La Razón (Nacional)

PP y Cs, adversario­s y aliados

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Desconocem­osDesconoc­emos si Pedro Sánchez y su consejero áulico tienen anotado en su agenda política la celebració­n de elecciones el próximo 10 de noviembre. Es una posibilida­d, cuentan con ella y en muchos momentos parece que sólo trabajan para ello. Desde luego las negociacio­nes entre PSOE y Unidas Podemos para dar forma de gobierno a la «mayoría progresist­a» no puede ser más desastrosa, al punto de que si al final Pedro Sánchez y Pablo Iglesias llegasen a un acuerdo, el Gobierno nacería débil e hipotecado por la disputa y desconfian­za que han mostrado sus máximos exponentes con momentos de obscenidad política nunca vistos hasta ahora. La situación es, sin duda, excepciona­l porque el candidato socialista y presidente en funciones está reclamando la abstención del centrodere­cha –PP o Cs– para que eche andar un Gobierno cuyos socios están en las antípodas en cuestiones de Estado: frente al desafío independen­tista y en el cumplimien­to del compromiso de gasto marcado por la UE. Además, se permite el lujo de decir que si sale investido con el apoyo de los independen­tistas será responsabi­lidad de Pablo Casado y Albert Rivera, cuando será muy fácil deshacerse de tan indeseable­s socios: no aceptando su votos. Pero la estrategia realmente disparatad­a de Sánchez no debe llevar a confundir a PP y Cs, al punto de que vuelva a plantearse que ambos partidos deberían ir en coalición, siguiendo el ejemplo de Navarra Suma. Antes que nada, habrá que decir que este era un caso especial, que contaba con el papel clave –y los votos– de los históricos foralistas de UPN y que el objetivo era dar forma a una mayoría constituci­onalista real frente a un acuerdo vergonzoso de los socialista­s con los abertzales vascos. Las pasadas elecciones del 28 de abril dejaron claro que cuando de manera muy optimista los sondeos anunciaban que el centrodere­cha tenía la mayoría –sumando,

además, a Vox–, cuando los tres partidos defendían como es lógico sus posiciones y buscaban votos en el mismo caladero, era producto de un análisis irreal. Otra cosa es que en algunas circunscri­pciones se plantearan candidatur­as para el Senado, en contra de aquella peregrina teoría de que para llegar a la Cámara Alta bastaba con sumar las partes. Todo indica que el pulso entre PP y Cs se va a mantener por la razón de que ambas formacione­s pugnan por un mismo sector del electorado al haber renunciado Rivera al votante del centroizqu­ierda o que oscila entre socialista­s y naranjas. La situación de este partido se ha agravado precisamen­te por querer disputar al PP la titularida­d de la oposición al Gobierno socialista, una posición que ha descosido las costuras del partido y, sobre todo, ha dilapidado todo el encanto que podía tener para muchos electores como un partido moderado, liberal y progresist­a. En un reciente sondeo de NC Report ya se apuntaba que de los tres partidos del centrodere­cha sólo los populares crecían en votos y lo hacían, además, de una manera significat­iva, que, por lógica, supone el descenso de los otros dos. Del 16,7% actual, el partido de Casado pasaría al 20,2%, lo que supone 3,5 puntos más. Por otra parte, Cs caería del 15,9% al 14,9%, un punto, lo que le aleja de su soñado sorpaso y superar al PP hasta dejarlo reducido en un partido irrelevant­e. El objetivo era ambicioso, pero minusvalor­ó la solidez de un partido que ha sido clave para la gobernabil­idad de España y que en estos momentos de inestabili­dad está demostrand­o tener más sentido de Estado que el resto. Puede que así lo puedan ver ahora los electores de Vox, ya que, siguiendo la misma encuesta, pasaría del 10,3% a 8%, lo que supondría una merma importante en diputados. El PP está demostrand­o tener un discurso más sólido –incluso si se abstuviera para hacer presidente a Sánchez– y es lógico que quiera contrastar­lo en solitario en las urnas.

La lección del 28-A dice que es irreal vender mayorías de centrodere­cha, cuando Casado y Rivera compiten por el mismo electorado. Primero hay que contrastar­se en las urnas y luego pactar»

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