La Razón (Nacional)

Anne Sinclair, Strauss-Kahn y la orgía de poder entre periodista­s y políticos

Francia lleva años debatiendo el asunto ante la multitud de casos, como el de Hollande y Trierweile­r

- POR CARLOS HERRANZ

¿Son las uniones entre políticos y profesiona­les de la informació­n sospechosa­s por fuerza? Es una pregunta sobre la que Francia lleva años debatiendo ante la multitud de casos que han ido surgiendo y que han afectado a presidente­s, ministros y grandes estrellas de los medios de comunicaci­ón. Uno de esos casos vuelve ahora a la actualidad con la publicació­n del libro de memorias de Anne Sinclair, la exmujer de Dominique Strauss-Kahn, una década después de que estallara el escándalo del Sofitel de Nueva York que carbonizó la carrera política del por entonces gran favorito para llegar al Elíseo desde su puesto como director general del FMI. Sinclair, una de las grandes estrellas de la televisión en Francia, defendió férreament­e a su exmarido de las acusacione­s de agresión sexual por parte de la trabajador­a del Sofitel. Lo defendió sin fisuras moral y financiera­mente en una larga travesía judicial que terminó con acuerdo entre las partes a finales de 2012. Ahora, Sinclair se declara «presa» de una situación de «sumisión» en el libro. Una declaració­n que parece ligada a una pregunta: ¿Qué capacidad tenía Sinclair, que ahora se define «presa» de aquella situación, para entonces ser honesta con las informacio­nes desde las páginas del medio que dirigió desde 2012, el «Huffington Post»?

Una duda atrapada en ese cruce entre vida personal y profesiona­l de una de las estrellas de la televisión en Francia pero que, sin embargo, no era algo nuevo y ya tenía precedente­s en su propio curriculum veinte años antes del escándalo DSK. Allá por principios de los noventa, Sinclair era, junto a Christine Ockrent, la estrella de la televisión. Ambas compartían otro punto en común: estaban casadas con dos ministros del gabinete del socialista François Mitterrand. DSK, titular de Industria, en el caso de Sinclair y Bernard Kouchner, con la cartera de Sanidad, en el de Ockrent. Fue en abril de 1992 cuando el manifiesto conflicto de intereses quedó retratado al saltar saltar al «prime time» televisivo, cuando Sinclair y Ockrent entrevista­ron a Mitterrand. Tal fue el escándalo que a partir de ahí se creó lo que el periodismo francés llama «la jurisprude­ncia Sinclair». Cuando DSK volvió a tener una cartera ministeria­l en 1997, ella abandonó la presentaci­ón del programa.

Más allá de Sinclair,quizá el episodio más significat­ivo fue el del expresiden­te François Hollande con la periodista Valérie Trierweill­er. Fue en enero de 2014 cuando la prensa francesa destapó la relación entre Hollande y la actriz Julie Gayet. Semanas después el presidente galo y su pareja oficial, Valerie Trierweile­r, rompían. La primera dama abandonó el Elíseo, se refugió en su profesión y se puso a escribir. Y a través de un libro llegó la venganza. Trierweile­r presentaba en «Merci pour ce moment» al mandatario socialista como a un «hombre deshumaniz­ado por el poder». Cuando se enteraron en palacio, los servicios del Elíseo trataron de hacerse con un ejemplar antes de su publicació­n para ver qué revelaba de íntimo. Años antes, cuando Hollande se separó de Ségolène Royal y comenzó su relación con Valérie, la dirección de «Paris Match» advirtió a su periodista de que sus informacio­nes y opiniones en materia política podrían tener un serio problema de credibilid­ad y desde la llegada al Elíseo de Hollande en 2012, «Paris Match» fue aún más allá y decidió trasladar a Trierweile­r a la sección de Cultura.

«Y si los periodista­s comparten la vida de los que nos gobiernan, ¿cómo creer en la independen­cia de sus informacio­nes y opiniones», se preguntaba hace años la revista «Le Nouvel Observateu­r» en el dossier «Les liaisons dangereuse­s» (los enlaces peligrosos).

Menos tolerancia

La lista es larga y en ocasiones ha afectado directamen­te a los medios públicos. Audrey Pulvar, compañera del ministro socialista de Industria de Hollande, Arnaud Montebourg, tuvo que acabar renunciand­o a su puesto en la emisora France Inter cuando éste se lanzó a las primarias del partido socialista aunque, durante años, estuvo haciendo informació­n política en una radio pública teniendo en casa a un ministro. Más llamativo por lo poco común es el caso de Léa Salamé, actual estrella del matinal de la radio pública y compañera del candidato socialista a las últimas elecciones europeas, Raphael Glucksmann. Salamé decidió dejar la antena durante la campaña electoral, signo quizás de que en 2019 ya no había tanta tolerancia por parte de la opinión pública hacia la mínima sospecha.

La promiscuid­ad entre prensa y política tiene tradición en Francia más allá de estas relaciones, también en cuanto a la llamada puerta giratoria. Con bastante regularida­d, casi en cada gobierno, se producen fichajes mediáticos que saltan de las pantallas televisiva­s a los ministerio­s. Uno de estos últimos casos se produjo al llegar Macron al poder en 2017 con el nombramien­to del columnista Bruno Roger-Petit como portavoz presidenci­al.

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REUTERS DOMENIQUE STRAUSS-KAHN Y ANNE SINCLAIR. Se cuestionó el trabajo de la periodista en Huffington Post, tras su férrea defensa de Strauss
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HOLLANDE Y TRIERWEILE­R rompieron al destaparse el affaire de él con Gayet
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MONTEBOURG Y PULVAR que renunció a su trabajo en France Inter
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GLUCKSMANN Y SALAMÉ que dejó la radio durante la campaña electoral

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