CUANDO FOTOGRAFIAR A LOS MUERTOS ERA UNA SEÑAL DE AMOR
SegúnSegún los registros históricos del siglo XIX, la invención de la fotografía de masas, en su extensión por los núcleos urbanos desde París a Nueva York, trajo consigo horas infinitas de posado para que la cámara y su exposición pudieran captar a los fotografiados. Ante el cansancio de los modelos, no se tardó en recurrir a cadáveres para inmortalizar figuras humanas. Al menos, no se quejarían. Ese puede ser uno de los orígenes, según la experta Virginia de la Cruz, del fenómeno de la fotografía post mortem: «Al convivir con una tasa tan alta de mortalidad, es normal que la gente tuviera otra concepción de la muerte y sobre todo de las fotos, como recuerdos perennes de ese familiar que habían perdido, a veces, a una edad muy temprana», explica a LA RAZÓN.
Esta historiadora del arte, la mayor experta europea en la materia, es la responsable de los textos de acompañamiento del álbum de lujo «Post Mortem», una cuidadosa selección de fotografías que publica Titilante y que se sirve de la extensa colección de postales fúnebres de Carlos Areces. El actor de la factoría «chanante», cantante del grupo Ojete Calor y colaborador con Almodóvar en «Los amantes pasajeros» es un coleccionista empedernido de «todo lo que tenga que ver con el papel, los tebeos y la fotografía antigua», como matiza antes de añadir: «Especialmente de los géneros de la fotografía de Comunión y la post mortem, porque me parece que capturan una época y forman parte de un ritual en sí mismo».
Esa especie de parafernalia simbólica, la que tiene que ver con la foto como parte del velorio fúnebre, es clave en la explicación antropológica del fenómeno, según explica de la Cruz: «En la Galicia más rural, se sigue yendo de paseo dominical al cementerio, en esa tradición casi victoriana que ahora mismo está tan viva en sociedades como la mexicana». Y sigue: «En un principio, la fotografía se concebía como una manera de eternidad. Por eso, con el cambio de siglo y los horrores ya inmortalizados de las dos guerras mundiales y la Guerra Civil española, son muchos los sociólogos que entienden la desaparición del fenómeno. La muerte dejó de ser algo inevitable, por así decirlo, y nos enfrentamos a ella de una manera más morbosa».
En la misma línea, y sobre el debate que suscitó la publicación o no de imágenes durante la pandemia, Areces hace una diferenciación: «En aquella polémica había también un componente político y de exposición. En las fotos del libro, y en las de mi colección, hay celebración y, sobre todo, hay también amor. No sé si es mejor o peor nuestra relación actual con la muerte, pero sí sé que muchas familias se dejaban mucha parte de sus recursos en este tipo de recuerdos», remata.Con prólogo de Alejandro Amenábar, que se inspiró en este tipo de fotografías para la ambientación de «Los otros», las 222 páginas cosidas a mano de «Post Mortem», en edición limitada de 500 copias en España, son una escatológica definición del amor familiar y de la muerte como un paso más de la vida.