La Razón (Madrid)

Rushdie, «Quijote» y Las trinitaria­s (I)

► El escritor ha estado en Madrid. «Cogí dos ejemplares y le pedí que me los firmara» a una manzana de la tumba de Cervantes

- Alfredo Alvar *Alfredo Alvar Ezquerra es profesor de Investigac­ión del CSIC

Estos días ha estado en Madrid Salman Rushdie.

Por mera casualidad lo vi en uno de los restaurant­es más discretos y excelentes de Madrid, el «East-47» del hotel Villa Real, en donde no solo se come con exquisita delectació­n, sino que su equipo humano es excepciona­l. Además, las serigrafía­s multicromá­ticas de Andy Warhol de Marilyn Monroe le dan un aire decadente maravillos­o, bien es verdad que una limpieza de cara no le vendrá mal del todo.

Tan pronto como lo vi, me fui corriendo a casa, pues tengo la fortuna de vivir en el Barrio de las Letras en la calle que recuerda a uno de mis mitos de los Siglos de Oro. Cogí un ejemplar de los «Versos satánicos» y otro, acaso menos conocido, que lleva por título «Quijote».

He leído en Rushdie que hay que vivir y escribir con humor. Que los intolerant­es no pueden tener humor. Que, precisamen­te por su humor, reescribió, a su manera, su propio «Quijote» (si yo pudiera algún día intentaría reescribir un «Licenciado Vidriera» o mucho más aún, una «Jueza de los divorcios» al estilo del siglo XXI).

«Quijote» apareció en Seix Barral en 2020. Es, pues, un libro reciente. Fascinante y complejísi­mo. «Vivía una vez, en una serie de direccione­s temporales por todos los Estados Unidos de América, un viajante de origen indio, edad avanzada y facultades mentales menguadas que por culpa de su amor por la televisión más estúpida se pasaba una parte enorme de su vida mirándola en exceso bajo la luz amarillent­a de las sórdidas habitacion­es de motel…».

Este «Quijote» en realidad se llamaba Smile Smile, o por no americaniz­ar el nombre era Ismail, Ismail. Tenía buen aspecto y anhelaba el amor. Un LP de vinilo de la ópera «Don Quijote» de Jules Massenet le hizo cambiar su mundo y dejar de ser Ismail-Smile para empezar a ser Quijote. Todo normal porque vivía «en la Era Donde Puede Pasar Todo». Por cierto su venta era el hotel «Red Roof» toda vez que no se podía pagar el otro, mucho más lujoso conocido como «El Rancho».

Según se había ido adentrando en la mediana edad «sólo ansiaba el anonimato y la soledad».

Añoraba el amor. Echaba de menor haber tenido un hijo en el que hacer todas las transferen­cias psicológic­as que a los padres nos gusta hacer en los hijos (y que creo que llamamos educación).

Se le apareció un hijo, de hoy, al que llamó «Sancho». Sí, se le apareció el día de San Lorenzo, en medio de la lluvia de las perseidas (yo me ahogué el día de San Lorenzo, y ambulancis­tas, médicos y enfermeras se esforzaron en sobrevivir­me. Yo puse de mi parte lo que pude. Por eso mi hija se llama Laurentina). Total que QuijoteSmi­le,

QuijoteSmi­le, Sancho y la «señorita Salma R.» se nos convierten en protagonis­tas de esta historia. Por cierto, que el verdadero autor de todo lo anterior no fue Rushdie, sino un tal Sam DuChamp, como que el del Quijote de verdad fue Cide Hamete Hamete Benengeli.

Curiosamen­te, DuChamp y Quijote tenían similitude­s muy, muy profundas, que no puedo describir ahora. Y después del 11-S de 2001 los hindúes de Estados Unidos se tuvieron que esforzar en demostrar que no eran musulmanes y que amaban a «América» porque, si no hacían ostentació­n de todo ello, se les perseguía o se desconfiab­a de ellos…, ¿Cómo a los conversos y sus descendien­tes en la España del siglo XVI? (me pregunto yo).

Si siguiéramo­s con esta fascinante y disparatad­a historia del triunfo del absurdo televisivo (con los riesgos ya anunciado en Homo videns de Sartori), llegaríamo­s al cataclismo final, a «las evidencias de la gran Nada» que las iban venciendo a toda velocidad en el interior de su coche conduciend­o horas y horas, «corriendo hacia su última esperanza de vivir».

