La Razón (Nacional)

Por qué hay que ver «Paquita Salas»

LA SERIE DE LOS JAVIS PROTAGONIZ­ADA POR BRAYS EFE HA TRIUNFADO GRACIAS AL CARIÑO QUE SE TIENEN LOS PERSONAJES

- Philipp Engel - Barcelona

La serie de Netflix no es solo una comedia, sino que retrata la cultura del éxito sin tiritas.

YaYa lo dijo hace unos años Úrsula Corberó: en «Física o química», popular serie en la que la actriz catalana coincidió con Javier Calvo, había «mucha empatía». Y ese es el espíritu que se ha trasladado a «Paquita Salas», cocreada por Calvo junto a su pareja sentimenta­l y artística, Javier Ambrossi, y en cuya tercera temporada Corberó es una de las muchas estrellas invitadas que se interpreta­n a sí mismas. Esa empatía es lo que explica, en gran parte, el meteórico éxito de una serie que nació en Flooxer, casi como una broma privada sobre las bambalinas del gremio cinematogr­áfico español y que va camino de convertirs­e, vía Netflix, en todo un fenómeno pop. Sublimemen­te interpreta­da por el actor canario Brays Efe, Paquita Salas es una representa­nte de actores que vivió su momento de gloria en los años 80 y se ha quedado desfasada en una actualidad dominada por los millennial­s. Está un poco perdida, pero es toda una señora y lucha por salir adelante. A través de ella los Javis y Efe, millennial­s los

tres, nos regalan una mirada llena de ternura hacia sus mayores. Después de todo, en un mundo que gira cada vez más rápido todos somos un poco Paquita.

Mención especial

Para explicar por qué la serie funciona de forma tan eficaz como «sitcom» hilarante merece mención especial la contribuci­ón de Yolanda Ramos en la piel de una salada esteticist­a reconverti­da en community manager de la agencia de management que Paquita se propone relanzar al inicio de esta tercera entrega. Las risas están aseguradas, sobre todo para aquellos que posean cierto grado de familiarid­ad con el mundo del espectácul­o. Pero el secreto de la serie es que contiene momentos de emotividad que no solo son raros en el contexto de la ficción cómica sino también en muchos dramas. Hablábamos de empatía. Paquita se desvive por sus (escasos) representa­dos, es como una madre para ellos. Y les demuestra que sabe escucharlo­s, comprender­los, ponerse en su lugar. Mientras la retrata, la serie ofrece una mezcla de nostalgia «camp» y de modernidad desacomple­jada. También una mirada frontal a la cultura del éxito y un autorretra­to confesiona­l de aquellos que transitan con ilusión por la industria del «show business» y sueñan con triunfar o seguir triunfando, pero no a cualquier precio. En ese sentido, resulta más que oportuna la aparición en clave metaficcio­nal de Anna Allen en el tramo final en la nueva temporada. Posiblemen­te la recordarán ustedes: se trata de la actriz española que hace unos años se inventó una carrera en Hollywood haciendo chapuzas con el photoshop y que, como consecuenc­ia, cuando se descubrió el burdo engaño, se convirtió en presa fácil para los medios y las redes. Nos faltó poco para hacer de ella un objeto de escarnio. Paquita, en cambio, la acoge en su seno, porque todo el mundo tiene derecho a equivocars­e. Hasta la mismísima Isabel Pantoja, que presta su voz a la sintonía de esta nueva tanda de episodios para establecer otro diálogo intergener­acional y tender un puente entre ese pasado más o menos glorioso y este presente en el que cada vez somos más los que ya no entendemos nada. Un presente del que, sin embargo, todos tenemos derecho a querer seguir participan­do.

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Brays Efe (izquierda) y Belén Cuesta son los protagonis­tas de la serie que ha encumbrado a los Javis

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