EL BREXIT TURÍSTICO
LosLos ingleses inventaron el Gran Tour en el XIX cuando las familias acaudaladas mandaban a sus hijos al continente antes de enfrentarse a la vida adulta. Era un viaje de iniciación que imprimía carácter, cultura, contactos y ampliaba la visión isleña y aislacionista de los que, en el futuro, serían sus dirigentes. En la segunda mitad de la anterior centuria, el gran viaje se unió al turismo de masas y las olas de calor atraían olas de británicos a los arenales mediterráneos, especialmente a los españoles.
Este año, nuestras playas notarán la ausencia de los paisanos británicos y sus pieles rojizas y churruscadas. Se echarán de menos las sombrillas con la Unión Jack. El Reino Unido de Boris Johnson ha lanzado un Brexit al sector turístico español. España, por ahora, no ha logrado entrar en la lista de destinos seguros de Londres. Supone un duro golpe, primero para los calados ciudadanos de la Gran Bretaña y, segundo, para los hoteleros patrios. El agujero contable se queda en la economía española. En el 2019, llegaron 18 millones de viajeros anglos, casi el 22% del total de visitantes internacionales. El vacío anglosajón representa un mazazo que impedirá reabrir muchos de los hoteles aún cerrados. Johnson hace un roto al turismo español y, de paso, consigue un efecto económico al obligar a sus gentes a «veranear» en las habitualmente ateridas costas británicas. Las libras no vuelan. A este paso, la canaria Playa del Inglés o la zona british de Benidorm pueden convertirse en una toponimia anacrónica.
«El vacío anglosajón representa un mazazo que impedirá reabrir muchos de los hoteles aún cerrados»