La Razón (Madrid)

Cuando Juan Ramón Jiménez se adentró en la «mala guerra de España»

Athenaica recupera con nuevos materiales uno de los libros fundamenta­les del autor de «Platero y yo», fruto de sus impresione­s sobre el conflicto bélico de 1936

- Víctor Fernández.

EnEn unos grandes sobres conservado­s en una sala de la Universida­d de Puerto Rico, la que lleva los nombres de Zenobia Camprubí y Juan Ramón Jiménez, se encuentran una serie de recortes con anotacione­s manuscrita­s del poeta de Moguer. Es una suerte de álbum con imágenes extraídas de periódicos y revistas durante la Guerra Civil. En una de ellas vemos a los principale­s militares implicados en el golpe de Estado de julio de 1936. Es decir, aparece Franco rodeado por Mola, Saliquet, Queipo de Llano y Cabanellas. «Los defensores de la “Civilizaci­ón cristiana occidental”. Chulería y taberna. La chulapona y los bajos. Coro», escribió como pie de foto el autor de «Platero y yo». Otra de las hojas nos muestra un primer plano de Hitler al que Juan Ramón añadió «¿podrá este gorila, cerdo, tiburón, rejir en el mundo?»

Estos materiales son una parte de uno de los proyectos más ambiciosos del poeta, un libro en el que encontramo­s su mirada más comprometi­da desde un punto de vista político y social. «Guerra en España» regresa de nuevo a las librerías de la mano de Athenaica, en edición de Ángel Crespo y Soledad González Ródenas, incorporan­do nuevos y desconocid­os materiales a uno de los títulos fundamenta­les en la extensa obra del poeta y Premio Nobel.

Juan Ramón Jiménez trabajó en el libro entre 1936 y 1954, pero como tantos otros de sus proyectos literarios nunca llegó a ver la luz. Se tuvo que esperar hasta 1985 para que los lectores pudieran conocer «Guerra en España» gracias a la labor titánica como editor de Ángel Crespo. El libro, aparecido en Seix Barral, no incluía todos los materiales del poeta, además de conocer algunas censuras por parte de la editorial. Algunas de las páginas del libro están dedicadas a uno de los episodios que más entristeci­eron al poeta, como fue el robo de su biblioteca y archivo en Madrid tras el final de la Guerra Civil. El abogado de la editorial aconsejó que era mejor que el nombre de los autores materiales de ese hurto quedara escondido en sus iniciales. Precisamen­te uno de ellos, el periodista catalán Carles Sentís, a mediados de la década de los ochenta trataba de construirs­e cierta carrera política como demócrata de toda la vida. Cuando ocurrieron esos sucesos, en 1939 con la guerra recién concluida, Juan Ramón y su esposa Zenobia Camprubí ya se encontraba­n exiliados en América. Gracias a los buenos oficios de Sánchez Mazas y Pemán, se pudieron recuperar algunas cosas, pero los responsabl­es del robo –Sentís, Félix Ros y Carlos Martínez Barbeito– nunca devolviero­n todo lo sustraído.

En 2009, volvió a aparecer, en esta ocasión en Point de Lunettes, «Guerra en España» notablemen­te ampliada con nuevos materiales, consecuenc­ia del trabajo de Soledad González Ródenas. Esta misma especialis­ta es la responsabl­e de la que probableme­nte ya es la versión definitiva del libro juanramoni­ano y que nos brinda Athenaica.

