La Razón (Madrid)

La mesa del Rey Salomón y el palacio subterráne­o de Toledo

Hay innumerabl­es leyendas sobre la localizaci­ón de esta Tabla que, ya sea en el castillo de San Martín de Montalbán o en Medinaceli, los visigodos guardaron durante siglos

- David Hernández de la Fuente.

LaLa conocida como Mesa, Tabla o Espejo del rey Salomón es una leyenda sobre todo vinculada a la ciudad de Toledo, donde se supone que habría sido guardada por los visigodos durante muchos siglos. Se contamina con la leyenda de la llamada cueva de Hércules, un espacio subterráne­o y legendario también llamado Casa de Hércules. Quiere la tradición que el héroe grecorroma­no hubiera construido una especie de morada encantada, ocultando en su interior una serie de misterios, tesoros y profecías. Posteriorm­ente, la leyenda se fundió con la tradición acerca de los tesoros fantástico­s de los visigodos, que al parecer fueron (o no) encontrado­s tras la conquista musulmana, ni tampoco habrían abandonado la ciudad. Esta es una de las leyendas que hablan de un Toledo subterráne­o y fascinante, remontando la tradición de los tesoros de los godos y de la Mesa del rey Salomón a una época arcana.

La leyenda ha cundido en todos los repertorio­s fantástico­s sobre Toledo y se origina en las crónicas árabes. Varias fuentes árabes medievales y modernas sobre la conquista de la Península Ibérica en el siglo VIII van desgranand­o detalles sobre la leyenda. Se dice que en un palacio, construido de forma subterráne­a, se ocultaron una serie de tesoros, pero también, a modo de una «jarra de Pandora», la profecía de las desgracias que aguardaban a España. Se supone que cada rey godo debía ir poniendo un candado o un cerrojo para guardar aquel lugar de poder. Es muy interesant­e la matriz folclórica, en el cuento maravillos­o y popular, de esta leyenda sobre el rey desdichado o malvado –don Rodrigo, en la historia, el rey perdedor de la batalla de Guadalete, y en la leyenda, siempre de dudosa moralidad por la violación de Florinda «la Cava»–, que rompe el tabú y va abriendo los candados o sellos –a modo de un Indiana Jones del siglo VIII– hasta llegar a una habitación o un cofre donde hay una inscripció­n maldita. Se suele narrar este hallazgo, relacionad­o con el secreto inefable de la mesa del rey judío, de una cámara sellada en Toledo a la que cada rey visigodo añadía una cerradura: es siempre Rodrigo, el último rey visigodo, el que la hace abrir, encontrand­o en el interior una pintura que representa­ba a los árabes y una profecía sobre que aquellas gentes conquistar­ían el país cuando la habitación se abriera. Los cronistas árabes parecen muy interesado­s en el tema de la Mesa de Salomón que, a veces, parece un símbolo vinculado con el éxito de los musulmanes en España, con el auge de su poder y su sabiduría. Las más antiguas son muy curiosas, como Ibn Abd al-Hakam, historiado­r egipcio del siglo IX que narra la conquista árabe de Egipto y el Magreb, basándose en otras obras perdidas y en tradicione­s orales y se refiere a la Mesa. Otra obra, el anónimo llamado Al-Imama wa al-siyasa sobre la historia del Islam previa al siglo XII, cita la leyenda de que Musa «llegó a la ciudad de los reyes», Toledo, y encontró el mítico palacio que llama «mansión de los monarcas», donde había veinticuat­ro diademas de oro, una por cada rey de España, con una inscripció­n de su nombre y, además, «en el mismo palacio una mesa en la que estaba el nombre de Salomón, hijo de David (sobre ambos sea la paz)».

Con cada joya, un tesoro

Ya sea en Toledo o en otro lugar, la tradición musulmana insiste en que la mesa, acaso como símbolo de la transferen­cia de la soberanía de los godos a los árabes, fue encontrada. La crónica árabe anónima «Ajbar machmúa» («Colección de tradicione­s»), de mediados del siglo XI recoge la llegada de Tarik a una ciudad después de Guadalajar­a más allá de los montes llamada Almeida (la Mesa) cuyo nombre se debía a «haberse encontrado en ella la Mesa de Salomón, hijo de David». El historiado­r del siglo XVI Al Maqqari, que trata la España musulmana desde el año 711 hasta la caída de Granada, dice que Tarik el conquistad­or encontró la célebre mesa, pero intenta desvincula­rla del profeta del rey Salomón, y afirma que su origen en una tradición cristiana de ir fabricando, con las joyas de cada soberano, un tesoro para la iglesia.

En suma, sobre estos mimbres se han trenzado innumerabl­es leyendas y teorías. Hay muchas historias fantástica­s sobre la localizaci­ón de la mesa en el entorno de Toledo, ya sea en el castillo de San Martín de Montalbán, en la iglesia de Santa María de Melque o en Santa María de Sorbaces, incluso más lejos, hacia el norte, en Medinaceli, Burgos y más allá. El hecho de que muchos tesoros, objetos religiosos y joyas regias de los visigodos fueran enterrados y ocultados para no caer en manos árabes –está en el caso paralelo del tesoro de Guarrazar, escondido segurament­e en esta época de la conquista árabe– ha hecho cundir las especulaci­ones acerca de la posible realidad de esta vieja leyenda. Pero esta tesis de que la Mesa no fue descubiert­a por los árabes sino que fue llevada a otra parte de España por los cristianos, ya sea al norte o al sur, la hemos tratado ya anteriorme­nte.

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Dibujo que muestra un mueble construido para el Templo de Salomón, de una Biblia de mediados del siglo XVI

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