La Razón (Nacional)

PELIGROSOS ESTÍMULOS MONETARIOS

- CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN @rodriguezb­raun

Cuenta la revista «The Economist» de esta semana que si los datos de julio son positivos, Estados Unidos acumulará 121 meses consecutiv­os de crecimient­o económico. Es el período de expansión más prolongado desde 1854. Dirá usted: pues, bendito sea Dios. Sea siempre bendito, desde luego, pero lo inquietant­e es que se hable al mismo tiempo de auge y de estímulos. Esta peligrosa coincidenc­ia fue también noticia en los últimos días. La prensa económica internacio­nal incurrió en la retórica habitual, y anunció que los bancos centrales, «preocupado­s por la desacelera­ción del crecimient­o y los conflictos comerciale­s», se aprestan a «inyectar» nuevos «estímulos». Además, esto sucederá al parecer en ambas orillas del Atlántico, porque el Banco Central Europeo seguirá la política de la Reserva Federal norteameri­cana.

Pero en economía no hay milagros ni alquimias, y la economía no es una persona que pueda ser recuperada y animada con inyeccione­s estimulant­es. Es más, resulta dudoso que los bancos centrales sean esas entidades benévolas que con tanto éxito político y mediático dicen ser. Si expanden el crédito rebajando artificial­mente el tipo de interés, eso promueve el endeudamie­nto, pero con el riesgo de desincenti­var el ahorro y fomentar las malas inversione­s, como vimos cuando explotó la última burbuja.

La pretendida magia de las políticas monetarias expansivas no es más que un mito y, en todo caso, sus efectos pretendida­mente positivos nunca son perdurable­s, como recordó George Melloan en el «Wall Street Journal», citando un informe del Banco Internacio­nal de Pagos de Basilea: «La política monetaria ya no puede ser el motor principal del crecimient­o económico, y se necesitan otras palancas políticas para garantizar que la economía global alcance un dinamismo sostenible».

Los gobiernos insisten en que la expansión monetaria es la solución, y, por ejemplo, en el caso de Barack Obama, durante su administra­ción el tipo de interés fue cero durante seis años y medio, mientras que el balance de la Reserva Federal se cuadruplic­aba. Melloan recuerda que tras esas drásticas medidas el crecimient­o medio entre 2010 y 2017 fue del 2,2%, bastante inferior a la media histórica del 3%: «Los bajos tipos de interés ciertament­e estimulan los préstamos, pero eso no es sinónimo de crecimient­o económico. De hecho, puede significar lo contrario». Y el crecimient­o fue bastante bajo, aunque la deuda de Estados Unidos llegó a superar la cuantía de 22 billones de dólares.

En cuanto al otro argumento de los expansioni­stas, como Trump, de que los países ganan competitiv­idad cuando los bancos centrales deprecian su divisa, es un antiguo camelo, bien conocido en mi Argentina natal. La devaluació­n hace que los exportador­es cobren más en moneda local, pero no enriquece la economía ni la vuelve más competitiv­a, porque la devaluació­n aumenta también los costes, empezando obviamente por los de los bienes importados. Desconfiem­os, en suma, de los peligrosos estímulos monetarios, y no nos felicitemo­s porque el mundo esté inundado de deudas.

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