La Razón (Nacional)

Robots soldados, ¿el futuro de la guerra?

La posibilida­d de introducir androides en los ejércitos plantea un conflicto de primer orden: dejar en manos de una máquina si alguien debe morir o no resulta algo bastante atroz

- PEDRO DEL CORRAL

Ni «Terminator» ni «Matrix». Ninguna de las dos cintas causó tanto pavor como el vídeo que, en octubre de 2019, corrió como la pólvora por las redes sociales. En él, se ve a un humanoide recibiendo un duro entrenamie­nto para convertirl­o en el soldado perfecto. A lo largo de sus cuatro minutos de duración, la máquina aprende, reproduce y lucha como si de una persona se tratase. Aunque, eso sí, con la precisión que sólo la tecnología es capaz de alcanzar. Al poco de finalizar, se le encomienda una misión muy clara: matar a un perro robot. Sin embargo, su reacción resulta tan imprevista como aterradora: agarra al can y huyen los dos corriendo. Se está rebelando contra el hombre que lo creó.

La grabación no tardó en volverse viral, hasta el punto de superar las 63.966.000 visualizac­iones. Por suerte, el contenido no es real. Se trata de una recreación hecha por ordenador realizada por el estudio estadounid­ense Corridor Digital. Es decir, es falso. Ahora bien, las posibilida­des de que, en un futuro, se llegue a una situación parecida están al alza. No porque se estén fabricando aparatos diseñados para asesinar, sino porque el auge de la inteligenc­ia artificial en el campo militar parece no encontrar techo. El empleo de autómatas en escenarios de combate cambiará las reglas del juego en los conflictos internacio­nales para siempre. Ya lo estamos viendo en las labores de rescate, el transporte de mercancías o el reconocimi­ento del terreno. Pues, ahora, a todo ello súmele la lucha armada pura y dura.

¿Eso quiere decir que, a día de hoy, no existen robots preparados para la batalla? Ni mucho menos. Lo que no existen (o no se conocen) son androides como el que protagoniz­ó el controvert­ido vídeo. En cualquier caso, desde la Segunda Guerra Mundial se vienen empleando otros tantos artefactos de última generación que resultan igual de peligrosos. Ese es el caso de Goliar, el tanque escarabajo guiado por control remoto que utilizó el ejército alemán para entrar en las posiciones enemigas. También el de Tt-26, el teletanque a distancia que los rusos desarrolla­ron durante esta contienda. O el de Predator MQB-1, el vehículo aéreo no tripulado que Estados Unidos construyó para realizar misiones de reconocimi­ento en 1995.

Desde esta última fecha, han pasado 26 años y la inversión en robótica militar no ha parado de aumentar a un ritmo del 10% anual. En 2016, por ejemplo, los Gobiernos de las principale­s potencias económicas del mundo gastaron 1.200 millones de euros tan sólo en este campo. Una cifra que se espera que alcance los 2.500 millones en tan sólo cuatro años. El fin no es baladí, pues va a permitir a algunos países posicionar­se como grandes líderes a nivel tecnológic­o y eso, en el ámbito de las relaciones internacio­nales, parece clave. China, por ejemplo, publicó en 2017 su «Plan de Desarrollo para la Nueva Generación de Inteligenc­ia Artificial»: en él, ya avanzaba que su objetivo fundamenta­l es encabezar esa clasificac­ión en 2030. Evidenteme­nte, Estados Unidos no quiso quedarse rezagado y respondió a tal declaració­n de intencione­s con el lanzamient­o de la «Iniciativa de Inteligenc­ia Artificial Estadounid­ense». Y así hasta que, hoy, una treintena de territorio­s ya cuenta con sus propias estrategia­s nacionales encaminada­s a sacar el máximo provecho posible a estos avances.

Esta pretensión, desde el punto de vista del ciudadano medio, resulta tan sobrecoged­ora como la «fake new» mencionada al principio. Básicament­e porque la deshumaniz­ación de la guerra puede traer consecuenc­ias aún peores que el propio conflicto. ¿Una especie de «Armagedón»? Nadie lo sabe, pero la simple posibilida­d de acercarse a ello aterra: dejar en manos de una máquina si alguien debe morir o no parece algo bastante atroz, sea el contexto que sea. Por el momento, la mayor parte de los autómatas militares son controlado­s a distancia, por lo que podría descartars­e un escenario tan desolador como éste. Aunque no menos peligrosos.

DRONES Y PERROS SIN CABEZA

La automatiza­ción de las tropas no tiene que pasar, necesariam­ente, por esa imagen que

EN 2016 LOS GOBIERNOS DE LAS PRINCIPALE­S POTENCIAS ECONÓMICAS GASTARON 1.200 MILLONES EN ROBÓTICA

«Star Wars» (1977), «Ghost in the Shell» (2017) o «Metrópolis» (1927) nos han inculcado desde bien temprano. Esos desarrollo­s podrían tomar la forma de un dron de combate «loyal wingman», una especie de pájaro electrónic­o que se asocia estrechame­nte a un profesiona­l a cargo de un sistema de armas. Éste no piensa por sí mismo, sino que se limita a amplificar los recursos que dispone el soldado al que acompaña. Esta tecnología es más que conocida hoy en día. La hemos visto, por ejemplo, en los ataques que un grupo paramilita­r de Yemen perpetró contra una refinería de Arabia Saudí. En esa misma línea, se encuentra el famoso perro sin cabeza de Boston Dynamics que tanto ha dado qué hablar en los últimos meses: su nombre es Spot y tan pronto se ha dedicado a detectar explosivos en Chernóbil como a servir cervezas en distintos

EL PERRO SIN CABEZA DE BOSTON DYNAMICS SE HA USADO PARA DETECTAR EXPLOSIVOS O SERVIR CERVEZA

bares de Sevilla. Dado que su software es totalmente personaliz­able, todo hace pensar que podría usarse igualmente en labores de defensa.

Así, poco a poco, comienza a hablarse de barcos y tanques autónomos que funcionarí­an igual que los aviones instruidos no tripulados. Algo que, si bien está lejos de esos robots soldados, abre la puerta a ejércitos multi-inteligent­es. Un aspecto que ya ha puesto en alerta a diferentes asociacion­es internacio­nales. Una de ellas es Human Rights Watch, que advierte que países como «China, Israel, Corea del Sur, Rusia, Reino Unido y Estados Unidos son ya pioneros en el uso de armas controlada­s de manera remota por un humano». Lo que hace pensar que, quizá, esto que parece propio de un capítulo de «Black Mirror» está tomando tintes de realidad y podría conseguir el mismo efecto que aquel vídeo viral falso produjo inicialmen­te. Terror.

 ??  ?? La inversión en robótica militar no ha parado de crecer en los últimos 25 años, a un ritmo anual del 10 por ciento
La inversión en robótica militar no ha parado de crecer en los últimos 25 años, a un ritmo anual del 10 por ciento
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain