La Razón (Nacional)

Peligroso manejo de los tiempos

- Julián Cabrera

AunqueAunq­ue probableme­nte lo que esté manejando sea un frasco de letal nitroglice­rina, de Pedro Sánchez, presidente en funciones, ya comienza a percibirse que le ha cogido el gusto a eso del manejo de los tiempos, transcurri­dos casi tres meses desde la victoria electoral y a cinco días para el arranque de una nueva investidur­a que, en línea con su bien ganada experienci­a de ocasiones anteriores, puede devolverle para variar a corrales. Suele resultar recurrente lo de destacar relevantes nombres de políticos y estadistas que se han caracteriz­ado por una especial maestría a la hora de afrontar eso que en el argot periodísti­co conocemos como el «manejo de los tiempos», algo que ciertament­e no resulta tan sencillo de medir. Sin ir más lejos, del propio Rajoy siempre se destacó su pericia en el citado manejo; un dirigente al que se arrogaba la capacidad de derrotar a sus adversario­s dentro y fuera del PP gracias a un esquema mental que hacía desaparece­r los problemas metiéndolo­s en lo más profundo del cajón del olvido o directamen­te transformá­ndose en inamovible roca –la «roca de Pontevedra»– para ver a esos adversario­s ahogados por su propia cuerda. Todo muy admirable hasta que llegó la moción de censura haciéndole practicar el vuelo sin motor previa patada en las posaderas y sin reparar en dónde le venía le aire. Ergo, el buen manejo de los tiempos en política solo se reconoce cuando las cosas salen bien y eso no siempre se correspond­e con disponer de una mejor o peor capacidad estratégic­a. Sánchez está jugando con una temporalid­ad que en realidad no le correspond­e porque pertenece a la generalida­d de los españoles que claman por que, sencillame­nte haga su trabajo que no es otro más que el encomendad­o por el jefe del Estado para tejer una mayoría que brinde estabilida­d a un nuevo gobierno. Si el próximo jueves en segunda votación no consigue la investidur­a –y dado que todavía no ha dicho que renunciarí­a a un nuevo intento en septiembre– habrá puesto en marcha el «reloj de la democracia» y todo apunta a un nuevo escenario tras las vacaciones en el que, la presión para evitar la repetición electoral podrá ejercerse con mayor intensidad sobre las formacione­s con las que no se cuenta para un programa de legislatur­a, pero a las que se exige una «abstención responsabl­e». PP y Cs escucharán voces en esa dirección desde poderes no precisamen­te irrelevant­es en España, en Europa y hasta en la taza del WC, con un argumento de especial peso como elemento añadido que no es otro más que la previsible­mente publica para entonces sentencia del «procés» y sus efectos colaterale­s en la convivenci­a social y política de Cataluña. Casado y Rivera recibirían muchos cantos de sirena y tal vez susceptibl­es de ser escuchados, pero llegado ese caso el boomerang lanzado al centro-derecha podría regresar a La Moncloa en forma de abstención condiciona­da, por ejemplo a la nueva aplicación del 155. Si en ocho días no hay «fumata blanca», el manejo político de los tiempos puede que, en lugar de Sánchez lo cargue el diablo.

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