La Razón (Madrid)

Los Bridgerton sí saben qué es el efecto «wow»

► Recordamos otros momentos de nuestra historia en la que un solo vestido ha causado un impacto global

- José Luis Díez-Garde.

LaLa joven aristócrat­a británica, a la que da vida Nicola Coughlan, autora en secreto de Lady Whistledow­n, sufre una de las transforma­ciones más memorables de la pequeña pantalla gracias a un vestido: una creación a la moda del París imaginario de la fantasía que es «Los Bridgerton». Los codazos que provoca, las miradas que genera y los comentario­s que se propagan nada más quitarse la capa que cubre su atuendo cuando se presenta en el baile que organiza la reina son un clásico dentro del mundo de la moda y, precisamen­te, no es Penélope la primera en protagoniz­ar una reacción como esa.

Es aquí donde encontramo­s el punto de unión de la señorita Feathering­ton en la última entrega de la serie con Elizabeth Hurley, y es que fue ella la que puso de moda eso del «efecto wow» en 1994. De la mano de su novio por aquella época, Hugh Grant, se presentó en el estreno de «Cuatro bodas y un funeral» con una creación de Gianni Versace que es, a día de hoy, lo más recordado de aquel día.

Pocas personas se acuerdan a qué cita acudía Hurley, incluso algunos dudarán de a quién acompañaba, pero nadie olvida el llamado «THAT dress» («Aquel vestido»), una creación del modista italiano en el que destacaban los imperdible­s que ceñían la seda y la lycra que conformaba­n uno de los vestidos más famosos de la historia. Tal fue el impacto que generó esa creación que se considera que fue la prenda gracias a la cual las marcas comenzaron a colaborar con las actrices para cederles vestidos para las alfombras rojas. Y, sin lugar a dudas, fue el responsabl­e de lanzar a la modelo a la escena global. Gracias al diseño de Versace, Elizabeth Hurley se puso en boca de todo el mundo.

Algo parecido, y con la misma marca, le sucedió a Jennifer López cuando acudió a la 42 ceremonia de los Premios Grammy en el año 2000 con una creación, en este caso de Donatella Versace. Tal fue el volumen de búsquedas que generó esa prenda que se cuentan que fue el origen de Google Images. La gente no sabía de dónde salía aquel diseño, pero quería, por todos los medios, más informació­n de uno de los vestidos más sexys de todos los tiempos.

De cero a cien pasó en cuestión de segundos Alejandra Domínguez. La entonces novia de Enrique Solís acompañó a su chico a la boda del duque de Huéscar en el Palacio de Liria en 2018.

Y aquella aparición también dio mucho que hablar. Todo el mundo se preguntó quién era aquella chica que apostaba por un diseño con mucho carácter. Se trataba de un conjunto en azul en el que destacaba un enorme lazo en el cuello que competía en importanci­a con las solapas de los bolsillos que firmaba Antonio García. Desde entonces, se ha situado como una referencia de estilo e influencer, presencia imprescind­ible en cualquiera de las citas chic que se organizan en Madrid. Y todo gracias a un vestido que marcó un antes y un después en su vida… también como en la de Penélope.

Este es uno de los grandes poderes que tiene la moda, que desde tiempos pretéritos se ha demostrado como una de las armas

Gracias a Elizabeth Hurley, las marcas comenzaron a ceder vestidos a las actrices para la alfombra roja

Lorenzo Caprile es uno de los que mejor manejan estos entresijos y con Doña Letizia dio en el clavo

más potentes en lo que a comunicaci­ón social se refiere. Debemos pensar que, tras la Guerra de Sucesión española, al recién nombrado monarca Felipe V se le insisitió en que vistiera a la española durante un tiempo, no fuera a ser que sus atuendos de Versalles provocaran alguna revolución. Y así aguantó el monarca hasta que vio la aguas más calmadas y pudo dejar el riguroso negro de la corte.

Porque si alguien pensaba que el «efecto wow» de un vestido está solo reservado para las «celebritie­s» y la «red carpet», lo cierto es que no. Una de las mujeres más elegantes de todos los tiempos también supo lo que suponía exponerse con un vestido al ojo público y, no contenta con eso, lo supo utilizar a su favor.

El 29 de junio de 1994, el entonces Príncipe de Gales, Carlos de Inglaterra, tenía previsto reconocer en la televisión su adulterio con Camila Parker Bowles. Estabansie­ndoaquello­s unos tiempos duros para la monarquía británica y Lady Di supo jugar las cartas a su favor. En su agenda tenía marcada la fiesta que la revista «Vanity Fair» organizaba esa misma noche y, muy inteligent­emente, supo eclipsar a su marido. Escogió para esa ocasión un sensual diseño de Christina Stambolian en crepé de seda que, según cuenta, llevaba tres años apartado en su armario por ser considerad­o demasiadoa­trevido.¿Qué mejor para enfrentar aquel día que esa opción? A partir de ese momento la princesa cambió su estilo (recurriend­o, curiosamen­te, en muchas ocasiones también al ya mencionado Gianni Versace) y sacó su estilo más sensual y «fashion». En 2013 se bautizaría aquel diseño como el «vestido de la venganza», pero poco hubo que explicar..

El diseñador Lorenzo Caprile es uno de los que mejor saben manejar los entresijos de la moda y con Doña Letizia supo dar en el clavo. No sería justo terminar sin hacer mención a otra mujer de la famila real que ha sabido jugar con el «efecto wow». Doña Elena lo hizo en la boda de su hermana, en 1997, con una pamela que todavía se recuerda y un diseño de Christian Lacroix, inicio de su gran cambio, con el que consiguió que todos los ojos se volvieran hacia ella, convirtién­dose en una inesperada protagonis­ta… al estilo Penélope Feathering­ton.

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Nicola Coughlan, la actriz que lleva el peso de la nueva temporada
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CORTESÍA

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