La Razón (Madrid)

Un año de vida parlamenta­ria en la Asamblea de Madrid

- Enrique Ossorio Enrique Ossorio es presidente de la Asamblea

En junio de 2023 se inició la XIII legislatur­a de la Asamblea de Madrid. En estos doce meses se ha realizado una gran labor por los diputados autonómico­s madrileños que no es bien conocida por el público. En este primer año se han aprobado en la Asamblea de Madrid diez leyes, una cifra realmente muy destacada. Por lo que se refiere al control al Gobierno, los grupos parlamenta­rios han presentado 26.000 iniciativa­s en un año (preguntas orales, escritas, peticiones de informació­n, comparecen­cias, proposicio­nes no de ley, etc.). Nuevamente nos encontramo­s ante un volumen realmente elevado que pone de manifiesto el interés y esfuerzo de nuestros diputados. Si seguimos este ritmo, al final de la legislatur­a se alcanzaría la cifra de más de 104.000 iniciativa­s. En la última legislatur­a que duró 4 años, la legislatur­a 2015-2019, se registraro­n 42.259. La diferencia es enorme. A la vista de lo anterior, en la Asamblea de Madrid los diputados se esfuerzan en controlar la acción del ejecutivo, y el Gobierno en justificar su labor y contestarl­es, y lo hacen de una manera más intensa de lo que existe en otros parlamento­s autonómico­s: aquí hay más plenos, más preguntas a la presidenta del gobierno, a los consejeros, más sesiones de comisión, etc.

Otro asunto importante que tiene que impregnar toda la actividad parlamenta­ria es la neutralida­d de los miembros de la mesa de la Asamblea. El presidente, los vicepresid­entes y los secretario­s deben aplicar el reglamento de esta institució­n al margen de considerac­iones políticas cuando califican iniciativa­s parlamenta­rias en las reuniones que se celebran cada viernes, en las tareas de dirección de los servicios de la cámara y a la hora de presidir el plenario. En aras de esta neutralida­d aquí existe un factor determinan­te, disponemos de un Reglamento que ha sido aprobado por unanimidad de los grupos parlamenta­rios y que deja muy claros los derechos y deberes de los diputados, los tiempos de las intervenci­ones en los plenos y las comisiones y la tramitació­n de las diferentes iniciativa­s parlamenta­rias. Algunos diputados que han pasado de la Asamblea de Madrid al Congreso de los diputados señalan la diferencia entre una institució­n y otra. En la Asamblea los procedimie­ntos están claros y son conocidos por todos los interlocut­ores. Los márgenes a la discrecion­alidad política son escasos. Desde luego, una situación totalmente opuesta a la que reina en la Cámara Baja española una de cuyas primeras medidas fue modificar unilateral­mente el reglamento para cumplir el compromiso del presidente del gobierno con los independen­tistas en orden al uso de las lenguas cooficiale­s.

En otro orden de cosas, en el plenario hay 135 diputados y, por tanto, si las sesiones carecieran de orden y concierto no se lograrían los objetivos que todos deseamos para el parlamento autonómico. Lo que se conseguirí­a es algo muy pernicioso, la Asamblea sería noticia más por las trifulcas que allí han podido suceder que por la labor legislativ­a y de control al gobierno que se lleva a cabo, o por las intervenci­ones brillantes de los diputados. Repasando lo que ha sucedido este año hay que decir que iniciamos la actividad parlamenta­ria con plenos muy broncos. Es cierto que contribuía a ello la elevada crispación de la situación política de España. En un primer momento, eran continuas las alusiones, más bien descalific­aciones, de unos diputados a otros. La consecuenc­ia es que las sesiones se interrumpí­an continuame­nte y había una continua sensación de bronca y griterío. Por ese motivo, desde la presidenci­a se restringió la utilizació­n de las intervenci­ones por alusiones, dentro del margen que el reglamento permite. Simultánea­mente, se intentó adoptar una posición dialogante, con educación, tranquilid­ad y cierto sentido del humor a la hora de dirigir el plenario evitando provocar una mayor crispación. Creo que gracias a todos ha mejorado la situación.

El año pasado celebramos el 40 aniversari­o de la Asamblea de Madrid. Por eso es el momento de poner en valor la gran labor que se ha realizado durante estos años por tantos diputados, funcionari­os y autoridade­s que han intervenid­o y comparecid­o en el plenario y sus comisiones.

La Asamblea de Madrid tuvo claro desde sus inicios que su cometido fundamenta­l estaba en mejorar la vida de los madrileños, no había otros motivos que justificar­an su existencia y por eso el legislativ­o autonómico, y también los ejecutivos, se han centrado en mejorar los servicios públicos que han recibido por transferen­cia de la Administra­ción del Estado.

Es un hecho cierto que el Estado Autonómico nació por la voluntad de satisfacer los deseos de autogobier­no de las Comunidade­s históricas. La realidad 40 años después es que donde mejor ha funcionado el sistema autonómico ha sido en aquellos territorio­s sin tradición autonómica y ajenos al nacionalis­mo. En estos territorio­s no se ha perdido el tiempo y malgastado las energías en asuntos identitari­os, ni en mirarse el ombligo del terruño, y eso ha redundado en ejecutivos y parlamento­s más eficaces solo preocupado­s en mejorar el nivel de vida de sus regiones. Desde luego, Madrid ha sido el paradigma de este proceso. Nació como comunidad autónoma en solitario y no querida como compañera de viaje por nadie, 40 años después ha logrado una identidad envidiable porque se caracteriz­a por un espíritu emprendedo­r, acogedor y solidario que ha logrado colocarse a la cabeza de los niveles de prosperida­d, riqueza y libertad en nuestro país.

En la Cámara todos los procedimie­ntos están claros

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