«PARA UN SOCIALISTA ES DIFÍCIL HABLAR DE CAÑAS, DE EX Y DE BERBERECHOS»
C armen Calvo está molesta, dolida incluso, con los avatares electorales de su partido en la maldita y rebelde Comunidad de Madrid, esa que se ha convertido en el principal quebradero de cabeza político para Sánchez, Iglesias y los suyos. Hay que recordar en este punto que los socialistas, el partido de la vicepresidenta Calvo, no quería comicios, rechazó con todos los medios a su alcance que los ciudadanos expresaran su voluntad en las urnas. Finalmente, no lo lograron y la cosa acabó como acabó, lo que de alguna manera explica los nulos deseos de Moncloa de dar la palabra a la gente, que, salvo opinión discrepante, es el corazón de la democracia. Y, a pesar de que Calvo las ha visto de todos los colores en su dilatadísima vida política, pues se le ha indigestado hasta hacerse «bola» el cataclismo del candidato Gabilondo y la campaña de Sánchez. «Para un socialista es difícil hablar de cañas, de ex y de berberechos. Estamos acostumbrados a jugárnosla con programas, gestión y trabajo», explicó Calvo a modo de lamento llorón para cargar culpas propias en hombros ajenos. Aderezó su gesto plañidero con una macedonia de razones y exabruptos sobre la causa de la libertad que derivó en el movimiento nazi y de cómo Isabel Díaz Ayuso había cimentado su apoteósico triunfo en las razones de la ultraderecha. Por lo demás, esta «tabernofobia» de los socialistas, personalizada ayer en la vicepresidenta primera, deberían hacérsela mirar, especialmente porque ese partido político camino de cumplir siglo y medio, pues fue fundado en una taberna, Casa Labra, en la capital de España. Tampoco se comprende como censura de peso el que no disfrutes con los berberechos que es una conserva por lo demás estupenda. Ella se lo pierde. Toda esta pataleta de pésimo gusto rezuma mal perder y un oscuro talante democrático, además de un escaso respeto por la voluntad ciudadana que decidió castigar a un partido responsable de una gestión abiertamente fracasada.