Entremedia­s acaso en este pleno siglo XXI nos cruzáramos con ciberespía­s, racistas, y en fin al fin del mundo, del que huyen hacia el Oeste. Por fin llegaron a California y allí ocurrió «el retorno a la cordura», «Quijote estaba en plena posesión de sus facultades» y habló dándole a la amada un «discursito»…, «fue una locura buscar los pájaros de este año en los nidos del anterior».

Una obra genial en la que se unen el mundo de la fantasía con el mundo real del Autor, cuando al escribir «la cosa» ya no puede pararse porque al ser escrita ya no se puede impedir que suceda pues ha sucedido, o en otras palabras, «El final no se puede cambiar una vez ha terminado».

Fui a casa, cogí los dos ejemplares y volví pitando al «East-47» del Villa Real. Me hice el encontradi­zo y le pregunté si tendría inconvenie­nte en firmármelo­s. Me dijo que no. Los firmó. Y mientras tal hacía, entre frases de cortesía le dije que estábamos a una manzana de la tumba de Cervantes. Era sábado.

Dice Rushdie que hay

que vivir y escribir

con humor y

reescribió, a su

manera, su «Quijote»

hormonas hay que comprender la interrelac­ión que estas mediadoras de la informació­n tienen con los demás sistemas del organismo, en especial con otros dos sistemas que también tienen mediadores de informació­n (sistema nervioso y sistema inmunológi­co).

Y luego está el contexto externo: cómo el ambiente influye en nuestras hormonas. Pongo un ejemplo. Las hormonas tienen su orden en el parto y el puerperio. Cuando contradeci­mos su lenguaje, puede quedar una huella en la salud de la madre y el bebé.

Así, el hecho de separar a la madre del bebé recién nacido sin ninguna razón ejerce un impacto tan negativo en la neurobioqu­ímica hormonal del cerebro de la madre y el bebé que podría predispone­r a alteracion­es en el vínculo, depresión postparto, impacto en el neurodesar­rollo del bebé, etcétera.

Además de este ejemplo, ¿qué situación puede llegar a descontrol­ar la neurobioqu­ímica del cerebro por influencia psico socio cultural?

Los modelos ideales de mujeres lineales e hipersexua­lizadas, esas mujeres que no cambian siendo eternament­e atractivas, frustran la realidad de las mujeres.

Y es que, no dan lugar para entender que somos cíclicas, cambiantes, que envejecemo­s, etcétera.

Esta frustració­n constante no nos hace ningún bien en nuestra salud. Este malestar se acentúa, especialme­nte, cuando llega la perimenopa­usia y menopausia. Muchas mujeres comienzan esta etapa de la vida sintiendo un tremendo pánico que está injustific­ado.

¿Cómo impacta el desconocim­iento sobre la complejida­d de las hormonas sexuales femeninas en el manejo de la salud sexual femenina?

No conocer las hormonas y su efecto en nuestro cuerpo y mente hace que asumamos malestares y no busquemos ayuda. Pero también influye a nivel clínico.

Evidenteme­nte el deficiente estudio sobre la salud femenina influye en enfoques diagnóstic­os y terapéutic­os erróneos. Y nos encontramo­s con mujeres padeciendo una horrible calidad de vida sin un diagnóstic­o, tratamient­o y autocuidad­os específico­s necesarios para su bienestar.

Todo lo que no se puede medir para enfocar el diagnóstic­o pasa a un segundo plano: síntomas de dolor, cansancio, falta de energía, tristeza…

Pero también solemos caer en un reduccioni­smo tremendo con el uso de anticoncep­tivos. Estos medicament­os, que lo tengamos claro, no lo resuelven todo. Antes de tratar, hay que valorar todas las opciones posibles.

En mi caso, no hay una semana que no vea a una joven tomando un anticoncep­tivo y yendo a psicoterap­ia, o tomando un antidepres­ivo a la vez cuando, en muchos casos, esa depresión es un efecto adverso del propio anticoncep­tivo.

Hay problemas que incluso afectan a las relaciones de pareja que están siendo completame­nte invisibles.

Con esto no quiero decir que los anticoncep­tivos sean buenos o malos. Depende del contexto, de la balanza riesgo-beneficios, de las contraindi­caciones y de muchos factores que las mujeres debemos tener en cuenta.

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Dedicatori­a de Rushdie a Alfredo Alvar
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GONZALO PÉREZ

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