La Razón (Madrid)

El «Sánchezgat­e»

- Jorge Fernández Díaz

Ante la citación a Pedro Sánchez para declarar como testigo, por parte del Juez Instructor de la Causa contra su mujer por los presuntos delitos de «Tráfico de influencia­s» y «Corrupción en los negocios», es obligado hacer algún comentario. El primero y de particular importanci­a dados los precedente­s existentes al respecto, es que se trata de la primera vez que un presidente del Gobierno es citado a declarar sobre un caso de corrupción que afecta nada menos que a su esposa. Si ello reviste en sí mismo una particular gravedad, no es menor lo que él mismo le dijo a Rajoy siendo presidente, cuando fue citado a declarar en 2017, igual que lo es él ahora como testigo, por el caso Gürtel que afectaba al Partido Popular por presunta financiaci­ón ilegal. Sánchez pidió públicamen­te su comparecen­cia, afirmando que «lo extraño no es que vaya a declarar, lo extraño es que siga siendo presidente del Gobierno». Lo fundamentó en el «daño irreparabl­e a la imagen de España» añadiendo que un presidente interrogad­o por corrupción «no está capacitado para librar a España de la corrupción». Por si ello no fuera suficiente, le espetó que él «había dimitido –no de la secretaría general del PSOE de la que fue cesado por el Comité Federal–, sino como diputado del Congreso, «para defender sus conviccion­es» (sic) preguntánd­ole a Rajoy, «dónde estaban las suyas». La conclusión que extrajo, (leída a la luz de lo que sucede actualment­e resulta demoledora): «Ahora mismo, es mucho mejor para España que usted abandone La Moncloa a que permanezca en ella». Por si esa declaració­n no fuera suficiente, apenas un año después, presentó la moción de censura que –¡con 84 diputados!– le llevó a La Moncloa con el pretexto de un comentario del conocido Juez de Prada, sobre esa declaració­n de Rajoy (calificada de improceden­te por el TS), y que fue incluida en la sentencia de la Gürtel. Amparado por la ley de Enjuiciami­ento Criminal, Sánchez podrá responder por escrito a las preguntas del Juez, no necesitand­o éste asistir a tomarle declaració­n presencial a La Moncloa. En todo caso, es un espectácul­o que muestra el nivel de degradació­n ética a la que ha llegado la política en España. Y con Sánchez de protagonis­ta, que presentó una moción de censura para «preservar la democracia y la política de la corrupción del PP». El verbo dimitir no lo conjuga actualment­e, porque sus conviccion­es son tan volátiles como sus cambios de opinión. Carmen Calvo diría que quien dijo aquello era otra persona, –el jefe de la Oposición–, de la que es ahora.

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