No me quedaré solo
Javier Menéndez Flores
Hay veces en las que el «sí» y el «no» se las ingenian para casar, igual que hay un momento mágico, que se repite dos veces al día desde el principio de los tiempos, en el que la luz y la oscuridad se abrazan con una pasión inexplicable. Los platós de televisión son como lámparas de Aladino que alumbran extraños compañeros de cama y curro, y meigas, en Galicia, haberlas, haylas. Y así fue como brotó el amor en dos cabezas que no sabían la guerra venidera que el insensato deseo carnal acababa de activar.
Vivir a la greña, en una disensión permanente, debe de ser agotador. Pero hay motores que funcionan con ese combustible y que al cabo de un millón de kilómetros ahí siguen, fresquísimos, mientras que otros en apariencia menos beligerantes griparon ya hace tiempo. «C’est la vie». O en román paladino: qué cosas.
Cristina y Alberto aún cantan juntos, 35 años después del primer beso y al menos tres décadas desde que se pidieron, exhaustos, los rosarios de sus madres. Marcianísimo él y venusianísima ella, creen, erróneamente, que no hay dos compañeros más disímiles a lo largo y ancho de la Vía Láctea. Pero en la historia de la música popular la lista de enemigos íntimos es más extensa que el río Amazonas, y ahí están Lennon/McCartney y los aún entrelazados Mick y Keith para corroborarlo. Aunque eso no desmiente sus cicatrices interiores ni que sean el blanco y el negro con una nómina a pachas. (Estuve por ti con cada gramo de mi cuerpo, cuando la juventud aplastaba las ideas y la sed parecía que nunca iba a tener fin. Estuve por ti como hay que estarlo, sin peros ni remilgos ni coartadas. ¿O acaso no recuerdas aquel Madrid que se nos antojó niuyork y en el que las ganas iban siempre por delante del ancla pesadísima de las palabras? Estuve por ti en las calles y en los escenarios, en los amaneceres sin esquinas y en la noche que no sucumbía jamás. Estuve por ti mientras tú estabas por mí, qué par de idiotas, cuando la
«Al cabo de un millón de kilómetros ahí siguen, fresquísimos»
piel era el idioma común y las diferencias nos esperaban, armadas hasta los empastes, unos años más allá). En la jungla de la Plaza de España había africanos que dormían sobre ramas y teníais que cantarlo. Y en vuestro fondo de armario caben los brazos intactos de Víctor Jara y las canciones con fundamento de Mercedes Sosa, pero también el pop absoluto de los Beatles y la corbata de Bryan Ferry. Y aunque sois dos leones que se disputan el cetro de mando, un reino bicéfalo parece posible.
(Me muero por morder chocolate y tú acabas de ordenar jamón. Los periódicos que abrimos son tan semejantes como un esquiador y un jugador de vóley playa, y cada vez que das tu opinión, sobre casi cualquier tema, creo que me va a subir la fiebre. Pero estuve por ti absolutamente, y aunque eso, ahora, pueda parecer una anécdota, una tontería, nada, entonces lo fue todo y mucho más que eso. Me hacías tanto bien…). Vamos, deprisa, estrecha mi cálida mano con púas, que mañana actuamos y no podemos fallar. Pero luego cada mochuelo a su olivo, que uno tiene a sus chicos y a su Poli y a su Celta de Vigo y la otra a su ejército de plantas y a sus perros que pasear. Aunque sé que si te llamo, a la hora que sea, estarás ahí, y es por eso que nunca me quedaré solo, sola.