Azucár, el negocio más dulce
Productores, consumidores, salud, dinero... El negocio del azúcar –por más que la OMS pida su control y reducción en el consumo– es de los más boyantes del mundo
El consumo de azúcar en España triplica lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Productos ultraprocesados, como los zumos industriales, los refrescos azucarados, salsas o precocinados son la parte del león a una ingesta que las autoridades sanitarias de todo el mundo intentan poner coto. No se trata de luchar y acabar con el consumo de azúcar, sino combatir el verdadero problema, que se sitúa en los azúcares añadidos de alimentos, como la bollería industrial, y que tienen múltiples nombres: jarabe de maíz, dextrosa, fructosa, glucosa, sacarosa o lactosa. La caña de azucar o la remolacha no pueden ser condenadas ni proscritas. El uso que se hace de los azúcares en determinados alimentos es lo que cabe combatir. En este sentido, los hábitos modernos, la vida acelerada que llevamos marca una alimentación en que el tiempo es señor. Una sencilla salsa de tomate se puede comvertir en una «bomba» de azúcares en su proceso de fabricación o un excelente alimento realizado en el hogar. El tiempo marca la diferencia. En España la ingesta media diaria de azúcares se sitúa en los 71,5 gramos. Más del doble del consumo medio máximo recomendado por la Organización Mundial de la Salud, que es de 25. En una línea más combativa, la «represión» del cosumo de esos azúcares ha saltado a un primer plano: al menos 17 países y varias ciudades de Estados Unidos han añadido un impuesto adicional sobre las bebidas azucaradas. Otras 11 naciones están implementando o considerando gravámenes similares. Ése es el camino. Se quiere acabar con la realidad de que los niños en España consuman de media el equivalente a 32 kilos de azúcar al año... y las consecuencias que acarrea: obesidad, diabetes tipo 2 y caries. Entre los campeones del consumo de azúcar está Brasil: 67 kilos al año por habitante. Un territorio que a su vez está entre los mayores productores y exportadores. Y lo que se vive en el gigante sudamericano lleva camino de reproducirse en todo el mundo, ya que la rápida urbanización de los países en desarrollo traerá consigo –pese a ese ya comentado impacto negativo sobre la salud– un aumento del consumo de alimentos procesados o la comida rápida, ricos en azúcares. La educación será clave en esta batalla.