En ocasiones se ha querido dibujar a Juan Ramón Jiménez casi como un escritor apolítico, lejos de compromiso­s políticos y partidista­s. «Guerra en España» viene a desmentir ese absurdo punto de vista. En realidad fue alguien tan comprometi­do como otros compañeros de armas literarias, como podrían ser Antonio Machado o Miguel Hernández. Porque Porque Juan Ramón se cuida mucho en las páginas de su libro de recuperar aquellos textos en los que podemos conocer su dimensión social. Es el caso, por ejemplo, de una conferenci­a titulada «Aristocrac­ia y democracia» donde apunta que «yo, hombre libre, no quiero nada con ninguna de ellas: ni la falsa España imperialis­ta, ni la falsa España comunista. En todo caso, todos sabemos que la imperialis­ta vive en una hueca y aparatosa mentira, que es literatura literatura retórica; y la otra, ¿quién cree que es la plena y modesta verdad, poesía? Detesto el fascismo y el comunismo dictatoria­les. Mi hombre superior no es dictador ni imperialis­ta, sino un hombre humano, espandido de amor, delicadeza y entusiasmo, que es, en sí mismo, toda una humanidad superior».

Juan Ramón, como dice la responsabl­e de la edición, pensaba en un libro total en el que se incluyeran poesía, ensayo, biografía, novela, cartas, entrevista­s e imágenes. En este sentido, el álbum con pies de foto del poeta son casi un producto de poesía visual, como ocurre con una imagen de Nicolás Franco, hermano del dictador, el general Millán Astray y el embajador de Portugal, desfilando eufóricos por plaza Mayor de Salamanca en junio del 39. «De la picaresca», apunta con ironía el de Moguer. Y es que Juan Ramón quería todo tipo de registros para contar el drama de la guerra y sus consecuenc­ias, con todas sus luces y sus muchas sombras.

No todo son críticas a aquellos que se levantaron contra la Se

Para el autor, Franco y sus generales eran «chulería y taberna, La chulapona y los bajos»

El poeta sospechaba que Negrín fue el responsabl­e de que el oro de España fuera a Rusia

gunda República. Juan Ramón Jiménez también se reservó para esta obra algunos comentario­s contra aquellos que debieron defender aquel gobierno. De esta manera, por ejemplo, Juan Negrín aparece descrito como «ladrón, anormal e irresponsa­ble» mientras que Indalecio Prieto es «ladrón y analfabeto», Largo Caballero es «criminal y analfabeto» y la Pasionaria es descrita como «demagoga y stalinista, sectaria».

El que fuera presidente del Gobierno, Juan Negrín, a quien Jiménez conocía bien desde los tiempos de la Residencia de Estudiante­s, es una de las principale­s víctimas de la pluma del poeta: «En mi conciencia tengo la seguridad de que la salida de Negrín por los Pirineos fue indigna; de que el oro de España fue, por N[egrín] a Rusia y Francia, sin documentos (...) que Prieto maneja un dinero que es de España y no suyo».

En las páginas del libro vemos el dolor por lo causado por la guerra, sobre todo cuando esta atacó a los más débiles, como ocurrió con numerosos niños y niñas. Las imágenes de todos estos pequeños, ya sean desamparad­os, mutilados o muertos, debían formar parte del proyecto inicial de «Guerra en España». Lo mismo ocurría con el recuerdo doloroso por la muerte en el frente de su sobrino, Juan Ramón Jiménez Bayo, «lo mejor de mi familia, educado en un ambiente de relijiosid­ad seria (toda mi familia es conservado­ra) murió en el frente de Teruel forzado del fuego de un ideal. Él, pobre iluso».

Y luego, la otra herida que no cicatrizó, la de aquellos amigos que vieron su vida apagada como consecuenc­ia de lo provocado en «la eternidad de esta mala guerra de España, que tuvo comunicada a España de modo jigante y terrible con la otra eternidad». Las palabras que Juan Ramón Jiménez dedica a Antonio Machado, Miguel de Unamuno y Federico García Lorca, pese a discrepar mucho con ellos en vida, son de una profunda emoción. Esos autores, en palabras del poeta, «tan vivos en la muerte los tres, cada uno a su manera, se han ido, de diversa manera lamentable y hermosa también, a mirarle a Dios la cara».

Todos aquellos que se han enfrentado con los manuscrito­s del autor de «Diario de un poeta recién casado» saben lo difícil que es entrar en su laberinto. Afortunada­mente en este de «Guerra de España» hay luz.

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EFE

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