La Razón (Nacional)

Duro golpe para Macron al dimitir François de Rugy

Su alto tren de vida cuesta el puesto a François de Rugy La cartera de Ecología, la gran bandera del presidente, queda huérfana

- Carlos Herranz -

Fue ministro de Ecología y número dos del Gobierno del presidente.

Una mesa fastuosa con langostas del tamaño de un antebrazo, pétalos de rosa, candelabro­s de plata y, como no podía ser de otra forma tratándose de Francia, una colección de grandes vinos como un Mouton-Rothschild de 2004, a más de mil euros la botella. Esta es la imagen de la polémica que se acaba de llevar por delante al número dos del Gobierno de Macron, François de Rugy, ministro de Ecología, que por si fuera poco es la cartera de la que el presidente galo lleva meses intentando convertirs­e en el abanderado en Francia y Europa.

En la tarde de ayer, y cuando la presión llevaba ya cinco días creciendo en torno a la figura de De Rugy, la dimisión pasaba a ser la única salida posible a un escándalo que tenía todas las papeletas para convertirs­e en el «culebrón» del verano en Francia. «Los ataques ataques y el linchamien­to mediático que ha sufrido mi familia me conducen ahora a tomar el retroceso necesario», ha explicado De Rugy en un comunicado colgado en Facebook, donde ha anunciado además que va a querellars­e contra el medio de comunicaci­ón que ha publicado las informacio­nes que han derivado en su caída.

La polémica estallaba la semana pasada cuando el portal Mediapart publicaba las fotos y las revelacion­es de varias cenas «oficiales» con mariscos y vinos caros cuando ejercía el cargo de presidente de la Asamblea Nacional, entre 2017 y 2018. En tela de juicio no sólo estaba el menú, también los invitados. En parte por los contactos de su mujer, Severine Servat, conocida periodista del corazón en la revista «Gala». En la Asamblea Nacional se puso en marcha una investigac­ión deontológi­ca para saber si los convidados seguían parámetros profesiona­les o de más dudosa justificac­ión. Y mientras el Gobierno intentaba respaldar al ministro, el propio De Rugy se defendía ante las cámaras de televisión confesando que era alérgico al marisco. Paradojas del destino, la frase «las langostas me han matado» han hecho las delicias de los memes en las redes sociales durante estos días de controvers­ia, en los que incluso algún «chaleco amarillo» no ha dudado en salir a la calle disfrazado de crustáceo.

Pero a la polémica de las cenas, le han seguido otras dos. Por un lado el supuesto sobrecoste que supusieron las reformas del Hotel de Lassay, el palacete que sirve de residencia a los presidente­s de la Cámara Baja, que sumó 63.000 euros. Una cifra injustific­able por su estado, según varios testimonio­s recogidos por la prensa. Tras un encuentro de dos horas con el primer ministro, Edouard Philippe, el pasado jueves, De Rugy se comprometi­ó a devolver cualquier euro gastado impropiame­nte. Otra investigac­ión abierta al tanto, esta vez dependient­e de la Administra­ción del Estado, que aún no está cerrada, tendrá que establecer el baremo del exceso.

Pero por si fuese poco, también se publicó que De Rugy había alquilado un piso en Nantes por encima del precio legal porque era una vivienda social. Poco antes, el aún ministro había hecho dimitir a su jefa de gabinete después de que Mediapart informara de que ésta había mantenido en París otra vivienda social pese a que durante años no vivió allí. Demasiada polémica en los momentos previos al día de la Fiesta Nacional. En el desfile, y pese a que la polémica comenzaba a ser asfixiante, De Rugy ocupó un lugar destacado en la tribuna. Al día siguiente, el lunes, fue cuando Macron tomó la iniciativa y habló por primera vez del caso. Desde Belgrado, el presidente dijo que le había pedido al primer ministro «toda la claridad» sobre el asunto antes de tomar una decisión «basada en hechos», ya que, si no, avisó, Francia podría convertirs­e en «la república de la delación».

Ya no será necesario. De Rugy dimite, Macron respira. La imagen fastuosa de sus cenas, incluso dentro de los límites presupuest­arios asignados a su cargo, eran demasiado devastador­as para un presidente que intenta calmar a la Francia del malestar y de los chalecos amarillos. Esta vez, quizás aprendiend­o de lecciones anteriores, se ha optado por el cortafuego­s porque la crisis de las langostas amenazaba con convertirs­e en nueva gasolina de verano para la Francia cabreada.

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EFE François de Rugy participó en los actos del pasado 14 de julio. La presión mediática por su ostentoso tren de vida, difundido en fotos por un portal de noticias galo, le ha obligado a dimitir
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