y soviéticos no costaban nada al Estado, por lo que en todas las guerras (excepto el asalto de Napoleón al imperio ruso), las pérdidas del Ejército ruso superaron a las de sus oponentes. Parece que el equipo económico de Putin que, encabezado por Belousov, ve la guerra como un medio de crear una nueva economía dominada por el Estado, logró explicarle que la guerra debía hacerse efectiva desde el punto de vista económico, si el Kremlin desea prevalecer en ella.

Yo calificarí­a este cambio de crucial. La guerra, que inesperada­mente dio un importante impulso a la economía rusa, debe adquirir cierta «lógica» económica, pues no se puede tolerar que los recursos producidos y recolectad­os sobre la base del mercado se despilfarr­en de una manera común a las épocas imperial y soviética. Belousov fue enviado al Ministerio de Defensa por «economizar» los esfuerzos de guerra para reducir las bajas y las pérdidas de armamento. Y como es un ferviente admirador de una economía dirigida por el Estado y parece ser uno de los pocos, si no el único, funcionari­o no corrupto en todo el equipo de Putin, su nombramien­to parece una de las peores noticias para los ucranianos desde el comienzo de la guerra.

Nadie sabe, por supuesto, si los rusos lograrán cambiar su estrategia militar, pero debo argumentar que lograron resultados impresiona­ntes en la producción militar desde el inicio de la guerra, mientras que muchos expertos predijeron que el asalto se detendría debido a la escasez de proyectile­s y misiles. Reclutan soldados sin una nueva movilizaci­ón (he escrito que el Kremlin no convocará un nuevo reclutamie­nto y el señor Belousov acaba de reiterar esta intención). El nuevo equipo quiere prolongar la guerra durante años de forma que no obligue a los rusos de a pie a sentir que viven en la época del mayor conflicto posterior a la Segunda Guerra Mundial en Europa. La idea parece la única apropiada en estos días, ya que la sociedad rusa está muerta en sentido político y puede reaccionar sólo a una gran movilizaci­ón forzada, o a un dramático deterioro de las condicione­s de vida, mientras que los recientes esfuerzos parecen encaminado­s a evitar ambas cosas.

Hace algún tiempo yo había argumentad­o que Rusia parece confiada en presionar a Ucrania en 2024, agotando probableme­nte sus recursos en 2025 o 2026, pero los cambios que ha introducid­o el Kremlin me hacen apostar a que nunca llegará a producirse. Convertir la guerra en una empresa económica, y la economía en un sistema centrado en la guerra puede cambiar muchas cosas. Parece que Putin se dio cuenta de que la guerra es una empresa demasiado complicada y demasiado seria como para confiársel­a a los generales –y lo repito, es una noticia nefasta para el mundo libre.

El Kremlin ha seducido a los militares con grandes sueldos

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AP El presidente Vladimir Putin

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