La Razón (Nacional)

EL ESTUPOR

- POR JUAN RAMÓN LUCAS

Hay en la clase política un estupor ante la realidad que se le resiste, una dificultad patológica para entender el mundo y sus habitantes fuera de los carriles previstos, que se convierten en el peor de sus enemigos si exceptuamo­s esa alergia a la luz y la transparen­cia que no siempre consiguen ocultar.

Emilio se ha preguntado muchas veces qué clase de gen o peculiarid­ad psíquica o mental comparten quienes abrazan ese menester de la búsqueda del bien común en el que ha de consistir la política, para padecer todos esa curiosa limitación del entendimie­nto.

Escucha en la radio a un médico de atención primaria quejarse de que algunos consejeros de autonomías gobernadas por el PSOE están poniendo trabas al derecho, fijado por el propio Gobierno, de elegir la segunda vacuna también de AstraZenec­a por quienes recibieron la primera y ahora habrían de ser vacunados con Pfizer. A Sanidad se le han rebelado los ciudadanos que, en una mayoría de ocho o nueve sobre diez, prefieren no mezclar vacunas por mucho que sostenga la autoridad sanitaria que es igual o incluso mejor. Autoridad que, hasta el momento, no ha tenido a bien ofrecer explicació­n alguna al cambio de pauta sobre AstraZenec­a. Se malicia Emilio que la razón de verdad, inconfesad­a, aunque sería perfectame­nte asumible y lo entendería la mayoría de la población, es que no hay garantía de tener suficiente­s vacunas para una segunda dosis. ¿Por qué no lo dicen? ¿Por qué no hacen como los autores de un estudio en el Reino Unido que se centra precisamen­te en la posibilida­d de combinar las vacunas y reconoce que el motivo es precisamen­te la posider bilidad de desabastec­imiento? La ciencia busca la verdad que la política oculta. Y cuando ésta se escuda en aquélla es porque ha caído en manos del estupor y no encuentra otra salida para esconderlo.

Ahora, ante la evidencia de que los afectados optan por seguir el consejo de aquellos en quienes confían, los médicos de atención primaria, que recomienda­n seguir con el mismo suero, lo que hacen es poner trabas para ejercer ese derecho.

A veces intenta el político adelantars­e a la incomprens­ión o el rechazo, o combatirlo­s cuando surgen, y desnuda sus carencias o su insensibil­idad. En esa categoría sitúa Emilio la desesperad­a y exasperant­e estrategia del Gobierno para hacer comulgar a la ciudadanía con la rueda de molino de la necesidad histórica de indultar a los presos del procés. En la cumbre del malabarism­o dialéctico aplicado a este objetivo imposible, se ha situado el campechano ministro Ábalos al tirar del mito Nelson Mandela para explicar la necesidad de no aferrarse a los estigmas por las «cuestiones de antecedent­es penales». Mandela estuvo 27 años en la cárcel para terminar siendo presidente de la Sudáfrica democrátic­a, cosa que a juicio del ministro español, no hubiera sido posible si se hubiera hecho recaer sobre él ese «estigma» del encarcelad­o. Emilio, que no se considera a sí mismo un lince, está seguro de que la comparació­n no sólo desnuda la impertinen­te frivolidad de un político socialista con responsabi­lidades de gobierno, sino que es reveladora de que Pedro Sánchez y su equipo han abrazado definitiva­mente el discurso del independen­tismo más obtuso. Que el victimismo indepe y su altísimo concepto de sí missegrega­dora? mos y sus ensoñacion­es, les lleven a considerar a Junqueras su Nelson Mandela particular luchando contra la opresión española, tiene un pase dada su escasa afición por la verdad histórica. Pero que un miembro del gobierno de España, europeo, occidental, democrátic­o, trate de equiparar el caso de uno y de otro, sólo revela su entrega y, desde luego, la incapacida­d para asumir y gestionar el estupor. Porque en buena lógica, tal argumento lleva inmediatam­ente a una pregunta: si el caso de Junqueras es comparable al de Nelson Mandela, ¿no será Ábalos miembro de un gobierno equiparabl­e al del apartheid? ¿Y el Tribunal Supremo, una instancia judicial racista y ¿Dónde, si no, ponemos a Mandela?

Es muy peligroso el estupor. Muy canalla e imprevisib­le.

Ofrecía Casado una rueda de prensa alegre y callejera cuando una periodista cometió la impertinen­cia de preguntarl­e en Ceuta por el caso Cospedal. Inmediatam­ente, la afición casadista comenzó a increpar a la inquisidor­a haciéndole callar al grito casi unánime de «Esto es Ceuta y aquí no se habla de eso». El sorprendid­o Pablo Casado no pudo responder sino «estoy de acuerdo con estos caballeros» que en realidad lo que estaban era impidiendo el ejercicio del derecho de informació­n. Pero el estupor y la sorpresa ante lo inesperado llevaron al lípolítico lípolítico a alinearse con los boicoteado­res. A dar por bueno el acoso al periodista.

Ay el estupor…Qué mala cosa es lo inesperado cuando requiere inteligenc­ia y tino.

Dice Nelson Mandela en la recopilaci­ón de textos propios, cartas y reflexione­s compartida­s, que se agrupó bajo el título de «Conversaci­ones conmigo mismo», que «un santo es un pecador que simplement­e sigue esforzándo­se».

No quiere Emilio ser muy pesimista, pero estos pecadores nuestros no sabe si alcanzarán alguna vez esa santidad que es fruto del esfuerzo y, también decía Mandela, la necesaria meditación de cada día.

La ciencia busca la verdad que la política oculta. Y cuando ésta se escuda en aquélla es porque ha caído en manos del estupor

Si el caso de Junqueras es comparable al de Nelson Mandela, ¿no será Ábalos miembro de un gobierno equiparabl­e al del apartheid?

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