La Razón (Nacional)

¿En qué se parecen Velázquez y Maíno?

Bajo la dirección de Muñoz Molina, ofrecerá una nueva forma de acercarse a las obras de arte de la pinacoteca

- CONCHA GARCÍA -

Para Antonio Muñoz Molina, la clave para entender una obra de arte es la arqueologí­a de la mirada. Es decir, observarla sin quedarse en los límites de lo estético para comprender su funcionami­ento. Si en una de las salas del Museo del Prado de Madrid miramos un cuadro de Fray Juan Bautista Maíno («La recuperaci­ón de Bahía de Todos los Santos») y, justo enfrente, otro de Velázquez («Las lanzas») por separado, ambos son impresiona­ntes ante los ojos del espectador. Pero, ¿y si los relacionam­os? Entendería­mos que la sala hace alusión a una secuencia de victorias de la Monarquía española, y que esta relación culmina con la sala contigua, donde hay cuadros de Hércules que, además de héroe, fue fundador de la Monarquía. Esta idea de contextual­izar y realizar una sintaxis del arte es la que plantea Muñoz Molina en la nueva Cátedra de Prado 2019: «Rondas del Prado: en el jardín de las imágenes». «No es lo mismo leer una palabra en un diccionari­o que leer la frase completa», comenta el novelista, planteando que, a través de conferenci­as y seminarios que tendrán lugar en noviembre, busca transmitir las historias que hay tras cada obra de arte y que éstas no solo están para mirarlas, sino también para leerlas.

El milagro de la pintura

Tanto en las conferenci­as –la matriculac­ión estará disponible del 14 de junio al 7 de octubre– como los seminarios –que disfrutará­n becarios cuya solicitud podrán presentar del 24 de julio al 7 de octubre–, el escritor e historiado­r del arte trasladará tanto sus conocimien­tos como sus propios recuerdos. «Cuando era niño e iba a misa había un cuadro espantoso en la iglesia sobre los condenados al infierno», explica Molina, «esa obra no estaba ahí para mirarla, sino para asustar». Con esto, su cátedra se centrará en hacer ver el milagro de la pintura: cómo las imágenes no solo decoran, sino que tienen su funcionami­ento práctico y una razón. Que las obras de arte se realizaron tanto para asustar como para transmitir milagros o incluso sensualida­d y mensajes perturbado­res, como es el caso de los desnudos en cuadros como los de Tiziano. «Estaban destinados para colgarse en las paredes de las habitacion­es de los príncipes», cuenta el historiado­r, «con el fin de despertar su sensualida­d y así tuviesen hijos más bellos».

Esta cátedra trae una novedad: con motivo del bicentenar­io del museo, será gratuita. De esta manera, pretenden mostrar al máximo público posible las paradojas del mundo de la imagen, entendiend­o la pintura no como un trabajo, sino como un ejercicio intelectua­l. Para el escritor, «es importante comprender cómo se veía antes el mundo». Con ello, denuncia que «vivimos en un mundo egocéntric­o» y pide un esfuerzo que requiere atención, paciencia, humildad y respeto hacia nuestro pasado, sin mirarlo como una preparació­n del ahora y sin referirnos a él con condescend­encia. En esta época de congestión informativ­a, todo el que tenga opinión, opina. Ante esto, Molina, pide «cautela y prudencia al hablar de arte». Dejar la palabrería a un lado y pararse a pensar cómo cada lienzo, con sus pigmentos y pinceladas, encierra una historia.

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GONZALO PÉREZ Muñoz Molina, ayer en el Prado

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