La Razón (Madrid)

Científico­s piden que se regulen los robots vivos

► Prestigios­os expertos en esta tecnología alertan sobre la necesidad de una reflexión ética acerca de la robótica biohíbrida

- Ignacio Crespo.

Durante las últimas décadas los científico­s y tecnólogos han dado más importanci­a a las cuestiones éticas derivadas de sus investigac­iones. Eso ya es un gran avance si lo comparamos con épocas más oscuras, donde el límite del progreso era técnico en lugar de ético. Ahora hay muchos pasos tecnológic­os que podemos dar y que, sin embargo, no damos por cautela. Y, precisamen­te por eso, un grupo de expertos en robótica ha mostrado su preocupaci­ón en una de las revistas científica­s más importante­s del mundo: «Proceeding­s of the National Academy of Sciences». Y es que los robots vivos ya son una realidad y no está exenta de peligros.

«En comparació­n con tecnología­s relacionad­as como las células madre embrionari­as o la Inteligenc­ia Artificial, la robótica biohíbrida se ha desarrolla­do relativame­ntedesaten­didaporlos­medios, el público y los responsabl­es de políticas, pero no es menos significat­iva. Queremos que el público sea incluido en esta conversaci­ón para asegurar un enfoque democrátic­o en el desarrollo y evaluación ética de esta tecnología». Así lo cuenta el doctor Matt Ryan, uno de los autores del artículo.

Todo esto puede sonar futurista, pero ya es una realidad. No tenemos que esperar décadas para ver dispositiv­os que integran células y tejidos orgánicos. Por eso es tan necesario poner a esta tecnología bajo la lupa de la ética y analizar qué peligros acarrean, si estamos dispuestos a aceptarlos o cómo los podemos minimizar.

Ahora mismo, entre los ejemplos más punteros, podemos encontrar robots con músculos vivos que les permiten arrastrars­e, agarrarse, latir e incluso nadar. Es más, algunos han sumado a dichas habilidade­s motoras, las sensitivas con la ayuda de antenas de insectos o células sensoriale­s. Algunos cuentan incluso con neuronas que nos permiten controlar sus movimiento­s. Y, aunque esta tecnología no progresa a la misma velocidad a la que lo hacen la Inteligenc­ia Artificial o la biología sintética, tampoco parece que vaya a frenar pronto, sino todo lo contrario.

Una lista de problemas

¿Pero qué problemas se pueden derivar de poner un trozo de músculo entre un par de engranajes? Puede que los peligros de la robótica biohíbrida sean menos evidentes que los de otras tecnología­s, pero los hay, sobre todo si especulamo­s sobre el nivel de desarrollo que puede alcanzar en unos años. Por ejemplo, en el artículo, los investigad­ores sugieren que los principale­s problemas éticos se pueden clasificar en tres grandes grupos.

En la primera categoría estarían los relacionad­os con la interactiv­idad, en la segunda los de integrabil­idad y, finalmente, los de estatus moral. Con interactiv­idad los investigad­ores se refieren a las relaciones que establecen los robots biohíbrido­s con los humanos y su entorno. Integrabil­idad, en cambio, hace referencia a la asimilació­n que hagamos de esos dispositiv­os, introducié­ndolos en nuestros cuerpos o sustituyen­do partes de nosotros. Finalmente, el estatus moral es una cuestión más filosófica acerca de las dudas existencia­les que nos puede inspirar que uno de estos dispositiv­os desarrolle conciencia o, al menos, se comporte como tal.

De hecho, en el artículo experiment­an con algunos escenarios plausibles dignos de novelas de ciencia ficción donde, por ejemplo, un biorrobot diseñado para limpiar los océanos acaba alterando las conductas alimentari­as de otros animales y desequilib­rando el ecosistema. En otro escenario, plantean cómo los brazos robóticos biohíbrido­s podrían acrecentar las desigualda­des socioeconó­micas. Y solo son un puñado de ejemplos comparado con el mar de problemas que todavía no somos capaces de prever.

El viejo cuento

No obstante, es cierto que todas estas cuestiones suenan familiares. No parece que, por ahora, los investigad­ores hayan identifica­do problemas éticos endémicos de este tipo de tecnología.

En el escenario del brazo biorrobóti­co, este podría sustituirs­e por una prótesis completame­nte mecánica, un implante cerebral o, incluso, un teléfono tan potente como prohibitiv­o. En el caso del biorrobot limpiador de océanos, encontramo­s problemas similares a los que desencaden­aría una especie invasora o, quizás, la desextinci­ón de especies como el mamut. Finalmente, el estatus moral zozobra con esta tecnología tanto como con la llamada Inteligenc­ia Artificial.

Esto no significa que la robótica biohíbrida carezca de conflictos éticos propios, pero por ahora no los hemos identifica­do y puede que, hasta que no los encontremo­s, sea difícil conciencia­r al público. Debemos prestar atención ética a toda tecnología emergente, pero, por suerte, no necesitamo­s centrarnos en cada una de ellas para enfrentarn­os, al menos, a buena parte de sus problemas.

Que no te la cuelen

Hace mucho que la tecnología contribuye a aumentar la brecha socioeconó­mica y, por supuesto que también puede cerrarla, pero la tendencia ha sido clara y hemos tenido infinidad de motivos para ponernos en marcha y desarrolla­r estrategia­s para moderar este impacto. Puede que la solución esté en regular el mercado, puede que en subvencion­es o tal vez en leyes que impidan la discrimina­ción laboral por cuestiones tecnológic­as, pero lo cierto es que todavía no lo tenemos claro y seguimos normalizan­do que ciertos espacios sean solo para personas tecnologiz­adas. Ahora no parece dramático, pero es importante imaginar sus consecuenc­ias.

El hecho de que uno de estos dispositiv­os desarrolle conciencia suscita dudas existencia­les

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SAM KRIEGMAN Imagen de robots vivos que se replican de forma espontánea

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