Anne Sinclair, Strauss-Kahn y la orgía de poder entre periodistas y políticos
Francia lleva años debatiendo el asunto ante la multitud de casos, como el de Hollande y Trierweiler
¿Son las uniones entre políticos y profesionales de la información sospechosas por fuerza? Es una pregunta sobre la que Francia lleva años debatiendo ante la multitud de casos que han ido surgiendo y que han afectado a presidentes, ministros y grandes estrellas de los medios de comunicación. Uno de esos casos vuelve ahora a la actualidad con la publicación del libro de memorias de Anne Sinclair, la exmujer de Dominique Strauss-Kahn, una década después de que estallara el escándalo del Sofitel de Nueva York que carbonizó la carrera política del por entonces gran favorito para llegar al Elíseo desde su puesto como director general del FMI. Sinclair, una de las grandes estrellas de la televisión en Francia, defendió férreamente a su exmarido de las acusaciones de agresión sexual por parte de la trabajadora del Sofitel. Lo defendió sin fisuras moral y financieramente en una larga travesía judicial que terminó con acuerdo entre las partes a finales de 2012. Ahora, Sinclair se declara «presa» de una situación de «sumisión» en el libro. Una declaración que parece ligada a una pregunta: ¿Qué capacidad tenía Sinclair, que ahora se define «presa» de aquella situación, para entonces ser honesta con las informaciones desde las páginas del medio que dirigió desde 2012, el «Huffington Post»?
Una duda atrapada en ese cruce entre vida personal y profesional de una de las estrellas de la televisión en Francia pero que, sin embargo, no era algo nuevo y ya tenía precedentes en su propio curriculum veinte años antes del escándalo DSK. Allá por principios de los noventa, Sinclair era, junto a Christine Ockrent, la estrella de la televisión. Ambas compartían otro punto en común: estaban casadas con dos ministros del gabinete del socialista François Mitterrand. DSK, titular de Industria, en el caso de Sinclair y Bernard Kouchner, con la cartera de Sanidad, en el de Ockrent. Fue en abril de 1992 cuando el manifiesto conflicto de intereses quedó retratado al saltar saltar al «prime time» televisivo, cuando Sinclair y Ockrent entrevistaron a Mitterrand. Tal fue el escándalo que a partir de ahí se creó lo que el periodismo francés llama «la jurisprudencia Sinclair». Cuando DSK volvió a tener una cartera ministerial en 1997, ella abandonó la presentación del programa.
Más allá de Sinclair,quizá el episodio más significativo fue el del expresidente François Hollande con la periodista Valérie Trierweiller. Fue en enero de 2014 cuando la prensa francesa destapó la relación entre Hollande y la actriz Julie Gayet. Semanas después el presidente galo y su pareja oficial, Valerie Trierweiler, rompían. La primera dama abandonó el Elíseo, se refugió en su profesión y se puso a escribir. Y a través de un libro llegó la venganza. Trierweiler presentaba en «Merci pour ce moment» al mandatario socialista como a un «hombre deshumanizado por el poder». Cuando se enteraron en palacio, los servicios del Elíseo trataron de hacerse con un ejemplar antes de su publicación para ver qué revelaba de íntimo. Años antes, cuando Hollande se separó de Ségolène Royal y comenzó su relación con Valérie, la dirección de «Paris Match» advirtió a su periodista de que sus informaciones y opiniones en materia política podrían tener un serio problema de credibilidad y desde la llegada al Elíseo de Hollande en 2012, «Paris Match» fue aún más allá y decidió trasladar a Trierweiler a la sección de Cultura.
«Y si los periodistas comparten la vida de los que nos gobiernan, ¿cómo creer en la independencia de sus informaciones y opiniones», se preguntaba hace años la revista «Le Nouvel Observateur» en el dossier «Les liaisons dangereuses» (los enlaces peligrosos).
Menos tolerancia
La lista es larga y en ocasiones ha afectado directamente a los medios públicos. Audrey Pulvar, compañera del ministro socialista de Industria de Hollande, Arnaud Montebourg, tuvo que acabar renunciando a su puesto en la emisora France Inter cuando éste se lanzó a las primarias del partido socialista aunque, durante años, estuvo haciendo información política en una radio pública teniendo en casa a un ministro. Más llamativo por lo poco común es el caso de Léa Salamé, actual estrella del matinal de la radio pública y compañera del candidato socialista a las últimas elecciones europeas, Raphael Glucksmann. Salamé decidió dejar la antena durante la campaña electoral, signo quizás de que en 2019 ya no había tanta tolerancia por parte de la opinión pública hacia la mínima sospecha.
La promiscuidad entre prensa y política tiene tradición en Francia más allá de estas relaciones, también en cuanto a la llamada puerta giratoria. Con bastante regularidad, casi en cada gobierno, se producen fichajes mediáticos que saltan de las pantallas televisivas a los ministerios. Uno de estos últimos casos se produjo al llegar Macron al poder en 2017 con el nombramiento del columnista Bruno Roger-Petit como portavoz presidencial.