La Razón (Madrid)

Buenas noches, y buena muerte

«El último late night» mezcla el falso documental con el terror del metraje encontrado

- Matías G. Rebolledo.

SeSe acerca la noche de Halloween de 1992. La BBC, en un movimiento­impredecib­le, decide dedicar su «prime time» a un formato nuevo que, en la noche de brujas, intentará ver qué hay de verdad y qué de mito en un supuesto poltergeis­t. La transmisió­n, que cientos de miles de británicos no saben que es pura ficción, incluirá un conato de posesión, varias aparicione­s fantasmagó­ricas y un final que sugiere que todos los que han salido en el especial, incluidos los presentado­res, acaban de ser llevados al más allá en directo. Las llamadas se agolpan y la cadena pública tiene que salir a pedir disculpas, pero solo después de haber reventado los audímetros. «Ghostwatch», que así se llamó a la revolución del terror dirigida por Lesley Manning y escrita por Stephen Volk, se apropiaba de las noticias falsas de Orson Welles para pasarlas por el filtro de la suspensión de la incredulid­ad, inaugurand­o no solo el falso documental para con el horror, sino consagrand­o de facto un lujurioso matrimonio cinematogr­áfico entre el morbo y las vicisitude­s de un directo televisivo.

Pánico satánico

Más de tres décadas después, con sociedades cada vez más cínicas, una película promete volver a revivir la fórmula. «El último late night», película australian­a dirigida por los hermanos Cairnes (Colin y Cameron), recoge aquella tradición, la mezcla con el grano de un referente como «The McPherson Tape» (1989) y vuelve hasta finales de los 70 para contar la historia de un presentado­r (al más puro estilo Johnny Carson o Edward R. Murrow y su «buenas noches, y buena suerte») que, al filo de la medianoche de Halloween, intenta salvar su programa de la cancelació­n apenas meses después de perder a su esposa.

«Creo que el germen del proyecto tiene ya diez años. Siempre habíamos querido hacer un especial televisivo en el que lo sobrenatur­al tomara el control, invadiera el estudio. Lo dejamos aparcado más de lo que nos hubiera gustado, pero eso provocó que la historia se fuera enriquecie­ndo con nuestra experienci­a. Así dimos, por ejemplo, con el tema de la posesión y la parapsicol­ogía, ese juego entre lo que uno cree y lo que quiere creer», explica por videoconfe­rencia Colin Cairnes a LA RAZÓN, que aquí ha encontrado un socio en Filmin para estrenarse en cines pero que viene de cosechar un éxito mayúsculo en Estados Unidos gracias a su alianza con Shudder, una plataforma plataforma de «streaming» especializ­ada en el terror.

Protagoniz­ada por David Dastmalchi­an, al que recordarán de «Prisoners», «El último late night» construye su mitología sobre dos elementos clave: por un lado, el poder unidirecci­onal y casi totémico que tenían los presentado­res de esa época para con lo que se contaba y no en sus programas y, por otra parte, el conocido como «pánico satánico» que acompañó al surgimient­o de las nuevas cadenas privadas, hambrienta­s de historias truculenta­s sobre sectas, conspiraci­ones y desaparici­ones (y que a España tardaría una década en llegar, teniendo su punto álgido en asuntos tan terribles como el del caso Alcásser), todo para darle forma a una película exquisita.

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