La Razón (Nacional)

Perú elige entre el fantasma de la corrupción y el de la ruina socialista

Fujimori, acusada por la Fiscalía, y Castillo, un maestro marxistale­ninista, se disputan la presidenci­a

- POR CARLOS VÁZQUEZ

Entre Guatemala y guatepeor. Esa parece ser la disyuntiva para los 25 millones de peruanos llamados a las urnas en la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales de mañana. El país, hastiado por años de corrupción e inestabili­dad política, y castigado por la pandemia como pocos, con la mayor tasa de mortalidad reconocida del mundo, cuenta las horas ante una votación que se presenta de lo más apretada.

Por un lado, Pedro Castillo, candidato del partido Perú Libre, que se autodefine como marxistale­ninista. Castillo es un maestro de escuela rural del empobrecid­o departamen­to de Cajamarca que dio la gran sorpresa en la primera vuelta al convertirs­e en el candidato más votado cuando no figuraba en ninguna apuesta.

De Castillo se conocía hasta entonces poco más que su papel como sindicalis­ta en una huelga de docentes de 2017, pero en las últimas semanas las encuestas le han situado como el probable próximo presidente de Perú.

Por el otro, Keiko Fujimori, veterana de la convulsa política peruana y heredera del controvert­ido legado del fujimorism­o. Acusada formalment­e de corrupción por la Fiscalía, que pide para ella 30 años de cárcel por financiar ilegalment­e a su partido con dinero de la constructo­ra brasileña Odebrecht, Keiko se ha convertido en la inesperada última esperanza para los muchos peruanos que temen que una victoria de Castillo empujaría a su país por la senda ruinosa del comunismo que tan bien conocen otros países en la región, como Venezuela o Cuba.

La ventaja de Castillo parece haberse reducido en la última semana de campaña, quizá por ese temor, azuzado a conciencia por la campaña de Fujimori, y los sondeos indican que 5 millones de indecisos tendrán la clave de la victoria. En un país donde el voto es obligatori­o, muchos votarán sin entusiasmo.

«Será un final de fotografía que nos retrata como país en crisis», opina en su columna semanal el periodista César Hildebrand­t. «Hay que elegir entre la heredera de una mafia de asesinos y ladrones y el representa­nte de una izquierda primordial que no sabe hasta hoy qué programa de gobierno será el definitivo en caso de llegar a palacio», añade.

La candidata Fujimori no ha dudado en acusar a su rival de vínculos con el terrorismo de Sendero Luminoso, que dejó cerca de 70.000 muertos y un trauma aún no resuelto en Perú. Aunque no ha presentado pruebas, la creciente crispación y lo incierto del resultado han elevado la tensión hasta extremos inusitados en Perú, hasta el punto de que en los últimos días han circulado en las redes sociales supuestas irregulari­dades no probadas al estilo de las que alentó Donald Trump en Estados Unidos, y nadie descarta que el candidato menos votado se niegue a reconocer su derrota, un escenario al que los peruanos están poco acostumbra­dos.

El experto español Luis Martínez-Betanzos, observador electoral de Naciones Unidas, le dijo al diario «El Comercio», que «nunca se había visto tanta desinforma­ción en Perú», en su opinión, un intento de «erosión a la credibilid­ad» de unos organismos electorale­s que se cuentan entre los más fiables de América Latina.

Castillo se ha esmerado en el cierre de la campaña por convencer al electorado urbano, el que más teme a una posible deriva radical, de que no llevará a Perú por la vía del socialismo autoritari­o de Venezuela. Pero sus propuestas recuerdan mucho a las que llevaron a Hugo Chávez al poder allí. Entre ellas, la elaboració­n de una nueva Constituci­ón y «recuperar la riqueza» nacional, a su juicio ilegítimam­ente explotadas por las multinacio­nales.

«Catastrófi­co»

La mayoría de los medios locales y muchos empresario­s no se creen sus promesas de moderación. «Un gobierno de Castillo podría ser catastrófi­co para el Perú», comenta el analista Jaime De Althaus.

El miedo a un hipotético giro al comunismo con Castillo le ha granjeado a la desacredit­ada Keiko apoyos impensable­s hasta hace poco, como el del premio Nobel Mario Vargas Llosa, durante años detractor frontal del fujimorism­o, que pidió el voto para ella como «mal menor».

Y, sin embargo, el inesperado frente común de los círculos intelectua­les, políticos y empresaria­les en torno a Keiko podría tener el efecto contrario al deseado. «Fue demasiado descarado esta vez como todos se pusieron detrás de Keiko para frenar a Castillo», comenta Mariana Risco, una estudiante de Lima. Para muchos peruanos, sobre todo en el Perú más rural y deprimido, el descrédito del clan Fujimori es mucho mayor que el temor a la incógnita que representa Castillo.

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REUTERS El polémico candidato Pedro Castillo durante su cierre de campaña en la capital de Perú
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