Nada inspira más que beber y comer en buena compañía
Mary Ann Caws recupera la Europa de los cafés y las reuniones de artistas en un libro que evoca y añora esas atmósferas intelectuales y literarias
Había un tiempo –que hoy nos parece lejano– en que nos reuníamos con los colegas y amigos al margen de Zoom o de Teems. No había tampoco máquinas de por medio ni fallos técnicos salvo los propios de nuestra memoria y estado mental. Había un tiempo en que los artistas no solo creaban en soledad –como algunos erróneamente todavía creen que se debe hacer–, sino que sacaban su fuerza, energía y creatividad de las reuniones con sus compañeros de profesión y juergas.
Todo eso es lo que cuenta Mary Ann Caws en su libro «Encuentros creativos». Arrancan los diecinueve capítulos con el Auberge Ganne y la Escuela de Barbizon. París y la Academia Julian; Florence Griswold House en Old Lyme, Connecticut; Els Quatre Gats en Barcelona; Dadá y el Cabaret Voltaire en Zúrich; SaintGermaine-des-Prés y Montparnasse... Son algunos de los lugares y nombres propios, ¡entre cientos!, que desfilan a lo largo de todas estas páginas.
Al principio pensé que se trataba de un trabajo de arqueología literaria. Caws, estadounidense, ha sido profesora hasta jubilarse de literatura comparada, además de historiadora del arte, traductora y crítica literaria. Pero no. ¿Cómo podía ella referirse a todos aquellos momentos mágicos sin haber estado presente? La clave está en la dedicatoria del libro: «A mi abuela, la pintora Margaret Walthouse Lippitt».
Colonias artísticas
Se lamenta Caws de no haber vivido en la mayoría de los lugares a los que se refiere durante los tiempos magníficos que ella describe. Vano lamento, pues al echar mano de relatos y descripciones de aquellos protagonistas, hay incluso conversaciones que se cuentan como si la misma autora hubiera estado presente en la reunión y levantando acta del encuentro. Y, en otras ocasiones, reaparece su abuela, protagonista de varias de aquellas colonias artísticas, en las casas de huéspedes, huéspedes, salones y academias de Europa y América. Fue ella, precisamente, quien alimentó su deseo de saber más y más de aquellos lugares. Pero todavía existen otros elementos. Las mesas y las comidas que se sirven son tan protagonistas como las mismas, ciudades, calles, barrios, cafés y restaurantes que se citan. Incluso igual que los escritores, artistas, músicos o filósofos que las llenaban. Los cuadros y fotografías que incoropora este volumen son otro aliciente para zambullirse en aquellos micromundos que, en realidad, deberíamos recuperar.
▲ Lo mejor
Nos transporta a un mundo creativo que permite conocer cómo trabajaron los artistas del siglo XX
▼ Lo peor
A veces da por supuesto que se identifican con facilidad personas y lugares que no todos reconocemos