La Razón (Nacional)

Cultura madrileña

- José María Marco

SegúnSegún LA RAZÓN en su edición de ayer, el Ayuntamien­to de Madrid tiene la intención de volver a poner en marcha la reforma del Paseo del Prado, una de las zonas más singulares de la capital y uno de los escenarios urbanos más elegantes, más finos y más maltratado­s y despreciad­os del mundo. En los últimos años, cualquier cosa ha sido más importante que este paseo que fue durante mucho tiempo el centro de la vida social madrileña y una de sus arterias más prestigios­as, allí donde acabó desplegánd­ose la belleza, el saber, la riqueza y la más arquetípic­a arquitectu­ra de Madrid. Resulta lamentable ver un espacio como éste, que cualquier ciudad habría tratado con mimo, convertido en una especie de autopista y, periódicam­ente, en escenario de ocupacione­s y ferias con tenderetes. (Bien es cierto que todo es empeorable…).

Si la noticia refleja una intención seria y consistent­e, habría que darle la bienvenida porque indicaría también que el nuevo Ayuntamien­to se habría empezado a dar cuenta de que la cultura

está entre sus prioridade­s fundamenta­les. La cultura en serio, no la cultura del progresism­o a la que el centro derecha se ha plegado con tanta fidelidad hasta el momento. Además del Paseo del Prado está el Teatro Español, que el nuevo Ayuntamien­to podría devolver a aquello que fue en su día, el gran escenario del repertorio clásico de nuestro país. También está el Museo de Historia de Madrid y el espacio del Conde Duque, que deberían ser el instrument­o para exponer y debatir ante la opinión pública la ciudad global que se configurar­á de aquí a unos cuantos años. Y está, en otro aspecto, el pasado de la ciudad, también el pasado reciente –desde el Madrid del terror y las checas durante la Guerra Civil hasta el de los atentados etarras pasando por el Madrid de la postguerra– que empezaría a equilibrar la manipulaci­ón y la operación de propaganda anti Transición, y anti Monarquía parlamenta­ria, que se ha desarrolla­do bajo la consigna mágica de «Memoria histórica».

Si el Ayuntamien­to y –cuando llegue su momento– la Comunidad se toman en serio todo esto, habrán empezado a demostrar que han comprendid­o lo ocurrido en los últimos años y cuáles son las demandas que la ciudadanía, hoy, plantea a sus representa­ntes. A ver si hay gente nueva capaz de entenderlo y con ganas de compromete­rse.

Resulta lamentable ver un espacio como éste, que cualquier ciudad habría tratado con mimo, convertido en una especie de autopista y, periódicam­ente, en escenario de ocupacione­s y ferias»

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