La Razón (Nacional)

Molinos de la discordia

- Abel Hernández

UnUn parque eólico en el corazón de la sierra de Oncala amenaza la vida de los ocho vecinos supervivie­ntes de Estepa de San Juan. Este municipio soriano, que es uno de los cinco más pequeños de España, se ha levantado, con su consistori­o a la cabeza, contra la invasión de los aerogenera­dores que trastornar­ía su vida, amenazaría el ecosistema y destruiría el austero paisaje de la Mesta, el más castigado de España por la despoblaci­ón. José Ramón Ruiz, concejal del Ayuntamien­to, me dice que «además de la intromisió­n en la avifauna es una pérdida irreparabl­e del paisaje milenario configurad­o por las personas trashumant­es en Tierras Altas». Lleva razón. El paisaje puro, permanente, incontamin­ado es la fragua de la memoria. Lo único que queda. Por aquí no pasó la revolución industrial. Nos quedan estas sierras azules, estas parameras limpias, estas ribaceras, estos campillos pardos. No nos lo quiten. Es nuestra patria y nuestro futuro, y hay mucha historia callada en cada camino, en cada mojón, en cada ave que aún pasa. La movilizaci­ón no

se ha hecho esperar. La España vaciada dice basta al abuso de los que se aprovechan de la indefensió­n en estas soledades. Los escasos vecinos de Estepa de San Juan, de Cuéllar de la Sierra y de Castilfrío, que son los más afectados, no están solos en esta acometida quijotesca contra los molinos de viento. Los intelectua­les sorianos –el escritor José Ángel González Saiz, la directora de cine Mercedes Álvarez, el poeta Fermín Herrero, que, como yo, vienen de estas Tierras Altas– muestran su apoyo incondicio­nal. Ninguno de nosotros está, por principio, en contra de la energía eólica, sino todo lo contrario. Pero los aerogenera­dores deben estar plantados donde no hagan más daño que provecho. No, por ejemplo, en el cerro de San Juan. Han convertido toda la sierra de Oncala, el paisaje azul de mi infancia, en un bosque metálico. Y ahora quieren tomar posesión de las zonas bajas. La Asociación Soriana para la Defensa y Estudio de la Naturaleza ha presentado alegacione­s contra este parque de la discordia. Se oponen los ecologista­s a que los perturbado­res aerogenera­dores estén tan cerca de los caseríos y se interponga­n en el corredor de murciélago­s y aves migratoria­s. En sus alegacione­s tratan de preservar el hábitat del aguilucho cenizo, el milano real, la gallineta común, el zampullín chico, el ánade real, el aguilucho lagunero y la ganga ortega que crían en las graveras o en las llanuras cerealista­s de alrededor. Esta no es una batalla perdida y, desde luego, trasciende lo local.

El paisaje puro, permanente, incontamin­ado es la fragua de la memoria. Lo único que queda»

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