Científicos piden que se regulen los robots vivos
► Prestigiosos expertos en esta tecnología alertan sobre la necesidad de una reflexión ética acerca de la robótica biohíbrida
Durante las últimas décadas los científicos y tecnólogos han dado más importancia a las cuestiones éticas derivadas de sus investigaciones. Eso ya es un gran avance si lo comparamos con épocas más oscuras, donde el límite del progreso era técnico en lugar de ético. Ahora hay muchos pasos tecnológicos que podemos dar y que, sin embargo, no damos por cautela. Y, precisamente por eso, un grupo de expertos en robótica ha mostrado su preocupación en una de las revistas científicas más importantes del mundo: «Proceedings of the National Academy of Sciences». Y es que los robots vivos ya son una realidad y no está exenta de peligros.
«En comparación con tecnologías relacionadas como las células madre embrionarias o la Inteligencia Artificial, la robótica biohíbrida se ha desarrollado relativamentedesatendidaporlosmedios, el público y los responsables de políticas, pero no es menos significativa. Queremos que el público sea incluido en esta conversación para asegurar un enfoque democrático en el desarrollo y evaluación ética de esta tecnología». Así lo cuenta el doctor Matt Ryan, uno de los autores del artículo.
Todo esto puede sonar futurista, pero ya es una realidad. No tenemos que esperar décadas para ver dispositivos que integran células y tejidos orgánicos. Por eso es tan necesario poner a esta tecnología bajo la lupa de la ética y analizar qué peligros acarrean, si estamos dispuestos a aceptarlos o cómo los podemos minimizar.
Ahora mismo, entre los ejemplos más punteros, podemos encontrar robots con músculos vivos que les permiten arrastrarse, agarrarse, latir e incluso nadar. Es más, algunos han sumado a dichas habilidades motoras, las sensitivas con la ayuda de antenas de insectos o células sensoriales. Algunos cuentan incluso con neuronas que nos permiten controlar sus movimientos. Y, aunque esta tecnología no progresa a la misma velocidad a la que lo hacen la Inteligencia Artificial o la biología sintética, tampoco parece que vaya a frenar pronto, sino todo lo contrario.
Una lista de problemas
¿Pero qué problemas se pueden derivar de poner un trozo de músculo entre un par de engranajes? Puede que los peligros de la robótica biohíbrida sean menos evidentes que los de otras tecnologías, pero los hay, sobre todo si especulamos sobre el nivel de desarrollo que puede alcanzar en unos años. Por ejemplo, en el artículo, los investigadores sugieren que los principales problemas éticos se pueden clasificar en tres grandes grupos.
En la primera categoría estarían los relacionados con la interactividad, en la segunda los de integrabilidad y, finalmente, los de estatus moral. Con interactividad los investigadores se refieren a las relaciones que establecen los robots biohíbridos con los humanos y su entorno. Integrabilidad, en cambio, hace referencia a la asimilación que hagamos de esos dispositivos, introduciéndolos en nuestros cuerpos o sustituyendo partes de nosotros. Finalmente, el estatus moral es una cuestión más filosófica acerca de las dudas existenciales que nos puede inspirar que uno de estos dispositivos desarrolle conciencia o, al menos, se comporte como tal.
De hecho, en el artículo experimentan con algunos escenarios plausibles dignos de novelas de ciencia ficción donde, por ejemplo, un biorrobot diseñado para limpiar los océanos acaba alterando las conductas alimentarias de otros animales y desequilibrando el ecosistema. En otro escenario, plantean cómo los brazos robóticos biohíbridos podrían acrecentar las desigualdades socioeconómicas. Y solo son un puñado de ejemplos comparado con el mar de problemas que todavía no somos capaces de prever.
El viejo cuento
No obstante, es cierto que todas estas cuestiones suenan familiares. No parece que, por ahora, los investigadores hayan identificado problemas éticos endémicos de este tipo de tecnología.
En el escenario del brazo biorrobótico, este podría sustituirse por una prótesis completamente mecánica, un implante cerebral o, incluso, un teléfono tan potente como prohibitivo. En el caso del biorrobot limpiador de océanos, encontramos problemas similares a los que desencadenaría una especie invasora o, quizás, la desextinción de especies como el mamut. Finalmente, el estatus moral zozobra con esta tecnología tanto como con la llamada Inteligencia Artificial.
Esto no significa que la robótica biohíbrida carezca de conflictos éticos propios, pero por ahora no los hemos identificado y puede que, hasta que no los encontremos, sea difícil concienciar al público. Debemos prestar atención ética a toda tecnología emergente, pero, por suerte, no necesitamos centrarnos en cada una de ellas para enfrentarnos, al menos, a buena parte de sus problemas.
Que no te la cuelen
Hace mucho que la tecnología contribuye a aumentar la brecha socioeconómica y, por supuesto que también puede cerrarla, pero la tendencia ha sido clara y hemos tenido infinidad de motivos para ponernos en marcha y desarrollar estrategias para moderar este impacto. Puede que la solución esté en regular el mercado, puede que en subvenciones o tal vez en leyes que impidan la discriminación laboral por cuestiones tecnológicas, pero lo cierto es que todavía no lo tenemos claro y seguimos normalizando que ciertos espacios sean solo para personas tecnologizadas. Ahora no parece dramático, pero es importante imaginar sus consecuencias.
El hecho de que uno de estos dispositivos desarrolle conciencia suscita dudas existenciales