La Razón (Madrid)

López Pascual: el primer jamón de bellota de la capital

► Comercios Centenario­s. Alberto López Pascual dirige este negocio familiar, fundado en 1919. Ahora explica en inglés las piezas que vende a los turistas que llegan a comprar

- Santiago Cañas Bonci.

López Pascual agarra el cuchillo jamonero con una mano y con la otra sostiene la pata de jamón, apoyando esta última en la mesa –mucha gente suele utilizar un portajamon­es, pero Alberto se siente más cómodo así: es «como sabe». Comienza a cortar en finas lonchas los 150 gramos que le ha pedido Óscar, un cliente habitual que vive en Legaz pi y que viene desde hace unos 10 años porque su padre lo hacía antes que él. Cuando Alberto pone el final en la balanza, casi lo clava: 140 gramos. Es la experienci­a de haberlo hecho desde hace cuarenta años. Alberto, de 60 años, dirige el negocio familiar centenario Jamonería López Pascual, fundado en 1919. Alberto, tercera generación de la familia, ha sido testigo de los cambios que ha experiment­ado la tienda: ahora, aparte del «cliente fiel de toda la vida», el cliente más importante es el turista y las ventas desde la página web han crecido mucho.

Antes de que de la apertura de la Jamonería López Pascual, «no existía el jamón ibérico de bellota en Madrid, no llegaba», cuenta Alberto en su tienda de la calle Corredera Baja de San Pablo. Su abuelo, Faustino López, se dio cuenta de esto y montó el negocio en 1919. «Empezó a traer jamones de Huelva, especialme­nte de la zona de Jabugo y de Cumbres Mayores. Y entonces, durante mucho tiempo, el único sitio [en Madrid] donde se podía encontrar jamón de pata negra del que ahora está en todas partes era aquí». Después, vino la guerra civil. El padre de Alberto comenzó a trabajar con 14 años y con 20 «se puso las pilas», en la época de postguerra y en la que «España creció muchísimo».

Son cinco hermanos y todos han pasado por el local, pero solo Alberto se ha dedicado a ello. Alberto estudió, hizo la mili y, reconoce, solo pensaba en desparrama­rse. «Hasta que me dijeron: se acabó. Y dije: pues es verdad», relata Alberto. De manera rápida empezó a aprender el negocio como lo hacía su padre. «El trato con el cliente, el conocimien­to del producto y la mano izquierda para decir las cosas a genAlberto te. Eso es vital. Hay que saber adaptarse a lo que realmente quiere el cliente».

Hoy, el negocio ha cambiado .« La señora clásica de la compra que va a la pescadería, a la carnicería y a la charcuterí­a ya no existe prácticame­nte. Mucha gente ahora lo hace todo online», explica Alberto, que desde hace unos 15 años abrió su página web para ampliar las ventas. «Ahora, aparte del cliente fiel de toda la vida, el cliente más importante es el turista». Por eso, es fundamenta­l que Alberto sepa hablar inglés, de lo contrario sería «un horror» porque no podría explicar bien los detalles sobre las piezas que vende.

Si bien no tenía claro que iba a dedicarse a ello, Alberto tiene recuerdos del lugar al ser la tienda familiar. «Con 12, 13 años venía y me daba una vuelta por aquí. Le abría las puertas a las señoras y me daban una propina», cuenta Alberto.Además,recuerdaqu­eensucasa «no se comía el mejor jamón» salvo en algunas ocasiones: «Entonces era todo para el negocio, para pagar los estudios a cinco hijos, para la casa». Hay cosas que Alberto procura hacer para cuidar su negocio. Una de ellas es el corte a cuchillo. La segundaesq­uenuncacom­pranpor teléfono. Alberto viaja dos veces al año,unaHuelvay­otraaSalam­anca, para ver las piezas que va a adquirir. Además, usa la técnica de la cala: se introduce un hueso de tibia dentro del jamón y, al sacarlo, la pieza suelta su aroma y se puede detectar si está o no en buen estado.

La tienda está situada justo al lado del Teatro Lara, circunstan­cia que ha atraído siempre a clientes de mundo del teatro, como Carmen Sevilla. El abuelo de Alberto era «muyaficion­adoalpóque­r».«Atendía aquí y cuando se acaba el teatro, venían algunos empleados y también actores y se metían ahí atrás y hacían alguna timba», narra Alberto. A su padre no le gustaba que el abuelo de Alberto jugara al póquer, pero una cosa quedó grabada. Se trata del envoltorio que utiliza para envolver sus productos, que tiene un diseño «de 100 años» que hizo el abuelo de Alberto y que tiene dibujadas unas cartas de la baraja de póquer. Es muy demandado por los clientes, especialme­nte cuando compran algo como regalo. «Perdona la trabajera», le dice un cliente a Alberto, al pedirle cuatro paquetes de jamón envueltos por separado.

Durante mucho tiempo, este era el único lugar donde comprar jamón de pata negra aquí»

Alberto, de 60 años, lleva trabajando en la tienda desde que tenía unos 16. Dice que le quedan mínimo cinco

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FOTOS: DAVID JAR Alberto López Pascual, dueño de la Jamonería López Pascual, en la tienda ubicada en la calle Corredera Baja de San Pablo
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El escaparate de la tienda

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