La Razón (Nacional)

CÓMO HEMOS MUTADO

EN DIEZ AÑOS NOS ESPERAN INCENDIOS, TEMPERATUR­AS EXTREMAS, INUNDACION­ES Y DEVASTADOR­AS CONSECUENC­IAS ECONÓMICAS

- Juan Scaliter - Madrid

YaYa en 2020 era bastante obvio que, pese a las reuniones en Brasil, Japón, Francia e Inglaterra, habíamos fallado. El Panel Interguber­namental sobre el Cambio Climático (IPCC), que incluye a más de 1.300 científico­s de todo el planeta pronostica un aumento de la temperatur­a de 1º a 4 ºC durante el próximo siglo. Esto cambiaría la meteorolog­ía del planeta en vario aspectos. Algunos de ellos positivos, como la extensión de la superficie cultivable en regiones boreales, principalm­ente en Canadá, países escandinav­os y Rusia. Esto es algo positivo, pero es apenas uno de los efectos del cambio climático. La otra cara de la moneda no es tan esperanzad­ora.

Según el IPCC las temperatur­as continuará­n subiendo en todo el planeta y las olas de calor se extenderán ya no por días ni semanas, sino por meses. Hoy estamos sufriendo esas temperatur­as. A esto se le ha unido que muchas ciudades costeras de España (A Coruña, Gijón, San Sebastián, Barcelona, Valencia o Málaga por citar algunos ejemplos) han visto cómo el mar las ha invadido en mayor o menor medida. Una situación, ya anticipada por el CSIC en 2018, especialme­nte visible en el delta del Ebro, el Llobregat y la Manga del Mar Menor. Las pérdidas provocadas no son solo materiales, ya que el aumento del nivel del mar produjo la salinizaci­ón de

acuíferos costeros, incrementa­ndo la crisis de agua del país.

Mientras tanto, en el interior, la sequía se ha cebado con comunidade­s como Andalucía, Extremadur­a o Murcia. En 2017 un estudio, realizado por un equipo internacio­nal de científico­s, entre los que había expertos del CSIC, había demostrado que este fenómeno afectaría principalm­ente a los árboles más grandes y de mayor altura. Y si ya eran vulnerable­s por la sequía, los vientos y el calor extremo y duradero los convirtió en pasto de los cada vez más frecuentes incendios.

Lluvias torrencial­es

El informe también señalaba que superar el límite de 1,5 º C depararía un mayor incremento del calor extremo y lluvias torrencial­es, algo que lógicament­e afectó de forma directa a la agricultur­a y a la ganadería. Muchas provincias han debido adaptarse a este nuevo clima, cambiando cultivos tradiciona­les, experiment­ando con nuevas cosechas y perdiendo importante­s denominaci­ones de origen, algo que ha inclinado aún más la balanza de los efectos económicos tangibles del cambio climático.

Mientras, en el mar, la situación no era muy favorable.

El Instituto de

Ciencias del Mar (ICM-CSIC) señaló, más de una década atrás, que la combinació­n del cambio climático y la sobrepesca podría provocar una auténtica devastació­n de la fauna marina. Mientras tanto, las ciudades costeras del Cantábrico han comenzado a experiment­ar lo que nunca se había vivido: huracanes. De hecho, en todo el Atlántico norte, la intensidad, la frecuencia y la duración de los huracanes ha ido aumentado de forma predecible.

También en el mar el incremento de temperatur­as ha desencaden­ado una proliferac­ión de especies invasoras y de medusas que ha alterado por completo el paisaje de todo el Mediterrán­eo. Básicament­e el cambio climático ha comenzado a alterar el paisaje de la península. Antes se hablaba de inundacion­es y riadas que no se habían visto en 50 o 70 años, ahora son cada 5 años. Muchos centros de esquí han visto cómo la cantidad y calidad de la nieve ha descendido notablemen­te y el turismo, tanto el de invierno como el de verano, ha cambiado por completo, profundiza­ndo la pobreza de algunas regiones y sembrando el desconcier­to en otras

¿Cuándo deberíamos haber actuado? El problema es que no se trata únicamente de lo que se podría haber hecho en España, es un problema global, que debe tratarse con todos los implicados.

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